Capítulo 18

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–Ryan, te presento a unos amigos –Aurora lo tomó de las manos para acercarlo más al grupo–. Alex, Danaé y Rose –los fue señalando– a Christopher ya lo conoces.

Ryan asintió con una sonrisa amable, intentando recordar los nombres de cada uno de los presentes. Y miró al hombre de ojos verdes que lo taladraba con la mirada. Christopher, ¿no había dicho Aurora que solo eran amigos? No parecía ese el caso precisamente. Debía observarlos con cuidado para no ilusionarse por la invitación que Aurora había realizado.

–Es un placer. Aurora habla mucho de todos ustedes.

–Pues nosotros no hemos escuchado nada de ti –comentó Rose con una sonrisa divertida–; así que, ¿por qué no nos cuentas quién eres y qué haces aquí?

–¡Rose! –Aurora la miró con asombro y la regañó– ¿por qué lo interrogas así? No es apropiado que...

–Ya lo sé –Rose puso en blanco los ojos–; pero, ¿qué quieres que haga? ¡Ni siquiera sabíamos que salías con alguien!

–Nosotros no... –dijeron los dos al mismo tiempo. Se miraron y sonrieron. Christopher sintió náuseas.

–Seguro que no –Rose soltó con tono de autosuficiencia.

–Ha sido suficiente –Danaé intervino con una sonrisa amable–. ¿Te estás divirtiendo, Ryan? ¿Te ha gustado la boda?

–Mucho. Los novios lucen muy felices.

–Están muy enamorados –afirmó Danaé con alegría.

Ryan miró fugazmente a Aurora, quien sonrió levemente. Era hermosa e inteligente, elegante y educada. Era perfecta. Y él la quería para sí.

Christopher se levantó para servirse una bebida. Necesitaba algo fuerte, que calmara su ánimo e hiciera que olvidara todo. ¿Por qué había accedido a venir? ¡Solo quería marcharse de ahí! Mirar como Aurora le sonreía a ese tal Ryan, como él no podía apartar sus ojos de ella o como continuaban tomados de la mano... ¡se estaba volviendo loco!

Y no debería sentirse así. No era correcto. Él debería calmarse. Necesitaba calmarse. Sin embargo no lo lograba. ¡Maldición, realmente la amaba!

–Así que... ¿por qué no estás con Aurora? –Rose dijo al acercarse.

–¿Por qué me preguntas eso? ¿A qué te refieres?

–Todos lo notamos, Christopher –apuntó, poniendo los ojos en blanco–. Solo que yo seré la única que te lo diga. La amas, es evidente.

–Yo no... –Christopher soltó el aire despacio– ¿qué tan evidente?

–¿Recuerdas cuando Alex miraba a Danaé con su ex novio Kyle? –Christopher asintió–. Más.

–¿Más que Alex? –chasqueó la lengua–. Eso no es posible.

–Créeme, lo es. Y solo hay una persona que no lo ha notado.

–¿Ryan?

–No, creo que él debió ser de los primeros –rió, desenfadada–. Aurora.

–¿Aurora no sabe que la amo?

–¿Crees que sí? –Rose entrecerró sus ojos celestes– ¿por qué pensaría que la amas? ¡La dejaste por otra mujer, tu ex novia nada menos!

–No es lo que parece –masajeó sus sienes con las manos– es complicado.

–Lo sé y es por eso que quiero escucharte. ¿Por qué no me lo cuentas?

–Rose, yo... –Christopher suspiró– no es el lugar.

–¡Pero si ya nunca te encuentro, Christopher! ¿Qué es lo que está sucediendo contigo? Ni siquiera pareces el mismo de antes.

–En eso no te equivocas. Ya no soy el mismo.

–Pero ¿por qué? ¿Qué está pasando?

Christopher inspiró hondo varias veces. Rose no cejaría en su intento, además que era su mejor amiga. Sin duda, era la mejor persona para escucharlo.

–Caterina está enferma –soltó con tono sombrío.

–Eso ya lo sé. Por eso no está aquí, ¿verdad?

–No, no con una enfermedad cualquiera. Realmente enferma... –mientras Christopher relataba lo sucedido, Rose intentaba mantener un semblante impasible. Tampoco era cuestión de que todos se preocuparan por lo que estaban hablando entre ellos. Y sabía que había por lo menos dos personas que no dejaban de mirarlos. Aurora y Ryan.

–Me gusta mucho tu familia –comentó Ryan esbozando una sonrisa.

–Gracias, querido –Aurora respondió con tono ausente. Carraspeó un poco y le apretó la mano–. Me alegra que estés aquí.

–Te confieso que me sorprendió la invitación. Pero, ¿cómo decirte que no?

–Qué gracioso... –ella suspiró, clavando sus ojos grises en él– sería tan fácil enamorarme de ti.

–Pero...

–Pero, por alguna razón, no me es posible.

–Hum –Ryan le besó el dorso de la mano– ¿quizá por qué estás enamorada de alguien más?

–¿Es eso posible? –Aurora abrió la boca con fingida sorpresa–. Pensé que era una especie de princesa de hielo que no sentía nada.

–¿Quién te dijo eso? –sonrió Ryan, divertido–. Eres, si quieres, una diosa de hielo.

–Qué tonto eres –rió, negando levemente.

–Bien, en realidad, no creo que seas de hielo, Aurora. Jamás lo pensaría. Eres muy dulce y generosa, además de inteligente y hermosa –él le pasó un dedo por su barbilla, para que lo mirara– de verdad.

–Desearía poder amarte, Ryan.

–Ojalá fuera tan fácil –elevó sus manos en signo de derrota. Aurora apoyó la cabeza en su hombro y suspiró. Sí, ojalá fuera posible.

–Así que, ¿eres americano? –Danaé inquirió y Ryan asintió–. Mi cuñado Lucian Beckett es americano, quizá lo conozcas.

–Su nombre me es familiar... ¿famoso? –preguntó con curiosidad.

–Debes verlo por ti mismo –Alex intervino encogiéndose de hombros–. Quizá lo reconozcas así.

–Probablemente –Ryan miró a su alrededor, intentando adivinar quién era el otro americano en la familia de Aurora. Sin embargo no era tan fácil, todos parecían hablar italiano perfectamente–. ¿Habla italiano?

–Fluidamente –Aurora contestó aprobadora– mejor que tú.

–¡Eh, me ofendes! –Ryan la abrazó juguetonamente. Aurora puso los ojos en blanco–. ¿Ahora me darás un beso?

–¿No cederás, verdad? –ella colocó la mano en su mejilla y lo besó–. ¿Contento?

Siempre tú (Italia #9)Where stories live. Discover now