Capítulo I - Un nuevo amigo

20 0 0
                                    

    

     Me había dormido llorando, aquella noche, después de tan tremendo problema en el que me había metido. No solía hacer estupideces por encajar, pero algo me había pasado esa vez. Lloré en silencio, la vergüenza, la ira, la impotencia y la tristeza me sofocaban. Contemplé la nota de suspensión y golpeé mi cráneo, ahí sobre mi oído,

     —Excelente forma de iniciar la secundaria —me reclamé y lloré hasta hundirme en un profundo sueño.

     Una habitación iluminada, amplia y sin delimitar; lastimaba la vista y tuve que entrecerrar los ojos para ver a través de la luminiscencia. Advertí que llevaba mi pijama.

     Había, a no mucha distancia, una mesita para niños. Un chico me daba la espalda, sus largas piernas sobresalían por los bordes de la mesa; en ocasiones tuve el mismo problema por ser muy alta, mis piernas no cabían bajo mi pupitre. El sonido de la porcelana de la taza siendo reposada sobre el platito rompió el silencio.

     —No tengas miedo, te estaba esperando.

     Sentí un nudo en la garganta y el sudor frío tras la nuca; una curiosa mezcla de miedo y seguridad a la vez, aquella voz nunca la había escuchado y, sin embargo, resultaba tan familiar en mis oídos.

     Me senté en la silla opuesta, estudiando sus facciones. Tendría unos dieciocho a lo mucho, alto, de tez blanca como mármol que parecía irradiar un brillo, cabello tan negro como el ébano, ligeras pecas espolvoreadas sobre su nariz y pómulos y unos labios rosa pálido, ligeramente carnosos. Su mirada se trabó en la mía, unos ojos tan grandes como verdes y forrados en hileras de negras pestañas resaltaban sobre su pálido rostro.

     — ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué ganabas haciéndolo? Debes pensar antes de actuar, Levander. 

     El sonido de su voz pronunciando mi nombre me hizo estremecer y mis ojos se inundaron. Tomó mi mano y sonrió. —Todo estará bien, ahora. Yo estoy aquí y nada podrá dañarte.

     Desperté aquella noche sumida en una profunda oscuridad, mi corazón aceleraba y arremetía contra mi pecho; sudada y jadeante, me froté los ojos y fue cuando lo vi, el chico de aquel sueño. Sus ojos verdes, como de gato, me observaban pacíficamente; yacía sentado al filo de la cama.

     —Vuelve a dormir, no pasa nada.

     Quise hablar pero las palabras se negaron a brotar de mi boca, mis párpados cayeron y no supe más de mí. Como un huracán que arrasa con todo a su paso e induce un cambio, mi vida dio un vuelco apenas apareció aquel intrigante muchacho.

LOUIS: Las Crónicas de LaverlandWhere stories live. Discover now