Capítulo 6 - Naranja

3.6K 457 150
                                    


No sé cuánto tiempo estuve en mi auto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No sé cuánto tiempo estuve en mi auto. Mi mente daba vueltas sin parar en miles de cosas, repasando detalle por detalle. Palabras, mensajes, actitudes, miradas, todo. Y todo no hacía más que tener más y más sentido con cada pensamiento. Solté el volante y me abracé a mí mismo tratando de detener el temblor que recorría mi cuerpo, quería controlarme y convencerme de que todo era un error.

Volví a mi departamento sintiéndome muy mal del estómago, con el corazón palpitando con fuerza y los ojos húmedos. Fui a mi cama donde me senté y ahí me quedé por horas, con la cabeza descontrolada y los nervios que me comían vivo. Intenté buscar una explicación que de alguna manera hiciera que todo regresara a la normalidad. Me repetía que era imposible que fuera casado, que la chica del hospital se equivocó, o se trataba de alguna clase de broma. Me sentí como un loco en una realidad que no me pertenecía. Perdí la noción del tiempo, pensando y repensando las mismas cosas una y otra vez, hasta que me rendí. Nada de lo que pudiera idear explicaba la relación que estaba teniendo con Julián, ni justificaba todas las extrañas condiciones, como lo hacía la posibilidad de que estuviera casado. Y lloré de nervios, ansiedad, miedo, confusión, y, de seguro, por muchas cosas más que no podía definir. Siempre volvía a su supuesto miedo que no era más que una mentira y al lujo que se dio al decirme que si lo nuestro no era en secreto entonces no podía ser, abusando de mis sentimientos por él. Todo no fue más que una burla hacia mí.

La noche avanzó sin que me percatara y dormí de a ratos, apenas unas horas. Miraba el techo de mi habitación cansado de llorar y cansado de pensar, sintiendo lástima por mí mismo. Toda la madrugada fue así, sin entender cómo pude ser engañado de esa forma. La mañana me sorprendió con su luz y el ruido de la calle, obligándome a regresar a la realidad. Mi celular sonó haciéndome saltar, agitándome nuevamente, aunque enseguida reconocí la alarma que usaba de despertador. Pero no pude volver a calmarme, los nervios me atacaron una vez más, refrescando los sucesos del día anterior en mi mente. A pesar de mi estado, me aparté de la cama con intenciones de prepararme para ir al trabajo. Después de esa noche horrible me daba miedo quedarme solo, mis pensamientos no paraban de torturarme y no soportaba que me repitieran que fui un idiota. No tenía ánimos para trabajar y cuando pasé por el espejo vi que tampoco tenía el mejor aspecto, pero no tenía otro plan. Me bañé para relajarme un poco, no quería preguntas de mis compañeros, a pesar de que una ducha no iba a ayudar mi presentación. Ni siquiera pude desayunar, bebí un poco de agua y nada más, mi estómago se encontraba cerrado.

En el trabajo sin duda llamé la atención, o yo pensaba que todos me miraban con insistencia. Pero no importaba, la desesperación que sentía hacía que nada importara mientras no me hablaran. Cada tanto revisaba mi celular para corroborar que estuviera encendido o con señal, aunque me asustaba que pudiera sonar con un mensaje o llamada de Julián. Quería que se comunicara conmigo para decirme que todo estaba bien, que era un ridículo error, pero no quería que se comunicara si era para admitir que estaba casado.

Sin coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora