Capítulo 2

2.6K 157 90
                                    

Hundí una de mis espadas de acero endurecido en la nuca de aquel trozo de carne viviente. Después, en paralelo, la otra. Así conseguí mi objetivo: un corte perfecto en su punto débil. Usé la fuerza necesaria para que la herida fuera mortal, pero no tan fuerte que rompiera las espadas. Sangre caliente, junto con una gran cantidad de vapor, manó de la hendidura. Terminado mi trabajo, disparé un gancho y lo clavé en un árbol gigante cercano. El titán cayó muerto en el suelo durante el disparo. "Uno menos." Había dos titanes más a la izquierda y uno lejano a la derecha. Me dirigí primero hacia los dos de la izquierda. Usando el equipo de maniobras tridimensional, salté de árbol en árbol para llegar hasta ellos. Empecé con el más alto, de unos quince metros. Me enganché a un árbol en su flanco, luego disparé al lado de su nuca y, cuando el gancho me desplazó hasta su lado, lo derribé de un solo golpe. El titán pequeño, de sólo cinco metros, me miraba con una sonrisa inalterable mientras yo realizaba esta maniobra. Entonces, cuando acabé, empezó a perseguirme mientras yo volaba por el aire con la ayuda de mis ganchos, alargando sus brazos con la intención de agarrarme y crujir mis huesos. Me acerqué a él de cara, burlé sus manos, me enganché en su nuca y realicé otro tajo mortal. "Otros dos menos."

Volví sobre mis pasos para encontrar el tercer titán. Unos cientos de metros más adelante se hallaba el gigante, con una altura de unos siete metros. Estaba completamente de espaldas a mí, así que sería fácil acabar con él. Solté gas para acelerar y me enganché de árbol en árbol para alcanzarlo. El sol del atardecer me deslumbraba, pero aún así avancé sin precaución. Dispuse mis espadas para finalizar la tarea de un solo golpe. Entonces, por el rabillo del ojo, capté un movimiento a mi lado y lo vi. Un titán más pequeño, subido a una rama baja de aquellos árboles gigantes, se había abalanzado contra mí con la boca abierta y dispuesto a devorarme. Disparé el gancho hacia el lado opuesto al titán y presioné el mecanismo del gas, esquivando sus fauces con la maniobra. A pesar de todo, no fui bastante rápido: el ser enorme extendió su mano y logró coger parte del equipo de maniobras. Intenté clavar el gancho libre, pero fallé mi objetivo por muy poco y se clavó en el suelo. Los arneses tiraban de mi cuerpo en sentidos contrarios: una parte hacia arriba y la otra hacia abajo. El gancho clavado en el árbol se soltó y comencé a caer, junto al titán, directo al suelo. En la bajada choqué contra una rama que frenó parcialmente mi caída. Oí varios crujidos —uno metálico— y, finalmente, me estampé contra la hierba.

Me dolía todo el cuerpo. Estaba aturdido. Cuando levanté mi cabeza, todo a mi alrededor se balanceaba. Intenté arrastrarme por la tierra, pero mi cuerpo se negaba a obedecer. Oí las pisadas del titán que me había derribado acercándose. "Mierda, voy a morir aquí." Alguien me levantó por una pierna y mi visión se volvió negra. Oí un chasquido metálico y, después, el ruido que producen las espadas al hundirse en la carne. Unos instantes más tarde, estaba otra vez besando el suelo. "Hoy no es mi día." Pasaron unos segundos o unos minutos y, luego, unos brazos me rodearon para llevarme a las alturas. Yo me aferré a mi salvador para no caer.

Me dejó sentado en una rama, apoyado contra el tronco. Abrí los ojos y vi su rostro. "Corrijo: mi salvadora." Mikasa estaba acuclillada delante de mí, sujetándome por los hombros. Se acercó a mi rostro, se sacó un pañuelo del bolsillo y me limpió la frente llena de tierra mezclada con sangre. Lo hizo con cuidado, tratando de no lastimarme más. Pasó el trapo sucio por mi mejilla y volvió a guardarlo.

—Si llego unos segundos más tarde, usted sería comida de titán ahora mismo. —Me colocó un mechón de cabello detrás de la oreja—. ¿Qué tal se encuentra?

—¿A ti qué te parece? —bufé molesto. Me mareé y perdí el equilibro. Mikasa me sujetó más fuerte. "Joder, no puedo aguantarme solo ni estando sentado."

—Entendido, sargento. No se mueva. —Mikasa sonrió muy levemente.

La mocosa empezó a revisar mi estado. Me palpó el torso y los brazos, procurando que no cayera. Luego hizo lo mismo en mis piernas. Mi muslo izquierdo sangraba y, cuando Mikasa encontró la herida, se quitó la capa de la legión y me hizo un torniquete. Después revisó mi equipo. Tocó los botones para activar los pistones y notó que no funcionaban.

Sangre, agua y vino [Levi Mikasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora