Capítulo 28

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Aurora decidió que el día del cumpleaños de Christopher celebraría un picnic para la generación joven de la familia en la mañana y una cena elegante en la noche, en la que Christopher había insistido que se anunciara su compromiso; lo que le había parecido una idea excelente.

–¿Te puedo ayudar en algo, cariño? –Christopher le besó la frente a Aurora, interponiéndose entre ella y la pantalla del computador–. Te ves hermosa mientras trabajas. Tan seria y concentrada.

Aurora sonrió, elevando sus ojos grises hacia él. Christopher besó sus labios con suavidad, provocando que Aurora pasara los brazos por su cuello para acercarlo más a sí. Fue un beso largo, que se resistían a terminar.

–Mmm... –murmuró Aurora contra sus labios– debo continuar con lo que hacía.

–Lo sé, yo también quiero continuar.

–¡Christopher! –lo regañó entre risas. Él se levantó, llevándola consigo–. ¡Amor, detente! –rió muy fuerte.

–Tu risa es preciosa –la retuvo en sus brazos– no me canso de escucharla. Es tan refrescante y agradable, melodiosa.

–Siempre sabes cómo halagarme, ¿eh? Creo que eso te servirá durante nuestro matrimonio.

–Eso espero –Christopher soltó divertido. Aurora frunció el ceño, aunque volvió a reírse– ¿qué dices cariño, necesitas ayuda?

–Es tu cumpleaños, debe ser una sorpresa.

Bien... –aceptó con reticencia– ¿y para anunciar nuestro compromiso?

–Una cena de compromiso –respondió con precisión– en la Mansión Cavalcanti.

–¿Una fiesta en la Mansión de tus padres? ¡Eso causará revuelo! –abrió desmesuradamente sus ojos verdes, para dar énfasis a su declaración, en referencia a la reconocida reticencia de los Cavalcanti para celebrar fiestas.

–Lo sé, pero solo será para la familia y amigos íntimos. Además, soy su única hija.

Christopher sonrió, incrédulo aún por el rumbo que había tomado su vida desde que Aurora había ido a la casita de la playa. Imposible, recordaba haber pensado, pero era una palabra que había quedado totalmente sinsentido pues ahora estaban enamorados, comprometidos y una maravillosa vida se perfilaba para ellos. Era el cielo, junto a Aurora. ¿Quién habría imaginado que se podía ser tan feliz?


***

–¿Lo ven? ¡Todos sabíamos que ustedes terminarían juntos! –observó Rose con suficiencia, elevando la barbilla con presunción– ¿no les dije?

–Sí, lo sabíamos. Son la pareja perfecta –Beth asintió encantada, con una gran sonrisa– me alegro de que estén juntos.

–¡Tal como lo imaginaba! –André anunció divertido–. Todos están felices y enamorados y en una nube rosa, etcétera. ¿Alguna novedad aparte de esa?

–No seas aguafiestas, André –Alex sonrió a su lado, abrazando a Danaé contra sí– ¿por qué no eres feliz como todos? ¡Oh sí, porque no estás enamorado!

–Eso sería lo último que provocaría mi felicidad –refunfuñó André, aunque sintió una punzada extraña porque su mente hubiera conjurado unos ojos azules tan familiares... y tan lejanos.

–Solo lo dices porque no has estado enamorado, hermanito –respondió feliz Danaé, tomando la mano de Alex– es maravilloso.

–Y se siente tan bien –añadió Marcos, uniéndose a la conversación– ¿cómo están todos?

–Discutiendo sobre mi vida privada –frunció el ceño André– cuando deberían hablar sobre los novios.

–¿Es oficial, ya? –Marcos miró a Aurora y Christopher–. Felicidades, serán muy dichosos en su matrimonio.

–¿Matrimonio? –Rose abrió sus ojos celestes con sorpresa ante las palabras de su hermano gemelo– ¿se casarán tan pronto? ¿Por qué lo dices, Marcos?

–¿Acaso nadie ha visto el anillo de compromiso de Aurora? –resaltó extrañado, mientras las miradas se dirigían a la mano izquierda de Aurora, que se sonrojó.

–No pude evitar usarlo, es hermoso –contestó un tanto azorada, mirando a Christopher con amor.

–Te amo tanto –Christopher la besó con cariño.

–No, por favor –protestó André, poniendo en blanco los ojos– si alguien me hubiera dicho que era una especie de cursi celebración de San Valentín, no habría asistido. Era un cumpleaños, ¿no?

–André, a veces eres realmente insoportable –lo reprendió Beth. Él arqueó una ceja, retándole a decir algo más–. Olvídalo.

–Eres sabia, André jamás nos escuchará –acotó Marcos con tono indiferente– no hasta que se enamore, al menos.

–Él ya se enamoró –añadió Danaé, pensativa.

–¡Ahí vamos de nuevo! –André puso las manos en alto–. ¿Alex ya te ha convencido de esas ideas absurdas? ¡Yo no estoy ni estuve enamorado! Y, ciertamente, jamás lo estaré. ¿Me dejan tranquilo ahora?

Se escucharon varias risitas mientras André se alejaba con los brazos cruzados, en gesto enfadado, hacia Ian, el esposo de Rose; y Lucian, el esposo de Beth, quienes charlaban en el campo de golf cercano.


***

–Un brindis porque el compromiso que hoy inician, sea un camino lleno de felicidad y amor, mucho amor –recalcó Fernando, tomando la mano de su esposa Carolina y sonriendo– por Christopher y Aurora.

–¡Por Christopher y Aurora! –corearon los presentes en la cena, elevando sus copas y bebiendo a la vez, por la feliz pareja, que no se había separado desde que llegaran a la Mansión Cavalcanti, donde se celebraba la cena de compromiso, que también festejaba el cumpleaños de Christopher.

–¿Habrías imaginado que nuestros hijos se enamorarían? –comentó Melina, madre de Aurora, a Carolina– mi Aurora y el hijo de la mejor amiga de mi hermana.

Carolina asintió, con orgullo. Realmente, Christopher era el hijo que siempre había deseado tener. Era su hijo.

–Sí, mi hijo. Aún recuerdo cuando eran unos niños, siempre juntos, a cualquier lugar. ¿Debimos sospecharlo, no?

–Supongo que sí –contestó Mel, pensativa–. Daniel no quería que Aurora creciera jamás, lo volvía loco la idea de que se enamorara.

–Típico de un padre celoso –rió Carolina divertida–. En cuanto a Fernando, deseaba que Christopher se enamorara de Rose, ya sabes, la hija de su mejor amigo y todo eso... ¡cómo si nosotros tuviéramos opinión en eso!

–Exacto –confirmó y dirigió sus ojos grises, idénticos a los de su hija Aurora hacia ellos–. Se ven tan enamorados, les irá bien.

–Indudablemente –suspiró Carolina– son una pareja encantadora.

–Y no porque sean nuestros hijos, pero son guapísimos –continuaron alabando, mientras los novios, ajenos al mundo a su alrededor, seguían disfrutando de su amor y el compromiso que sellarían en unos meses y había iniciado años antes.

Siempre tú (Italia #9)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora