Gorda

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Gorda. Esa era la imagen que me daba el espejo cada vez que pasaba por delante de su critica mirada de cristal.
Gorda. Quizas el espejo se equivocaba, pero asi me veía yo cada vez que analizaba o media las partes de mi cuerpo.
Gorda. Eso me grito uno y mil pibes. Una y mil pibas. Esa fue la gota que creo yo, colmó el vaso.
Yo sabia que mi peso no era el ideal, pero no me daba cuenta de que la gente también lo sabia, o no lo quería ver.
Me medí una y mil veces, la balanza se convirtió en la que decidia si ese dia había sido o no productivo.
No quería hacer esfuerzo, no quería bajar mucho de peso. Solo ser mas saludable.
Necesitaba de los trucos que tiene internet, todo iba a solucionarse en un mes. Eso decía la chica que recomendaba la dieta.
Los resultados no llegaban, me costaba comer eso y yo cada vez me sentía mas gorda.
“Metodos fáciles para bajar de peso”. La búsqueda milagrosa que me hizo conocer a las que iban a convertirse en lo mas importante de mi vida, Ana y Mía. 
A mi mente fantasiosa y lastimada le pareció una buena idea, iba a hacerlo por poco tiempo, nadie se iba a dar cuenta, nada malo podía pasarme.
Instagram se volvió mi motivación. Ana y Mía mis diosas.
Pasó el tiempo, y yo cada vez estaba más flaca. La “dieta” estaba dando resultado, no iba a dejarla.
Un kilo menos, un grado mas de aceptación.
Mis viejos. Lejos de preocuparse, me felicitaron, “por fin decidis cuidarte hija”. Parece que no sabían, o no querían saber que estaban orgullosos del creciente trastorno que crecía en mi interior.
Un talle menos, un halago mas.
Empezó a entrarme la ropa linda, la moda me quedaba bien. Las vendedoras me dejaron de mirar preocupadas por mi talle, y comenzaron a mirarme como a una persona normal. Aunque estaba muy lejos de serlo.
Un centímetro menos, un poco más cerca de mi obsesion.
La anorexia y la bulimia se volvieron lo único que me importaba. No comía, y cuando lo hacia, sentía que la comida me quemaba el estomago. Sentia que mientras mas segundos estaba en mi organismo, mas gorda iba a estar.
Una costilla mas, un poco menos de cordura.
El dolor físico del hambre era lo mejor que me podía pasar. No estaba enferma, ellos solo no entendían el sentido de la verdadera belleza. Ellos no me entendían.
Mi peso era muy poco saludable. Los vomitos aparecían con o sin comida en mi estomago y estaban cargados con el tinte rojizo de la sangre. Deprimida. Con ganas de morirme. No podía estar parada sin desmayarme. El vello corporal crecia cada vez mas rápido. Deje de menstruar. Estaba simplemente rota, y seguía vomitando.
Me seguía lastimando. Mi cuerpo me gritaba que si no comia me iba a morir, mis viejos me gritaban lo mismo. Y yo, seguía vomitando.
Llegue al limite. Me desmaye y me golpee la cabeza. Termine internada.
Me pusieron suero. Lo único que pregunte fue si eso me iba a engordar. Nadie me respondió. Los médicos ni se preocuparon en darme esperanzas y me dijeron, “De esta capaz salgas, seria un milagro. Pero si no comes, la próxima no la aguantas”.
Ana y Mía me habían traicionado. Mi cuerpo me había delatado. Mis viejos, decepcionados.
Me dieron de alta. Lo primero que hice fue pesarme. Habia aumentado unos cuantos cientos de gramos.
Tuve una crisis nerviosa.
Mi cuerpo parecia el de un veterano de guerra. Cortes en los brazos, en las piernas, y en todos los lugares qué habian aumentado su tamaño. Escualida.
Horrible. Asi me veía.
Hermosa. Así me sentia.
Me internaron. A la fuerza.
No, no voy a contar que me recuperé totalmente. Estoy en eso.
Me obsesione, y casi salgo de mi casa en una funda negra.
Me obsesione, y aca estoy. Llorando por cada bocado, reteniendo mis ganas de vomitar cada vez que trago.
Me obsesione, y aca estoy, temiendo un “gorda”, odiando un “flaca”.
Entre el cielo y la tierra. La vida y la muerte. Entre sentir un hermoso dolor, o el dolor de la derrota. El dolor de la comida en mi estomago.
Gorda, esa es la imagen que temo.
Gorda, es la imagen que necesito.

Our warWhere stories live. Discover now