Capítulo 19

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–Pero no están saliendo... –Rose pronunció risueña mientras se acercaba a ellos. Detrás venía Christopher, profundamente serio y sin mirarlos.

–Rose, no seas grosera –la reprendió Beth, llegando de la mano de su esposo Lucian– es una falta total de cortesía lanzar ese tipo de comentarios.

–¿Por qué...? –Rose cerró la boca con fastidio. Más que nada, porque notó la incomodidad de Christopher a su lado–. ¿Dónde estaban, Beth?

–Le mostraba a Lucian uno de los jardines laterales, es precioso. Además, hemos estado charlando con Marcos y Mía, lucen tan felices.

–Están enamorados –Lucian sonrió a su esposa–. Me gustan las bodas.

–¿Quién lo imaginaría? –Beth lo besó en la mejilla y todos rieron.

–A veces todos son unos verdaderos niños –Aurora los miró con sus ojos grises fijamente por varios segundos y alternativamente–. Ryan y yo somos... amigos –enfatizó la última palabra– por el momento –añadió, inconscientemente.

–¿Por el momento? –Ryan preguntó con sorpresa y todos volvieron a reír–. Me gusta esta nueva actitud.

–No es día de hablar de mi vida privada –Aurora lo reprendió con una sonrisa leve–. Es la boda de Marcos y es de él de quien debemos hablar. ¡Ah, además quiero bailar! ¿No te parece que deberíamos...?

La mano que Christopher le extendió no permitió que terminara la frase. Se quedó mirándolo, sin entender qué pretendía. ¿No podía estar intentando que bailara con él, verdad?

–¿Bailas conmigo, Aurora? –Christopher pronunció finalmente, ya que ella no hacía más que mirarlo con incredulidad.

–Yo... –sintió los ojos de todos fijos en ella. En lo que diría. No podía decir demasiado sin delatar lo sucedido entre ellos... pero tampoco lo quería cerca. ¿Por qué le hacía eso?–. Por supuesto –declaró al final y depositó suavemente su mano en la de Christopher. Se dirigieron a la pista de baile donde una melodía había empezado a elevarse en el aire.

–Esto es extraño –murmuró Christopher mientras hacía que Aurora girara– parece como si todo fuera una realidad lejana –ella no respondió–. Tú en mis brazos, juntos todo el tiempo, charlando y riendo, discutiendo... lo extraño –susurró.

–Christopher, no –Aurora se puso rígida entre sus brazos– ¿qué estás haciendo?

–No lo sé –inspiró hondo. Sus ojos verdes lucían atormentados–. Creo que me gusta torturarme.

–¿A ti? ¡Tú no sientes nada por mí, Christopher!

–Yo nunca dije eso...

–Bueno, no, pero... –Aurora intentó mantener un semblante impasible–. ¿Por qué haces esto? ¿Por qué ahora? ¡Tú no eres libre y yo...!

–¿Tú...?

–No quiero nada contigo –ella giró su rostro para que no la viera–. Te quiero lejos de mí, Christopher. Fuera de mi vida, de toda mi vida.

–¿Crees que no lo quiero también? –Christopher elevó la barbilla–. Desearía que fuera tan fácil sacarte de mis pensamientos y de mi corazón, sin embargo no lo es. Y, me temo, que en adelante será peor aún.

–¿Por qué lo haces? –insistió Aurora–. No tiene caso. Tú tienes a Caterina y yo... a Ryan. Así es como debe ser.

–No lo creo. Yo...

–¿Qué? ¿La dejarás? ¿Debo esperarte con los brazos abiertos cada vez que decidas volver? –Aurora reprochó con cansancio–. No sé qué piensas, pero mi vida no se detiene por ti. Yo he decidido continuar, sea con Ryan o sin él... solo continuar.

–Sin mí.

–Tal como tú lo decidiste.

–Sé que es egoísta, pero no soporto verte con alguien más.

–Más que egoísta, es absurdo –Aurora negó levemente–. No te entiendo.

–Es complicado.

–Solo puedo imaginarlo... –murmuró en un suspiro–. De pronto, el bailar perdió todo su sentido. Quiero ir a sentarme.

–No, terminaremos la pieza –por primera vez en mucho tiempo, Christopher la contradecía abiertamente. Claro, lo había hecho mientras salían, pero en su tiempo de amistad, nunca. Era extraño.

Aurora se encogió de hombros y continuó bailando, perdida en sus pensamientos. La melodía se deslizaba con lentitud, y ni siquiera notó cuando Christopher la acercó a su cuerpo. Se adaptaban perfectamente, como si estuvieran destinados a ese momento, juntos. Apoyó su cabeza sobre el pecho de él hacia el final de la canción y lo abrazó brevemente. Él la estrechó contra sí, deseando que no tuvieran que separarse jamás. ¡Cómo la amaba!

Las últimas notas hicieron que Aurora se separara de un solo golpe, le dirigió aquella mirada indescifrable y una sonrisa que no terminaba de ser real. Se alejó.

Por una vez, Christopher no tenía la menor idea de lo que había visto en los ojos grises de Aurora.

–¿No son adorables? –la voz de André se elevó del grupo cuando se acercaban–. Nunca he terminado de creer que entre ustedes no exista nada más –rió divertido.

–André, no seas... –Beth lo reprendió al tiempo que Alex le daba un codazo en el costado–. Cállate.

–No estoy diciendo nada que sea una novedad –se encogió de hombros–. De cualquier manera, iré a atender unos asuntos –pronunció mientras se alejaba en compañía de su novia.

–¿Quieres pasear por los jardines, Ryan? –Aurora lo miró con intención. Él asintió.

Cuando se alejaron, charlando y riendo, Christopher sintió ira y dolor. ¿Cómo podía estar sucediendo todo esto? ¿En qué momento se había torcido así su vida? Le encantaría precisar qué era lo que había hecho tan mal... no podía ser justo.

No quería perder a Aurora, pero ya la había perdido. No quería perder a Caterina... y podía perderla. Se sentía abatido. Y una boda no era el mejor lugar para sentirse miserable. Solo le recordaba lo que no tendría.

Se disculpó, levantándose de la mesa, para dirigirse a su auto. Era suficiente. No podía hacerlo más. Tenía que alejarse. Lo necesitaba.

–Así que... es él.

Aurora se detuvo para mirar a Ryan de frente. Habían paseado en silencio por unos minutos. Inspiró hondo.

–Él... –Aurora sonrió, mirando al suelo– es él.

–Lo imaginaba –Ryan le pasó un brazo por los hombros–. ¿Estás bien? ¿Quieres hablar de lo que pasó?

–No podría hacerte eso –negó, suspirando–. Sé que tratas de ser un buen amigo y eres un gran hombre por ello, pero no es necesario hablarlo. Se terminó.

–¿Irrevocablemente?

–Definitivamente –susurró y empezó a caminar, elevando el rostro con altivez, como si de esa manera alejara el dolor de ella.

Siempre tú (Italia #9)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora