Maldito color gris.

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Es un horrible sentimiento cuando sabes que todo lo que haces está mal pero aún así continuas por ese sendero, el amargo sabor de saber que un futuro feliz no está ni así de cerca de pertenecerte, que, la persona a la que amabas en realidad sólo es posesiva contigo, que no te ama, que te odia, y que incluso quiere verte muerta. ¿A Eso se le llamaba amor? ¿A eso se le llamaba vivir? Pero ¿Qué pasaba si no tenías más que ese futuro?

Kuroko pensó muchas veces que era mejor si se quedaba sin uno, que sería mejor dormir por medio de unas pastillas, o desangrado en la bañera, quizá por un fuerte golpe en la cabeza a la hora de una caída de grandes alturas o muy probablemente columpiarse con una cuerda en el cuello.

Entendía que las cosas no iban a mejorar si no hacia algo ¿pero que cosa podía hacer?¿dejar sólo a una persona que le necesitaba? Sabía que Aomine no estaba en sus mejores momentos, que incluso no estaba bien psicológicamente, pero quería ayudarlo, tenía la fiel creencia de que una persona podía cambiar por medio de voluntad. Pero a este paso, si era honesto consigo mismo, ni siquiera él estaba dispuesto a cambiar, ni él ni a su presente, por el miedo a no saber si empeoraba o no, por el miedo a no saber qué sería de él sin Aomine.

Aquella noche donde Aomine volvió de su trabajo un poco más temprano, Kuroko había hecho la comida a tiempo, preparó un poco de bebidas para ambos, y fueron como cinco minutos después de eso para que el moreno llegara del trabajo. Un aura extraña emanaba de aquel más alto que el celeste, una mirada fría con ese brillante azul eléctrico. Labios apretados, el ceño ligeramente fruncido, puños tensos, la sangre fría como si tuviera un corazón muerto. Sus ropas estaban manchadas de sangre ajena, y tuvo miedo de preguntar qué tanto pasó antes.

Kuroko no sabía si se había dado cuenta de su mentira, y tenía la cara pálida esperando alguna palabra de su pareja, casi le quería sudar frío y si no tuviera los cabellos mojados muy seguramente se notaría en él una anormalidad. Porque le dio miedo ver esa sangre, fresca, entre las rodillas, la altura de la cadera y de los pectorales.

--Te hice la hamburguesa...--Habló el celestes en tono bajo, bajando la cabeza y tocando la cerámica del plato con los dedos indice y pulgar. De momento, Aomine dejó caer el arma en a mesa, de un color mate con abolladuras en el mango por infinidad de golpes que había dado con esa cosa. Kuroko se sobresaltó pero ni una palabra salió de él, y con la vista en el arma se cuestionó ¿y si acaba con esto por medio de una bala en la cabeza? Pero no la suya, sino, la de aquel que estaba ahora detrás suyo. ¿A cuántas ideas enfermizas iba a llegar?

--Gracias, Tetsu, voy tuve un día pesado, de hecho, me enojé un poco en mi trabajo y por eso llegué temprano. Pero ya estamos justos--Aomine besó los cabellos del celeste mientras este continuaba sentado, suave, y gentil, tanto como si el de porcelana fuera él.--¿Me estuviste esperando?¿Por qué no me preguntas como ve fue?¿o es que no te preocupas por mi?

--No, no no...no es eso, es sólo que no sabía si querías hablar de eso conmigo...Siempre te espero, ¿qué sucedió?¿estás bien?

--Finges. Pero te lo diré, hoy hubo un asalto en la calle trece, me llamaron a mi porque eran personas peligrosas, los maté a todos, cada uno de ellos, mi oficial se enojó porque los necesitaba con vida, y ahora me llené de papeles solo por ayudar a la ley, vaya mierda ¿no crees?

--Eres muy valiente...

El oficial tomó su silla, la giró, de modo que el respaldo diera contra la mesa y se sentó con las piernas separadas, recargó los brazos en el respaldo y miró a Kuroko.--No quiero hablar de eso por ahora, sólo quiero comer.

Kuroko espero tranquilo a que Aomine terminara de comer, y lo vio, masticando lento con la mirada que recorría la mesa y uno que otro pensamiento del moreno. ¿Qué pasaba por la mente del oficial? Se preguntó. No lo sabía, pero a este paso, ese inmenso amor que le tenía se empezó a envenenar, y tan doloroso como la mordida de una víbora, ese acido le recorrió vena por vena hasta llegar a los latidos de su corazón, a eso también se le podía llamar odio.

Como un pájaro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora