Capítulo 7: ¡Qué empiece el juego!

31 9 11
                                    

"Te encuentras corriendo en una calle que no sabes a donde te lleva, pero al final de aquella calle logras ver una plaza que, por extraño que suene, es tu destino.

«Llego tarde» te recuerdas sin saber a qué llegas tarde.

Mientras corres, estas esquivando a las personas que te estorban el paso, que cabe decir son bastantes. Incluso, llegas a chocar con varias que ni se inmutan ante tal acción. Si hubieras puesto más atención, te darías cuenta que ninguna de esas personas está caminando; están simplemente estáticos como un maniquí colocado en un lugar para su exhibición.

Cuando por fin estas por llegar al final de la calle, algo extraño ocurre. Y es que aquella se bloquea automáticamente por un edificio que se movió de derecha a izquierda para obstruirte el paso y, al mismo tiempo, abriéndote un nuevo camino que igualmente está plagado de gente.

Giras a ver un reloj de pulsera, las manecillas de este dan de dos a tres giros en un solo segundo y sin ningún sentido, el minutero gira hacía la derecha mientras que el segundero a la izquierda.

«Llego tarde» te vuelves a repetir.

Comienzas a correr, esquivando nuevamente a más y más personas que aparecen en ese momento. Es un solo camino, sin bifurcaciones o algo por el estilo. Un solo camino que se curva y que nuevamente lleva a aquella plaza en, donde esta vez, logras ver una silueta familiar.

«Marisol, ya casi llego»

Pero nuevamente, el único paso hacia la plaza se volvió a obstruir por el mismo edificio que la vez pasada. Esta vez, el camino se reabrió al otro extremo de la calle en donde estabas. Esta vez tenías que retroceder para poder llegar a tu destino.

Apenas diste el primer paso, un poste de teléfono callo a escasos metros de ti, seguido de esto callo un faro a tus espaldas. Los cables eléctricos que colgaban de los postes empezaron a sacudirse y, como si de algún efecto domino se tratara, los postes empezaron a caer uno tras otro. Algunos aplastando el cuerpo de las personas inmóviles que había en el lugar.

Esta vez con el corazón en la mano, emprendiste la marcha a una velocidad inhumana, cada cierta distancia, tus pies podían sentir el retumbe que causaban los postes al caer contra el concreto. Un gran estruendo se lograba escuchar con cada choque y, estos a su vez, se escuchaban cada vez más cerca de ti.

«Ya casi llego»

El ultimo retumbar se logró escuchar al mismo momento que lograbas terminar tu recorrido. En aquella plaza, había un circulo humano, en el que se lograba ver que había bastante gente aglomerada. Girando desesperadamente la cabeza, intentaste buscar con la mirada a Marisol, pero no se encontraba ahí.

—Emanuel... —nuevamente aquella voz suave, áspera, ronca y profunda que en alguna vez ya escuchaste, vuelve a llamarte—, Emanuel...

Sin que gires a buscar el origen, sabes que proviene de aquella aglomeración.

—Por aquí, Emanuel...

Al ver a la aglomeración de gente, te percatas que ahora todos están mirándote. Pero no es una mirada normal. Con aquella mirada sientes temor, algo dentro de ti te pide salir corriendo de aquel sitio y regresar por donde llegaste. Pero no puedes, ya no hay a donde ir, estas encerrado, rodeado por miles de edificios que no dejan ninguna calle al descubierto.

Los ojos de aquellas personas están completamente oscuros, aunque podrías jurar que en ellos se puede percibir el firmamento o alguna galaxia. Tienen los labios partidos y resecos, al igual que su piel. Pareciera que se están volviendo ceniza por las grietas que se perciben en su rostro.

El rostro de la oscuridadWhere stories live. Discover now