Es mi deber.

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La peliazul abrió la puerta y se adentró en la oficina como si estuviese entrando a su propia casa, era una mala costumbre.

-Yumei- saludó Sarutobi desde el otro lado del gran escritorio sin despegar la vista de los pergaminos-

-Aún sigo sin comprender por qué usted es la única persona que parece no olvidarse de mí existencia- sonrió de lado-

-Quizá hago trampa- bromeó-

-Debe ser eso, no hay manera de burlar las maldiciones- aseguró-

La chica fue sin vacilar hasta un pequeño librero a su derecha, estaba segura que ahí podría encontrar un libro bastante interesante, así como aburrido al mismo tiempo, todo dependía de quien lo leyera.

-Yumei ¿Por qué has vuelto a Konoha?-

La pregunta no la tomó por sorpresa, sabía de antemano que siempre sería cuestionada por cualquier persona que la conociera con anterioridad, por eso odiaba estar en un lugar dos veces.

-Le conté sobre mí deber, lo que he protegido y destruido estos años-

Sarutobi asintió antes de responder.

-Debes proteger a tus hermanos, sobre todo a uno en especial-

-Sí, por eso me fui y por la misma razón he vuelto- pasó los dedos por algunas costillas de libros viejos-

-¿Podrías ser más clara?- pidió amablemente-

-Mi hermano esta en peligro- suspiró- Jamás ha sido mi intención dejarlo solo-

-¿Qué ha pasado?-

La chica negó con la cabeza.

-Sólo yo puedo solucionar esto, quizá pueda ser el fin de esta eternidad-

Un silencio cayó en la habitación, aunque no duro mucho.

-No te pongas en peligro- el Hokage habló calmadamente- Debe haber otro modo-

-No lo hay, y si lo hubiera no tengo tiempo de buscarlo- se encogió de hombros-

-¿Cuánto tiempo?-

-Cinco días a partir de mañana- Yumei finalmente encontró el libro que tanto buscaba, lo sacó con cuidado del estante-

-¿Necesitas algo? ¿Armas? ¿Medicina?-

La chica negó con la cabeza.

-Para mi nada, pero por favor cuide de Naruto- sonrió con tristeza-

-Lo quiere mucho-

-Es mi hermano-

La chica salió de la oficina en silencio, no sin antes dejar el libro que buscaba sobre el escritorio del Hokage.

El anciano tomó la pasta dura y comenzó a observar el pequeño cuaderno, el título con letras negras escritas a mano.

"Bijū: la bestia sellada"

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