Capítulo XXIV [Enamorarse]

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Una semana después...

Una semana. Ha pasado una maldita semana desde que esa mujer apareció en la mansión, una semana desde que Sharon se fue sin dejar rastro y una semana de que no consigo nada más que estrés y dolores de cabeza.
He buscado hasta debajo de las piedras y no encuentro ni a Sharon ni a la mujer y estoy empezando a morir lentamente de la impotencia.

No he podido ni entrenar bien, no he hecho nada bien, es como si después de la visita de la misteriosa mujer todo se descontrolarla.

Altas ganas de pegarme un tiro tengo en este preciso instante.

Le comenté a Matteo que debía buscar a alguien, (obviamente no le dije a quién y porque) así que me está ayudando con la investigación y lo veré en su casa en un par de horas.

— ¡Amiga! — la voz chillona de Jazmín aumenta mi jaqueca. — Tenemos que hablar. Hace más de una semana que te besaste con Matteo en frente de todos y yo quiero saber si están o no juntos para dar la exclusiva del Fab&Chic porque últimamente estamos perdiendo sub...

— Cállate. — la interrumpí y frote mis cienes con los dedos.

— Amiga, ¿Qué te pasa? Primero dices que no quieres fiesta de cumpleaños, luego arremetes contra la de Ámbar, para luego desaparecer como por dos días junto con Matteo y besarte con este cuando apareciste por fin...ah y como si fuera poco tienes nuevos patines y no me los enseñaste. ¿Por qué ya no me cuentas nada? — cuestiona Jazmín sentándose conmigo en la mesa donde estoy.

— No tengo porque rendirte cuentas de mi vida. — bufé y me levanté del asiento. — Tú y tú tonto canal se pueden ir a la mierd...

— Luna. — me interrumpe una voz que reconozco al instante. — ¿Podemos hablar?

Una sonrisa se escapa de mis labios al reconocer la voz.

— Claro que si. — sonrío. — Nos vemos luego, Jaz. — me despido de Jazmín.

— Vamos afuera, necesito un poco de aire fresco. — propuso.

— Dale.

Veo como una casta sonrisa se dibuja en sus labios y sonrío con ella, la extraño tanto.

Delfi.

Mi amiga Delfi.
Aquella amiga con la que hacía pijamadas, aquella amiga que conocía todos mis secretos, hasta los más obscuros.
Aún recuerdo cuando golpeé a Gaston por ser un patán con ella. Siempre la defendí de todo y ella a mí. Éramos inseparables, no había día en el que no riéramos juntas mientras comíamos palomitas sentadas en mi cama. No había ocasión donde yo no fuera a su casa después de pelearme con mi madrina.
Siempre estábamos incondicionalmente para la otra. Sin excepción.

Y luego lo arruine.

Supongo que era un final esperado.
Ella se canso de toda la maldad, de toda la desesperación y los inútiles planes que había en mi interior y para que le bomba estallara, le prohibí ser novia de Pedro.
Eso la enloqueció, y con toda la razón, yo no soy dueña de nadie así que no debí hacer eso.

Supongo que tenía miedo de perder a mi amiga y al final fue justo lo que pasó.

Nos sentamos en la banca de la plaza.

— ¿Y? ¿Qué me querías decir? — comencé a hablar.

— Si, en realidad quería preguntarte algo...— hizo una breve pausa y suspiro. — ¿Qué te pasa, Luna?

— ¿A mí? Estoy perfecta.

— Sabes que puedes mentirle a Jazmín, a Matteo, Simon e incluso a tú madrina, pero a mí, a mí no. — me sonríe. — Te conozco mejor de lo que me conozco a mi. ¿Qué te pasa?

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