E P I L O G O F . A .

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Epílogo F.A:

—Y caminarás regia y fuerte, como si nada en el mundo pudiese detenerte, porque así será, nadie podrá interponerse en tu camino, serás tú contra todos, la única que va a brillar y nadie opacará esa hermosa luz, porque es tuya, solo tú sabrás si la mantienes encendida y hasta cuándo, pero cuando hayas dado tu respuesta, ya no serás solo tú, sino él también, entonces se volverán los dos contra el mundo, los dos contra todo. Y serán felices, ¿verdad? —le sonreía, porque no podía hacer otra cosa, hoy era su día, el día donde las dos personas que más se amaban en el mundo, se volverían una sola, el día más feliz para ambos.

—Hermosa, perfecta, como solo Ámbar Smith puede ser, única... —ahora le sonrió la otra chica. Cada cosa que le decían era verdadera, era bonita, y hacía sentir menos nerviosa a la hermosa chica frente al espejo.

—Siento que es un sueño... —estaba a punto de llorar, pero no quería arruinar su hermoso maquillaje, la pelirroja se había esforzado en ello —. Si lo es... no quiero despertar... —susurró.

—No lo es, es más real que decir que la luna es de queso... —las cuatro chicas quedaron viendo a la menor al mismo tiempo, entonces ella estalló en risas contagiando a las demás.

—Es verdad, Ámbar, hoy estás perfecta, y no tenés que dejar que nadie te arrebate tu felicidad, nadie... —de la boca de la de lentes, también salieron palabras alentadoras. Ese día todas estaban reunidas, dándole apoyo a la rubia, dándole ánimos para que olvidara sus nervios.

Entonces se abrió la puerta, una persona inesperada se hizo presente, la última persona en el mundo que esperaban ver. Entonces todas se quedaron en silencio, y la rubia, bajó la mirada, estaba triste, no por lo que hoy pasaría, sino porque no estaba del todo bien con esa persona, los rencores aún seguían por parte de ella, o eso es lo que creía.

—¿Puedo hablar con vos un momento? —preguntó en tono suave, esta vez, no se miraba con su semblante fuerte, en lugar de eso, parecía triste, parecía dolida —A solas, por favor... —las demás chicas miraron a la rubia con sospechas, ella asintió haciendo que salieran en hilera, dejándolas solas, temían de eso, pero no querían quedarse tras la puerta escuchando esa conversación.

—¿Se te ofrece algo? —cuestionó con notable duda, no se esperaba verla en todo el día.

—Aun sos muy joven... —comentó la mayor en susurros, pero no eran regaños, no, todo lo contrario, parecía dolida, y en verdad lo estaba.

Meses atrás, una hermosa chica rubia de ojos azules, ya con dieciocho años se dirigía a un lugar en específico, se dirigía a hacer algo en específico, hablar con una persona que, estaba segura, no quería dirigirle la palabra, pero igual lo haría.

—¿Qué querés? —le preguntó seria, arrogante, indiferente como siempre.

—Solo quería decirte que... —pausó unos segundos, parecía difícil decir aquellas palabras —. Me voy a casar... —soltó de un momento a otro.

La mujer aquella, abrió los ojos de sobre manera, claramente, se esperaba todo menos eso, pero a los minutos volvió a su estado normal, tratando de mantener su carácter estable.

—¿Y por que venís y me lo decís a mí? —volvió su mirada hacia una taza de té que anteriormente estaba bebiendo.

—Porque sos mi madrina, y aunque no parezca, después de todo lo que me has hecho, no hay tanto odio en mi ser como para no guardarte un poco de cariño, aunque me has tratado mal, has sido la única familia que he tenido, y... —quizás iba a parecer más que estúpido lo que iba a decir, pero como ella decía, aún guardaba un poco de cariño para ese ser humano que parecía ser lo único que le faltaba —. Quiero que estés en mi boda... —la mujer aquella, estuvo a punto de ahogarse con el té, parecía que hoy la rubia menor, se había dispuesto a darle todo tipo de noticias inesperadas.

Olvidémonos de ellos |SIMBAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora