Capítulo 4

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–Detesto el calor –se quejó Aurora cuando Ryan se sentó junto a ella, en la arena–. Pensé que me invitabas a una cabaña.

–¿Y qué es esto? –él observó a su alrededor, con una sonrisa burlona.

–Esto... es una casa de playa. Es muy diferente a una cabaña –puso en blanco los ojos–. En principio, porque se supone que una cabaña está en el bosque o algo por el estilo. ¿No te parece?

–No, no me parece –Ryan le tomó la cara entre las manos– ¿me besas?

No –Aurora se levantó de la silla en la que estaba recostada–. Creo que iré a buscar a Alice.

Eran un grupo considerable de personas reunidas porque Ryan, el anfitrión, partiría pronto a Estados Unidos y era una fiesta de despedida que, irónicamente, él mismo había organizado.

Aurora había conocido a Ryan hacía varios años y él había insistido en mantener una relación con ella. Cuando había desistido, habían llegado a ser finalmente amigos y descubrió que él era muy agradable y divertido. Sin embargo, nunca faltaban las bromas y sugerencias que normalmente toleraba. Solo que, estos días, no estaba del mejor ánimo para hacerlo.

–No te enfades –Ryan le puso una botella de agua mineral fría frente a ella– ¿estamos bien? –sonrió.

–Bien –asintió ella y esbozó una leve sonrisa. Debería ser fácil sentirse atraída por un hombre; bueno no, debería ser fácil elegir a uno perfectamente ideal cuando se dejaba de lado el sentimentalismo. La lógica. La frialdad. Ella.

–¿Me acompañas a dar un paseo? Hay un pequeño poblado cerca de aquí que podría gustarte –sugirió Ryan. Aurora no pudo evitar sonreír abiertamente. Se notaba que él no la conocía nada. ¿Un pequeño poblado que le gustaría? Sin duda, iba a ser más que complicado dar con ese hombre que necesitaba, si es que alguna vez lo encontraba.

–Por supuesto –contestó con amabilidad mientras tomaba su brazo y se dirigieron hacia el auto que los esperaba.

Mientras caminaban, Ryan le ofreció la mano y Aurora la tomó. Esperaba que el paseo no se alargara, pues realmente le gustaba la exposición solar al mínimo y ese día, en una playa... bien, no podía ser peor.

O sí. Quizá si podía, porque podía jurar que quien venía en su dirección era Christopher. Y no venía solo, observó a una mujer que se colgaba de su brazo. Como si eso a ella le importara.

–Hola, Christopher –Aurora se escuchó decir, sin siquiera planearlo cuando él estaba a varios pasos de ellos aún. Decididamente, él estaba más que sorprendido–. Qué coincidencia tan... agradable –completó con tono monocorde–. Ryan –miró hacia su amigo– seguro que recuerdas a Christopher.

–Muy bien –murmuró Ryan con aburrimiento. ¿Cómo no iba a recordar al único hombre constante en la vida de Aurora? Ella ni siquiera había querido considerar una relación con él y no lo había entendido. Parecían tener mucho en común... hasta que conoció a Christopher. Aurora y Christopher parecían compartir un lazo inexplicable, que ni siquiera ellos parecían entender. Bufó–. ¿Cómo te encuentras?

–Sorprendido –contestó Christopher entrecerrando los ojos brevemente–. Que gusto verlos también –giró hacia la mujer que lo acompañaba–. Ella es Caterina, mi novia –presentó.

La estupefacción en el rostro de Ryan era sorprendente. ¿Qué había de raro en que él tuviera novia? –pensó Christopher. A continuación miró a Aurora que tenía sus ojos grises fijos en Caterina, con frialdad. Él se limitó a poner en blanco los ojos, con cansancio.

–Un placer –Aurora soltó con seca cortesía. Miró alternativamente a Ryan y Christopher, casi sin percatarse. Se encogió de hombros– ¿de viaje?

–Evidentemente –dijo con brusquedad Christopher. La actitud despectiva de Aurora hacia Caterina lo enfadaba, enormemente–. Nos esperan –se despidió y asió con mayor firmeza la mano de su novia.

–¿Nos acompañarían a comer? –interrogó Ryan, para sorpresa de todos–. Nos íbamos a detener en unos minutos.

–No, gracias –declinó Christopher–. En realidad, preferimos...

–Los acompañaremos –Caterina interrumpió, significativamente–. No hay problema, Chris –aseguró, cuando él la miró interrogante.

Aurora estiró los labios brevemente, en lo que Christopher suponía intentaba ser una sonrisa. Ella creía poder manejar sus emociones a su antojo, pero lo cierto era que él dudaba que tuviera emociones siquiera.

Christopher dejó que Ryan y Aurora continuaran unos pasos delante de ellos, guiándolos hasta el lugar destinado a compartir una comida. No entendía aun que pretendía Caterina, sin embargo decidió que lo preguntaría más tarde, no podían hablar ahora mismo sin que los escucharan. Y no pensaba discutir ahí.

Aurora se colgó del brazo de Ryan, solo imaginando lo que él pretendía. Siempre había visto a Christopher como un rival, lo cual estaba tan alejado de la realidad, pero a ella no le había importado, ya que lo quería como a un amigo y nada más. Si todos se sentían amenazados por su amistad con Christopher, pues no eran la clase de hombre que quería a su lado. No serían capaces de sobrellevarla.

Ella lo sabía. La mirada despectiva de Christopher mostraba claramente lo que pensaba sobre su manera de ser y nunca le dio demasiada importancia. Era su mejor amigo, quizá quien mejor la conocía, sí. Pero al mismo tiempo, era tan solo un hombre más... a quien ella podía acudir siempre que necesitara a alguien. ¿Por qué serían importantes sus opiniones? Realmente, detestaba cuestionarse a sí misma y más aún cuando trataba de mantener una expresión serena.

Sentados frente a frente, Aurora se preguntaba en qué momento Christopher se había convertido en el novio ideal. Bueno, ¿cómo podría no preguntárselo cuando estaba tomando la mano de su novia con delicadeza, entrelazaba sus dedos con ella, sonreía ampliamente y sus ojos verdes parecían iluminarse con solo mirarla? Ni bien habían llegado, él se había adelantado para retirarle la silla y le había murmurado algo, que hizo que riera como idiota. No le agradaba ella, decidió Aurora, seguramente sería algo pasajero.

Una vez ordenaron, Aurora intentó mantener una conversación neutral sobre el lugar en el que estaban, lo que le supuso un gran esfuerzo pues detestaba la playa, el calor y la arena. Christopher se limitaba a participar de vez en cuando y sonreía burlón hacia ella, de seguro riendo internamente dado que conocía su aversión a todo lo que intentaba alabar tan positivamente. Pero, realmente ¿qué podía hacer ella? Necesitaban un tema de conversación y había sido el primero y más lógico en aparecer en su mente.

Christopher se estaba divirtiendo. Sorprendentemente, estaba divertidísimo con las descripciones que hacía Aurora sobre las tonalidades del mar. Él podía saberlo, su interés fingido era evidente pues sus ojos estaban apagados, su sonrisa artificial y su voz sin inflexión alguna. Sonrió más ampliamente cuando ella concordó con el oleaje ideal para realizar surf que había manifestado su acompañante y había aceptado surfear más tarde. ¡Estaría encantado de ver eso! ¿Aurora sobre una tabla de surf? ¿Aurora con su cabello negro suelto, despeinado y lleno de arena en el mar? ¡Hablando de cosas absurdas e inéditas!

–Realmente es hermoso este lugar y poco conocido –asintió Aurora, sonriendo brevemente hacia Ryan–. Él tiene una casa de playa aquí y es el motivo de nuestra visita. ¿Cuál es el de ustedes?

–Viaje romántico –contestó Caterina con una sonrisa radiante–. Christopher lo sugirió y ha sido maravilloso –le dirigió una mirada llena de amor que logró que Aurora, por primera vez desde que recordaba, bufara con fastidio.

Siempre tú (Italia #9)Where stories live. Discover now