Capítulo 10 - No tan azul

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Sentí a Julián moverse, se puso sobre mí bloqueando mi visión del techo con una expresión seria en su rostro.

—Lo siento mucho... todo lo que hice estuvo mal. Desde el primer día todo lo hice mal... si pudiera...

Corté sus palabras apoyando un dedo sobre sus labios.

En el fondo su culpa aliviaba mi enojo pero no quería seguir recordando cómo fui engañado con tanta facilidad, deseaba que esa etapa vergonzosa  desapareciera de mi vida.

—Vamos a empezar de nuevo. Eso me pediste, ¿verdad?

Pero esa expresión seria no lo abandonaba.

—Sí lo hice.

Julián me contempló con tristeza mientras que yo confirmaba que aceptaba su propuesta, la sensación estaba lejos de ser feliz.

—¿Te arrepientes? —pregunté alertado por su falta de entusiasmo.

Me puse tenso esperando lo peor porque él tenía esa cara de preocupación y de duda muy desafortunada para el momento, no resistiría otra desilusión tan pronto. Julián besó mi frente y luego mi mejilla, como si no hubiera escuchado mi pregunta.

—No quiero que tú te arrepientas —habló a mi oído.

—No tengo nada de que arrepentirme si puedo estar contigo —mi respuesta fue rápida, segura y seca.

Me senté en la cama apartándome de su abrazo, él también se sentó inquieto por mi reacción. Las sábanas estaban todas en el piso y nada nos cubría.

—Yo siempre tuve intenciones de vivir algo contigo y aceptaba todas tus "condiciones" para poder hacerlo —un poco de mi enojo surgió sin que me diera cuenta mientras hablaba—. ¿Crees que lo hacía por gusto? ¿O que no tenía nada mejor que hacer? Yo no fui el de las mentiras —terminé esa última frase con un veneno que me impresionó a mí mismo.

Pude ver el dolor provocado por mis palabras pero solo asintió dándome la razón. Mis ojos ardieron y no pude contener las lágrimas de amargura. Julián me abrazó con cuidado temiendo que lo rechazara pero me refugié en él. Cuando me calmé, me arrepentí de lo que dije pero no me disculpé, fue un desahogo y de alguna manera hacía que no me sintiera el gran tonto que todo lo sucedido me hacía sentir.

Después de un rato Julián me soltó y se levantó de la cama. Lo seguí con la mirada, sintiendo los ojos hinchados, mientras él recogía toda su ropa del suelo en el living y volvía al cuarto. Se sentó en una esquina y comenzó a vestirse.

—Tengo que irme ya —avisó mirándome con cuidado.

Volteé hacia la ventana, afuera estaba oscuro.

Al terminar de vestirse levantó una de las sábanas del suelo para cubrirme con ella y se sentó una vez más a mi lado.

—Quiero que pienses bien lo que vas a hacer —me dijo con una amabilidad cuidada y medida. Intenté responder con otra queja pero él se adelantó—. No estoy dudando de ti. Solamente quiero que me prometas que lo vas a pensar.

—Está bien.

Nos besamos de nuevo y cuando intentó pararse lo tomé del brazo para retenerlo en la cama. Estuve a punto de decirle que no quería que se fuera, que lo había extrañado, pero no podía hacer eso así que lo solté de mala gana. Pude ver que él adivinaba lo que yo callaba y avergonzado agaché la cabeza.

—¿Estás bien?

—Sí —mentí—. Ya vete, que se hace tarde. —Lo empujé suavemente para que saliera de la cama.

Antes de dejar el cuarto volvió a mirarme y luego se fue sin decir nada más.

Después de escuchar la puerta cerrarse y descubrirme solo en mi cama, comencé a tener una pequeña idea de lo que Julián tanto me pedía pensar.

Después de escuchar la puerta cerrarse y descubrirme solo en mi cama, comencé a tener una pequeña idea de lo que Julián tanto me pedía pensar

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