El libro de la señora Drayton

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—Claro Kyle —dijo ella mientras yo me ponía de pie y me sacudía la tierra de los pantalones—. ¿Has leído algo del libro que te presté?

Di un respingo. La verdad era que después de todo lo que nos había pasado en los últimos días, ni siquiera recordaba dónde lo había puesto. La señora Drayton se dio cuenta de mi turbación pero por alguna razón no pareció contrariada por ello. De hecho, me sonrió abiertamente y me aseguró que no me sería de mucho interés ni utilidad hasta el último mes del curso.

—Ni siquiera te preocupes por él. No es como si te fuera a tomar un examen —se rió brevemente de su propio chiste—. Ve, muchacho, esta planta va a vivir mucho tiempo.

Volví al castillo (¿he mencionado que Diringher es un castillo que tiene la apariencia de tener más tres mil años? Bueno, en realidad los tiene. El junio pasado cumplimos tres mil doscientos veintidós) y a pesar del hambre que tenía, me salté la cena (bueno, está bien, cogí dos panecillos del comedor), pero aun así fui derechito a la habitación 722.

James estaba allí. Últimamente andaba demasiado pensativo, tanto que casi empezaba a extrañar al James pedante y cabezota de los primeros días.

Como apenas asintió cuando entré, me dediqué a buscar el libro de la señora Drayton por todo el cuarto pues los libros de texto estaban hechizados para que no pudieras convocarlos, menuda porquería. Finalmente, lo rescaté bajo un montón de ropa sucia que tenía pendiente. ¿Cómo había llegado allí?

James me dirigió una mirada curiosa cuando lo abrí y empecé a revisar el índice.

Aconitum Anthora (Usos, Protección y Cuidados)

Abeniem fungos (Relación con el lenguaje arcano, Áreas de crecimiento, Protección contra su extinción, Usos en Pociones para restauración por mordedura de insectos)

—Kyle —dijo James a mi lado sentándose en su cama. Se veía como si no la hubiera dejado en toda la tarde—. ¿Has pensando en lo de ese día en el bosque?

No cerré el libro, sino que me dediqué a pasar las páginas distraídamente, sin verlas realmente.

—Lo he pensado. Pero no saco nada en claro.

—Yo tampoco —dijo él empezando a tirarse del cabello para descargar la tensión—. He buscado, créeme, no había leído tanto en toda mi vida. Y tampoco es que sea mal estudiante. Nunca he bajado de 84, y si quitas mi tercer año en Fibener, no bajaba de 88.

Me sorprendió aquel dato tan poco propio de los tipos como él. Tal vez era sólo que lo había juzgado mal.

—Ya —conseguí decir.

—Pero eso…¿los pentagramas invertidos no son cosa de magia oscura?

Asentí distraídamente.

—La Cofradía los usa también —murmuré bajito.

—Irina no pertenece a la Cofradía.

—Pero lo hará, o sea ella es la chica genio, ¿no? Seguro que sabe usar uno de esos. Es decir, ya la has visto. Quiero creer que lo usaba para algo más, tal vez solo practicaba. Me rehúso firmemente a creer que está metida en algo malo.

—Le tienes incluso más fe que yo—musitó James.

—Es que no lo ves claro. Yo he visto a Rushton cerca de Irina. La trata de forma normal, pero cuando ella se aleja, la cara de lástima que pone… No, Irina no podría meterse en algo así, si sigue aquí es por decisión de la Cofradía. Rushton les rogó o algo para que la dejaran quedarse. Ella no se metería en algo de magia oscura. Ya la has visto matar submundos, pero créeme, el odio con el que mata demonios es alucinante.

—Y ese colgante que lleva…

—¿Qué pasa con el colgante?

—Nada, nada… Quiero decir… tú la viste, Kyle. No me vas a decir que no fue raro.

—No. Pero si tengo experiencia en algo es en no meterme con Irina ni nada de lo que hace.

—Ya volvemos al pánico —bufó él.

—A la mierda con eso. Créeme, ella puede estar congelada en los quince, pero es una de las personas más maduras y sensatas que no he llegado a conocer.

James se rió de mi mal intento de sonar tan profundo y reflexivo como él.       

—Yo no digo que haya sido malo, no lo creería. Hay algo en sus ojos que me dice que le pasan cosas que nadie puede entender.

—Si vas a seguir prendiéndole velas de esa forma, lo mejor será que abras una secta para no verte tan patético.

Aquello lo devolvió a la normalidad y esquivé por poco el cuaderno que me lanzó.

                                                                                                                                                                                 

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora