—¡Ohhh Sharon! —dije lloriqueando mientras la abrazaba.
—Tranquila. —apretó el abrazo.
—¿Cómo llegaste aquí?
—Bueno, supuse que algo estaba mal cuando dejaste de contestar así que conduje con rapidez.
—Eres la mejor amiga que una persona puede desear.
—Lo sé. —dijo con una risa. —¿Qué pasó?

Caminamos hasta mi habitación y me senté en la cama.

—Ekaterina habla español. —revelé.
—¿Español? Eso está muy bie...Oh. —su tono de voz fue bajando. —¿Escuchó la conversación?
—¡Si! Puse el altavoz pensando que ella no entendía nada y ¡sorpresa! Escucho todo.
—Oh B.
—Soy una estupida Sharon. —dije soltando un gran suspiro mientras enterraba la cara en una almohada.
—No eres estupida, no fue tu culpa si ella nunca dijo que entendía nuestro idioma; en ese caso ella es la estupida. —mi amiga se sentó a mi lado y comenzó a hacer círculos en mi espalda.
—Me siento tan avergonzada, tan tan tan avergonzada.
—Lo entiendo cariño, no todos los días tú flechazo escucha que la quieres meter a tu cama...
—¡Cállate! —dije; entonces ella comenzó a reírse. —¿Y ahora que? —la miré enojada.
—Dios, es tan gracioso. —dijo entre risas.
—No me estás ayudando Sharon.
—Mira Beatriz. —dijo secándose las lágrimas.
—¿Miro que?
—Ahora te vas a relajar ¿bien?
—¿Cómo?
—Ve a darte una ducha, ¿tienes trabajo no es así?
—¡Oh dios! —dije recordando. —¡Si! —me levanté de la cama y entre al baño. —¿Me puedes pasar ropa?
—¿Me dejaras escogerla? —preguntó divertida.
—Solo, nada demasiado provocativo.
—Bien. —me guiñó un ojo.

Abrí la llave de la ducha y entré.
Dejaría mi drama para otro momento, ahora tenía que preocuparme por llegar temprano al trabajo para que no me despidieran; la vergüenza y la humillación no te daban de comer.

—No veo nada. —oí a Sharon. Me asomé por la puerta de la ducha, llevaba una especie de tela en la cara que la impedía ver. —Aquí te dejo la ropa, y una toalla. Y tuve que meter la mano a tu cajón de ropa interior, horrible experiencia.
—Cállate Sharon. —dije con una risita.

Cuando termine y me puse ropa, un vestido algo ajustado, me dirigí a secar mi cabello y maquillarme.

—¿Lista? —preguntó mi amiga que estaba sentada viendo la tele.

Solté un suspiro y sonreí.

—Aún quiero que la tierra me trague pero supongo que podré con ello. Al menos hasta mañana. —dije. —¿Qué voy a hacer cuando la vea mañana?
—Te preocuparas por ello mañana. —dijo como si fuera lo más obvio a la vez que rodaba los ojos. —Sabes, uno de tus mayores problemas es que piensas demasiado en el mañana, está bien preocuparte por el futuro; pero hacerlo en exceso provoca que te pierdas el ahora.
—¿Y que tengo ahora? Vergüenza y humillación, en este punto pensar en el ahora será lo mismo que pensar en mañana.
—Ahora tienes que llegar a tu trabajo, y tienes que cantar; concéntrate en eso. —contestó mi amiga.
—¿Qué canciones puedo hacer hoy? ¿Conoces alguna que hable de vergüenza y humillación?
—Ya me tienes harta con tu vergüenza y humillación Beatriz. —exclamó Sharon. —Olvídalo solo por esta noche ¿bien? Mañana la vergüenza y la humillación seguirán ahí para que las tomes, y las abraces y te revuelques con ellas si quieres, pero ahora, ahora me preocupo por tu bienestar económico, así que ve a sacar tu guitarra del armario y vámonos.
—Vaya... —dije sorprendida. —Si... iré por ella.

Caminé con rapidez a mi habitación, tome la guitarra y busque mi teléfono, hasta que recordé donde estaba y sentí un tirón en el estómago.

Matryoshka. Where stories live. Discover now