La hora del té

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El reloj marcaba ya las cuatro en punto. Norma estaba ansiosa, pues, ella acostumbraba tomar el té a las cuatro y media, tomar el té era algo que a ella le gustaba demaciado. Acostumbraba cumplir estrictamente con sus horarios ya que era algo que su madre le había inculcado desde pequeña. -Jorge apresúrate, vamos a llegar tarde, dile a Martha que se de prisa- le decía Norma a su esposo.
-tranquila, vamos a llegar con tiempo, ya lo veras. Tu hermana aún se esta bañando - le decía Jorge mientras se abotonaba la camisa frente al espejo.
-¿Puedes traerme mi baston?, ¡Martha rápido, se nos hara tarde!- exclamaba norma impaciente. Jorge se dirigió al cuarto y busco el bastón de Norma, cuando volvía a la sala se dio cuenta de que Norma ya no estaba sentada de en su sofá, con desespero la busco con la mirada por toda la sala. -¡Norma!, ¡donde estas mujer!- gritaba el preocupado esposo.
-¡aqui estoy!, ¡en la cocina, solo quería un poco de agua!-respondió Norma al llamado de su esposo.
¡por que eres tan necia!, ¡¿que no entiendes que estás ciega y, te puedes caer?!, ¡es que tu no piensas!- reclamaba el marido. Jorge fue con prisa a donde se encontraba Norma, la tomo del brazo y la llevo caminando hasta la sala, donde pudo sentarla en su sofá nuevamente. -voy a servirte un poco de agua, no te vuelvas a levantar de tu asiento- Jorge era sobreprotector con Norma, y es que, su esposa había perdido la vista, hace no mas de dos años. Norma se hallaba en la regadera, se bañaba a prisa pues debía cumplir con un compromiso, ella acostumbraba a ser puntual en los eventos a los que debía asistir, aquella trágica tarde, no seco sus pies, al tratar de salir casi corriendo, Norma resbaló en el baño, golpeando la parte trasera de la cabeza en el suelo, afortunadamente, su esposo, la llevó al hospital. El doctor que la atendió durante el suceso había dicho que el impacto había afectado la vista de Norma y, las posibilidades de recuperar la vista eran casi nulas. Aun así debía ir a hacer estudios médicos frecuentes. La resignación de Norma, hizo que ya no quisiese volver escuchar la opinión de los doctores, las cuales nunca daban expectativas positivas.

Jorge regreso con Norma, trayéndole agua. Justo en ese momento, Martha, la hermana de Norma salió de su habitación, ya vestida para acompañar a su hermana y su esposo. -Martita, apúrate por favor que se nos va a hacer tarde- decía Norma

-si ya voy, ya estoy casi lista- respondía la hermana mientras se ponía los aretes-hace mucho frío.
-ponte un abrigo que te tape bien- aconsejaba Norma
La hermana de Norma, tenía pocos meses de vivir allí con ellos. Al llegar fue bien recibida. Su madre la había mandado con Norma por dos razones, la primera era que Martha, podría cuidar y atender a su hermana mayor debido a su ceguera. Y la segunda. Era que viviendo en la ciudad donde residía su hermana, podría estudiar en un Bachillerato de mejor prestigio.

Martha se arreglaba frente al espejo y, de repente, Jorge se acercó a ella acariciando su mejilla, ella se puso nerviosa, ya que su hermana estaba sentada a unos cuantos pasos de distancia, a pesar de la ceguera de Norma, su sola presencia era suficientemente pesada como para ponerla incomoda. Esta no era la primera vez que Jorge, hacia algo similar. Ya era acostumbrado que, él siempre llegara hacia donde estaba Martha para darle una caricia y ella, por su parte no hacia nada por impedirlo, es que en realidad, a ella le agradaba recibir tales muestras de afecto. Quizá todo haya empezado el día en que, Jorge, halló llorando a Martha, pues al llegar a casa de su hermana, había dejado atrás a su antiguo novio, en ese entonces de parte de Jorge, solo hubo palabras de consuelo, mientras el acariciaba sus manos. El contacto entre ellos se fue haciendo mas frecuente. Jorge,se llegó a sentí mal consigo mismo pues, estaba completamente convencido de que amaba a su esposa y experimentar sentimientos hacia la hermana de ella era una aberración. Lo cierto era que, desde que Norma había perdido la vista, se mostraba un tanto hostil, las peleas entre ellos eran mas constantes y ella se rehusaba a intimar con su esposo. Las pulsiones se hacían mayores con el paso de los días y, Martha entraba en complicidad junto con él. Como buscando darle lo que el necesitaba. Y el cediendo al deseo.

Jorge beso a Martha en los labios, fue muy silencioso, cuidando que su esposa no escuchara siguiera el mas mínimo ruido producido por sus labios. Ambos caminaron hacia Norma.
-¡vamos, que se nos hace tarde!- exclamó la esposa.
-si, vayamos hacia el auto- decía el esposo.
-Jorge, que no se te olvide mi abrigo haya afuera esta helando- Jorge se dirigió hacia la percha tomando el abrigo que estaba mas próximo a él.

-No querido ese abrigo ya lo use ayer, ¿puedes traerme el azul por favor?

Este escrito esta inspirado en: los pocillos, de Mario Benedetti

Las historias que no te pude contarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora