—Si te hizo enojar porque dijo una sarta de estupideces es normal que dijeras lo que pensabas, no vayas a arrepentirte ahora.

—No me arrepiento —digo segura—. Es que nunca hago este tipo de escenas, solo estallé. Por primera vez desde que ella murió que lloré de verdad y todos los recuerdos se me vinieron encima. En especial el desfile de amigos de mi madre que iban a visitarla al hospital, llevándole libros y tonterías sacadas de internet sobre alimentación que cura el cáncer. O venían a hablarle de frutas que son mil veces más poderosas que una quimioterapia, como diciéndole: ¡no seas boba! comete una fruta y asunto solucionado. Me daban ganas de echarlos a patadas. Mamá les agradecía y luego me decía que no lo hacían con mala intención. Tenía demasiada paciencia, yo tengo poca tolerancia con los idiotas.

—Oh, en eso sí que te entiendo—exclama cruzando las piernas sobre la cama.

—Y después todo el mundo espera que me convierta en una especie de activista anti cáncer de mama, que me ponga listones rosas y ande recomendando mamografías a todo el mundo. La gente muere todo el tiempo de diversas cosas y no ves a sus familiares con la obligación moral de hacer activismo contra accidentes de tráfico, cáncer de próstata o paros cardiacos. No sé por qué con esta enfermedad es diferente, me siento presionada. ¿Soy muy mala persona?— No es una pregunta retórica, de verdad quiero saber su opinión, ¿hago mal en no querer saber nada de esto? ¿o de verdad debo iniciar una especie de cruzada a nombre de mi madre?

—¿Por no hacer lo que el resto del mundo cree que debes? No. Creo que ya has sufrido demasiado y deberían dejarte en paz.

Le sonrío, me encanta se ponga de mi parte. Es la primera vez que me siento apoyada en esto, más que con cien personas usando lazos rosas o corriendo una maratón. La náusea y la ira han bajado su intensidad aunque siguen presentes. Empiezo recién a darme cuenta de la música ambiental, está sonando Linkin Park, ya soy capaz de reconocerlos. En la mesa de noche está el cenicero de Matías y un par de cigarros, o eso parecen. No tienen filtro ni marca, parecen hechos artesanalmente y me doy cuenta de lo que son en realidad.

—¿Ibas a fumeártelos?—le pregunto señalando los porros con los ojos.

— Ya no. —Pasa por encima mío para agarrarlos.

—¿Puedo fumar uno? —le pregunto sin pensarlo demasiado. Su gesto de sorpresa es casi tan grande como el que tenía la conferencista esta mañana.

—¿Por qué quieres fumarlos?

—¿Por qué no? Parece un buen momento.

Matías no luce convencido. Cierra la puerta de la habitación y la tranca con llave, se acerca a mi y me extiende un porro.

No sé ni por qué hago esto, nunca he fumado, ni siquiera tabaco. Mis manos tiemblan al recibirlo.

—Inhala lento, no lo dejes en tu boca —me dice mientras lo enciende.

Nerviosa lo acerco e inhalo con temor, manteniendo el humo en la boca justo como él me dijo que no hiciera. Me atoro y toso con ganas de vomitar.

—Inhala, con calma y luego lo expulsas. —Él absorbe el humo con tanta experticia que me hace sentir aún más tonta, pero en mis siguientes intentos logro hacerlo y poco a poco voy sintiéndome más y más relajada. Mis labios comienzan a secarse y de pronto es como si despertara de un sueño en el que he estado hablando con Matías desde hace un buen rato.

—¿Antes de Arturo cuántos han sido? —pregunta entre risas ¿desde qué momento hablamos de mi novio? No puedo recordar cómo llegamos al tema.

—¿Cuántos han sido qué? ¿Mis novios?

—Con cuantos te ha acostado.

—Solo con él. ¿Qué te crees que soy? —Quiero sonar indignada, pero más que marihuana parece que fumé un gas de la risa.

—Es imposible que solo hayas tenido un novio en tu vida.

—Antes de Arturo solo tuve un novio. Edwin.

—¿Edwin? ¿Qué clase de nombre es ese? ¡Cómo pudiste estar con un Edwin!

—¿Qué tiene? Es solo un nombre. Era otro asocial del colegio, como yo. Todas tenían novio, me sentía fuera de lugar, por eso acepté cuando se me declaró. Terminamos a la semana, solo dejamos de hablarnos.

—¿Y con él no tuviste sexo?

—¡Claro que no! Tenía catorce años.

—Entonces mejor no te digo a qué edad yo perdí la virginidad —dice dando una última calada al porro que ya está casi terminado, a diferencia del mío que va por la mitad—. Así que Edwin... seguro era mejor que Arturo, con el nombre ridículo y todo. Arturo es tan... blanco, ¿no te da grima?

—Tú eres igual de blanco—le reprocho.

—No me compares, ese parece bañado en cloro, es como el sueño dorado de Hitler. Yo tengo un bronceado natural —Suena absolutamente ridículo diciendo eso.

—Esto es bronceado natural —le extiendo mi brazo y lo pongo junto al suyo, mostrándole la diferencia de tonos pues yo soy trigueña.

—El brazo no cuenta —se levanta y comienza a quitarse la camiseta, dejando su atractivo torso a la vista—. ¿Ves? éste es mi sexy color natural.

—¡Oh dios! —exclamo tapándome los ojos, riendo con más ganas—.Eso es una excusa para mostrarme tu pecho.

—Y para que tú te quietes la blusa también.

—No estoy lo suficientemente drogada para eso. ¿Te imaginas que Henry entre ahora y nos vea así? —Paso la lengua por mis labios, están tan secos que quisiera darle un beso francés a un bote de crema.

—Con la llamada que le debieron hacer del colegio y esto, tu imagen de niña perfecta se le derrumbaría. Entraría en depresión por haber perdido las esperanzas depositadas en ti.

—Con lo que el director del colegio debió decirle esta mañana seguro ya me está buscando un psicólogo, que me hará hablar con marionetas y llegará a la conclusión de que todo lo que está mal conmigo es por la ausencia de mi padre.

—Y que estás enamorada de Henry por ser la figura paterna que te falta. Todo muy freudiano. —Se tira de espaldas a la cama y cae a mi lado.

—Oh, claro que sí, se dará cuenta de mis crecientes sentimientos hacia Henry, y cuando me declare a tu padre él va a confesarme la verdad, que en realidad él es mi padre, pero que mi madre lo mantenía alejado de mí. Luego podré escribir eso en mi biografía y regalarla con la compra de tres yogures.

—No digas eso. Lo último que quisiera en este mundo es tenerte como hermana.

—¿Por qué no? Si soy adorable, hasta poso para tus fotografías y fumo porros contigo. Soy la hermana que siempre deseaste.

Matías se levanta, yo permanezco tumbada, me da la impresión de que si me incorporo todo va a dar vueltas. Se coloca sobre mí, a solo un par de centímetros de distancia. Siento su pecho desnudo rozar contra mis senos y su aroma a Axe y tabaco impregnando mi nariz.

—De verdad espero que no seas mi hermana porque si no lo que voy a hacer va a estar realmente muy mal. —Termina de hablar y junta sus labios con los míos.

De pronto a nada es gracioso. Cierro los ojos sintiendo todavía los efectos de la marihuana. Rodeo su cuello con mis brazos y nuestro beso se hace eterno.

Gracias por leer! por fin acabó la feria, gracias a todos los que fueron por su copia :D recuerden que pueden comprarla también por amazon

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Gracias por leer! por fin acabó la feria, gracias a todos los que fueron por su copia :D recuerden que pueden comprarla también por amazon. Déjenem sus votos y comentarios, estoy participando en los Watty y eso me ayuda a tener chance de ganar. Un beso!

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