7. Varitas

283 34 1
                                    

Capítulo 7: Varitas.

En esa sala no estaba su padre besándose con Dumbledore, ni ninguna criatura mágica escondida o alguna sala en especial, como un pasadizo que de alguna forma extraña te llevase hasta el Callejón Diagon.

Era una sala completamente normal, los escritorios y las sillas estaban perfectamente acomodados. Todo el mobiliario de la habitación brillaba como si estuviera recién limpiado, sin una pizca de polvo.

No habría nada fuera de lo común en el lugar si no fuera por una especie de exhibidor de cristal al fondo del salón. Justo en el centro tenía un hueco con forma de círculo por el que un brazo podía pasar sin problemas.

Se olvidó por completo de que una profesora la buscaba, también se olvidó de las risas de sus compañeros mientras corría lejos del Campo de Quidditch, y tampoco volteó a ver su vómito a solo unos metros de la puerta.

Mientras caminaba lo único que se escuchaba era su respiración algo alterada y sus pasos, que hacían eco mientras caminaba. Sus pasos eran cautelosos y lentos, aunque no tardó nada en llegar hasta el exhibidor.

Se detuvo frente al exhibidor y se colocó en puntillas de pie para observar bien el interior. Dentro del exhibidor había un cojín mullido de color púrpura con detalles dorados, y sobre ese cojín había una varita.

La varita era dorada y tenía unos detalles color púrpura en la empuñadura, la parte del palo tenía extensiones del mismo que le recordaban a un árbol. Era tan rara como elegante.

Sin pensarlo demasiado, metió su brazo por el agujero del exhibidor y tanteó hasta encontrar la varita. Pero solo llegó a rozarla con la punta de los dedos cuando volvió a escuchar los gritos de Madame Hooch por el pasillo.

Rápidamente sacó el brazo y dándole una última mirada a la varita, salió por la puerta.

Caminó unos metros hasta que se encontró de cara con su profesora, que por suerte no parecía sospechar nada. Solo mantenía un semblante preocupado.

— ¿Estás bien, hija? No tenías que salir corriendo si te dan miedo las alturas, podrías habérmelo dicho y te quedabas sentada en las gradas —habló la mujer.

Maggie le sonrió, algo nerviosa.

— Sí, solo entre en pánico. Creo que me siento mejor de todas formas, pero me quedaré sentada esta vez —juró la pelirroja.

Madame Hooch la hizo un escaneo completo de pies a cabeza, y cuando notó que Maggie estaba completa y no le faltaba ninguna extremidad asintió conforme.

Ambas emprendieron camino nuevamente hacia campo de Quidditch. Maggie solo podía pensar en todo lo que había ocurrido en cinco minutos.

Apenas llegaron al campo de Quidditch, profesora y alumna tomaron caminos distintos. Madame Hooch se dirigió al grupo de niños de primer año, mientras que Maggie tomó asiento en la tribuna, bastante cerca de las pruebas de Quidditch de Gryffindor.

Desde donde se encontraba sentada podía ver al hermano mayor de lo gemelos, Charlie, y a los mismos gemelos completamente concentrados en las palabras que decía el pelirrojo mayor al grupo de postulantes.

Le sorprendía bastante lo enserio que se tomaban el deporte, Charlie Weasley hablaba como el mejor motivador del mundo, pero que al mismo tiempo planeaba estrategias como para un Mundial de Quidditch. Todos lo escuchaban atentamente, inclusive las pocos chicas que se presentaron a las pruebas, luego de pasar el momento de enamoramiento por el pelirrojo, le prestaban una completa atención a sus palabras.

También notó que había gente de otras casas, habían cinco Hufflepuffs, tres Ravenclaws y una Slytherin además de ella. Y por obviedad, también habían unos diez Gryffindors.

Las Crónicas de Maggie Snape I: Visiones (Fred Weasley)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu