Debajo de las sabanas

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Había llegado la hora de dormir y, eso le generaba temor, a decir verdad, el temía a la noche, o mejor dicho a la oscuridad. Toda su casa estaba repleta de focos, sin excepción todos los rincones de su casa estaban muy bien iluminados.
   Aquel pobre hombre, vivía solo, nunca tuvo interés en formar una familia, en su adolescencia soñaba con tener una gran casa, y ahora la tenía, pero lo que nunca pensó es que, el silencio seria algo que abundaría en su hogar. Él había optado por dejar prendida la radio de la sala, ya que, en los primeros días de vivir ahí, no aguantaba que todo estuviese tan callado y , que debido a esto, su mente le jugara malas pasadas, escuchando ruidos donde no los había, voces, sonido de muebles crujiendo, balbuceos y sobre todo, ese silencio que, era mas atormentador que cualquier sonido fantasma, que le daba la impresión de  haber perdido la audición.
     Siempre que caminaba por las noches en los pasillos de su casa, él, apresuraba el paso pues, tenía la sensación de ser perseguido por un ser claramente inexistente, uno podría sólo sentir lastima por aquel atormentado sujeto. El corrió de manera veloz de la sala hasta su habitación.

   En su niñez había sido víctima tanto de sus padres como de sus compañeros. Pero el que mas destacaría sería su padre, el cual era un hombre ebrio, solía golpearlo y tambien a su madre de una manera brutal cuando volvía de aquel bar de mala muerte.
     Recordaba con terror la sensación de aquel cinturón que, lesionaba la piel de aquel entonces niño, solo para después, ser sacado a punta de patadas a el patio. Él vivía en un rancho, así que lo único que había fuera de su hogar era la gran nada siendo abrasada por la penumbra, no importaba que tan fuerte golpeara la puerta, o cuantas veces gritara rogando ingresar en su casa, nadie abriría. Sentía que en la extensa penumbra algo le observaba a lo lejos y, que vendría velozmente para así, hacerle daño de la manera más tormentosa. Quizá fuesen esos momentos que le causaron tanta fobia a la oscuridad. Al amanecer su padre abría la puerta, encontrándolo acostado enfrente de la puerta y temblando de frío, con el pantalón empapado de orina. La escusa perfecta del padre para seguir golpeándolo. Un enfermizo entretenimiento de su padre.
  
El sujeto llegó, finalmente había llegado a su recamara, éste se había lanzado a su cama, pues estaba algo atemorizado. Fuera de la casa, feroces corrientes de aire azotaban las copas de los árboles, haciendo que las ramas de los mismos se movieran bruscamente, arrancando gran parte de sus hojas. El viento golpeaba con fuerza las ventanas, las puertas de toda la casa se sacudían debido a algunas ventiscas de aire que lograban colarse, por hendiduras de algunas ventanas. Esto le dificultaba dormir, su ansiedad le impedía dormir. Escuchaba como el aire colisionaba con mas potencia en las ventanas, sentía que los cristales en ellas no resistirían mas y que se romperían violentamente.
   Sus manos estaban frías y temblaban, sentía un vacío en el estómago. Cayo un rayo, de relámpago cegador y su estruendo hacia vibrar la tierra. El pobre hombre temblaba, decir que estaba horrorizado era quedarse corto, con lo que realmente sentía. Rayo tras rayo iban cayendo, cada vez caían mas cerca, el sonido era mas ensordecedor. Sus manos apretaban con fuerza en colchón.
Hasta que de repente, un rayo cayo demasiado cerca de su hogar, cualquiera hubiese jurado que cayo en el patio de su casa, el impacto fue tal que hizo explotar un transformador. La casa quedo sin energía eléctrica, chispas salían de todos los tomacorrientes.
      El hombre actuó como lo hubiese hecho cualquier niño, cubrió su cuerpo con una sabana, buscando así refugio, y se puso en posición fetal, el pánico provocaba que se hiperventilara, sus latidos eran cada vez mas rápidos y comenzó a sudar, su cuerpo se hallaba inmóvil, su respiración era muy escandalosa. Los rayos caían con mas y mas frecuencia, el viento parecía intensificarse, las puertas de la casa tamboreaban, y el aire en las ventanas hacían que sonaran ruidos similares a lamentos, los ruidos asustaban al pobre hombre en conjunto con los truenos. Al cabo de una hora, todo parecía haber acabado. Intento afrontar su miedo, pero su cuerpo no respondía, así que primero intento controlar su respiración,  y así lo logró hasta que descubrió que la escandalosa respiración no era la propia y, poco a poco se iba acercando a su oído.

Las historias que no te pude contarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora