Capítulo 15

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Christopher se encontraba mirando al frente. El trayecto hacia la casa de Caterina había sido algo silencioso, ella se notaba agotada. Le acarició inconscientemente la mejilla, escuchando su rítmica respiración mientras dormía. Ahí, en ese instante más que en ningún otro, supo lo que tenía que hacer. Aquella habitación le traía cientos de recuerdos a la mente.

Recuerdos felices. Caterina... la había amado tanto. Aún la quería y le dolía lo que estaba pasando. Entendía el por qué ella no quería que nadie más lo supiera. Lástima, no –había dicho. Claro que lo entendía.

Solo que... no sabía dónde dejaba eso a Aurora. Él la amaba. Y también quería a Caterina. Caterina lo necesitaba y había estado con él por años. Aurora no lo necesitaba, podía sola con su vida en cualquier sentido; él siempre había sido nada más que un acompañante como cualquier otro.

Aurora era... bien, él ya no sabía que excusas más poner frente a sí para justificar su decisión. Sabía que era lo correcto, sin embargo dolía.

Hacía un par de horas, el mundo parecía perfecto y con total sentido. Ahora, se destruía frente a sus ojos. Caterina...

Posó la mano sobre su mejilla. Se veía tan delgada. Él se sentía muy preocupado. Debía convencerla de volver al médico y al tratamiento. Podía salvarse, podía tener una larga vida y cumplir todos sus sueños.

Sus ojos verdes se cerraron por un instante con dolor. Aurora... tenía que hablar con ella. Tenía que hacer lo más duro que nunca había hecho. Debía dejar a la mujer que amaba.

Y no que le pesara estar con Caterina. Todo ese tiempo juntos, él bajo ninguna circunstancia la habría abandonado ante esta adversidad.

Solo que, se había enamorado. De alguien más. Eso era un gran problema.


***

Aurora elevó sus ojos hacia los números marcados en la puerta de Christopher. No era inusual que se encontraran en su departamento pues disfrutaban viendo películas juntos últimamente. Solo que algo en su tono le había dejado una sensación extraña. Alarmante.

Christopher lograba controlar sus emociones y contagiar a las demás personas de su calma. Parecía dominar el lugar sin siquiera proponérselo. Era increíble las cosas que uno daba por sentado cuando se conocía a alguien de toda la vida. Ya no se cuestionaba cosas del otro, ni siquiera se fijaba en ciertos detalles que, sin duda, ahora ya no le pasaban desapercibidos.

Como por ejemplo, que Christopher tensaba la comisura de sus labios cuando algo lo molestaba, pero tan brevemente, que parecía una simple ilusión de la mente. También que si estaba feliz, sus ojos parecían agrandarse y volverse más intensamente verdes. Y si estaba enfadado, bueno, en su frente se formaban finas líneas, que, después de una breve respiración, desaparecían.

Él era increíble. No sabía cómo no lo había visto antes, era totalmente inexplicable. Pero realmente lo era. En cada uno de sus aspectos, Christopher era precisamente lo que quería en su vida. Lo que necesitaba. Lo que amaba.

Amaba a Christopher. Y, no supo en que instante, sin embargo sentía que eso no cambiaría. Lo amaría para siempre. Siempre sería él.

–Hola Christopher –Aurora sonrió y lo besó en los labios con suavidad– ¿cómo estás? –él la dejó pasar al interior del departamento–. ¿Pasa algo?

–Aurora... –sus ojos verdes la recorrieron con intensidad. La estrechó entre sus brazos brevemente, pero con fuerza–. Siéntate –pidió, soltándola.

Aurora lo observó con ojos curiosos, no obstante hizo lo que pedía. Esperó que él también se sentara y le dijera lo que fuera que quería decir.

Cuando nada de eso sucedió, Aurora empezó a sentir la tensión en el lugar. El ambiente parecía diferente, Christopher se sujetaba las manos con nerviosismo y dejaba vagar la mirada por cualquier lugar, evitándola.

La expresión de su rostro le confirmó que algo no iba bien. Inspiró hondo.

–¿Y bien? –Aurora habló con delicadeza, como si temiera que Christopher saliera corriendo en cualquier momento–. Estoy aquí, dispuesta a escucharte.

Christopher no parecía haberla escuchado. Por un momento cerró los ojos para luego abrirlos, mirándola directamente.

–Aurora, gracias por venir tan pronto –Christopher posó su cabeza entre las manos por un momento–. Tengo algo que decirte.

Eso era evidente, pensó Aurora. Deseaba que se lo dijera de una vez, esa intriga la estaba matando. ¿Qué tan malo era? ¿Qué podía haber cambiado en cuestión de horas? Apenas la tarde anterior habían estado juntos...

–Christopher... –susurró, tomando una de sus manos entre las suyas.

–Esto que debo decirte no es fácil –carraspeó un poco y finalmente la miró, con ojos llenos de resolución–. Este tiempo juntos ha sido maravilloso, Aurora. Créeme, lo ha sido. No puedo imaginarme mi vida sin ti –Aurora sonrió con dulzura. Christopher no podía mirarla sin que se le partiera el corazón con cada palabra–; y, a pesar de todo eso, de que he llegado a amarte como no lo pensé posible, me he dado cuenta que esto... –inspiró hondo– esto no funcionaría.

El rostro de Aurora adoptó una sorpresa inmediata. ¿Qué había dicho?

– Y sé que a pesar de lo que pueda sentir, entre tú y yo no puede existir nada más que una amistad. Un profundo cariño. Sí, te amo. Pero, quizá no de la manera que debería hacerlo... no de la manera en que pensamos que sería.

Aurora fue abriendo más y más sus ojos grises. ¿Christopher estaba dejándola?

–Ni siquiera me había cuestionado lo que sentía porque... –Christopher sintió como la mano de Aurora se deslizaba lejos de él. Empezó a sentir un vacío inexplicable–. Bueno, quizá no había querido pensarlo. Ahora, solo quiero decirte que...

–Espera –Aurora lo detuvo elevando la mano ante su rostro– ¿estás diciéndome que me amas pero quieres abandonarlo todo? ¿Por qué tan repentinamente? ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Qué cambió?

–Caterina... –pronunció con lentitud. Aurora clavó sus ojos grises con reproche en él–. Caterina volvió a mi vida.

–¿Sí? ¿Y? ¿Qué se supone que debo decir? –Aurora empezó a negar con lentitud–. ¿Simplemente era un reemplazo hasta que ella decidiera volver por ti? ¿No significo absolutamente nada para ti, Christopher?

–Por supuesto que sí –él no se veía capaz de hacerlo. Ni siquiera sabía qué estaba haciendo–. Yo solo quiero lo mejor para ti. Y definitivamente no soy yo. Tú mereces estar con alguien que te ame solo a ti.

–¿Estás intentando decirme que nos amas a las dos? –exclamó con rabia–. ¿Cuál es tu problema, Christopher? ¡¿Cuál?!

Aurora se levantó de un salto. Sentía sus ojos brillantes por las lágrimas que no se permitiría derramar. ¿Qué era lo que había dicho Christopher? Nada concreto, nada claro... y aun así, todo estaba perfectamente claro.

Para él, siempre sería Caterina. Ella no había sido más que un pasatiempo bienvenido, un entretenimiento mientras decidía que era lo que quería. ¿Qué se suponía que debía decir? ¡Había pensado que la quería! No, más. Había pensado, por un instante, que él la amaba.

Y solo estaba jugando. ¿Por qué con ella? ¿Por qué justamente ella?

–No puedo dejar a Caterina –respondió en voz baja Christopher–. Simplemente... no puedo –repitió, levantándose de su asiento.

Siempre tú (Italia #9)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora