Capítulo 16: Híbrida.

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  "Sanar es una cuestión de tiempo, pero también es una cuestión de oportunidad"

—Hipócrates.

Para cuando terminé, el dolor de cabeza era insoportable, estaba segura de que un berrido las entrañas la haría estallar. Y ni hablar de mi garganta. Me enjuague el barro y la sangre del rostro con las lágrimas y el borde de la camisa que portaba. Estaba sucia, rota y sola. Volvían a arderme las entrañas, sentía la cabeza palpitar cada vez con más frecuencia y el cuerpo paralizado. Gritaba, gritaba por ayuda pero no era escuchada. Debía ser una simple pesadilla. No recordaba haber dejado caer el escudo en ningún momento de la carrera. 

Elevé la cabeza. Danieel me miraba inalterable desde arriba. Abrí la boca. Una rama se quebró no muy lejos de nosotros. Sus labios se movieron— Arriba —el dolor fue más fuerte a mi cabeza. Me removí junto a sus pies. Deseaba tocarlo. Hablarle. Decir cuanto lo extrañaba. Miró al frente, sus chocolates ojos inspeccionando neutros. Traté de girar también. El crujido se hizo más fuerte. Su semblante se transformó. Se inclinó sobre mi rostro y entonces gritó. Un eco formándose dentro de mi cabeza— Eh dicho ¡ARRIBA!

Miré arriba. Las copas de los árboles danzando sobre la brisa fresca y la -prácticamente escasa- luz de la luna. Me había quedado dormida. Aguarde un segundo en la misma posición, oculta entre la vegetación y el gigantesco tronco caído, observando a todos y ningún sitio a la vez. La niebla había descendido y el camino por el que había venido, completamente desaparecido. Me deslice fuera del escondite. La extraña sensación de ser observada justo sobre la nuca. Giré un par de veces sobre mi propio eje. Apenas y logrando ver más allá de mi nariz. Me armé de valor— ¿Hay alguien ahí? —inquirí lo más alto que mis desgastadas cuerdas bucales me permitieron. No estuve segura de lo que esperar. Una sombra, más allá de mi vista periférica fue lo que me hizo girar. Afiance la vista— ¿Hola? —comenzaba a plantearme una equivocación cuando la sombra se convirtió en una mancha borrosa con carrera en dirección opuesta. Mis piernas se movieron por si solas. Corrí tras el espectro en la penumbra.

Debía estar tremendamente loca en perseguir a quien fuese que me perseguía a mí. Iba directo a la boca del lobo. Pero aún y con ello no aminore el paso. No volvería a huir. Terminaría con esto de una vez por todas. No fue difícil alcanzarle. La chica; porque era ni más ni menos que ella, se movía con dificultad entre la espesa bruma, como si estuviese herida. Fruncí el entrecejo. El silbido del aire friccionado con un nuevo cuerpo -por mucho más pesado- me hizo volverme apenas. El objeto me impactó. Rodeé fuera del caminó, golpeando y rasgándome el costado derecho con rocas y ramas. Alguien se río bajo y amargo— ¿Esta es la chica por la que nos arriesgamos? —Me costó un segundo volver a tomar el control de mi cuerpo, arrojándome a la sombra que había estado provocándome. Me planteé sobre sus hombros, capturando la cabeza en palanca y tirando para romper el cuello. Sus brazos se alzaron y de alguna extraña manera lograron colarse para estrangularme. Abrí la boca, luchando por recuperar algo de preciado oxígeno, pero sin desistir en mi amarre— Si muero, tú vienes conmigo —jadeé. El dolor de cabeza volviendo a expandirse lentamente. No duraría demasiado antes de desvanecerme— Olvídate de que suceda eso —me tomó de los hombros -liberadas mis vías respiratorias, inhale con ahínco- y me lanzó de nuevo al barro. Giré en el aire, no estaba dispuesta a dejarme derrotar. No esta vez.

Caí sobre mis rodillas, elevé la cabeza y mostré los colmillos.

El rostro de la sombra se ilumino a escasos centímetros del mío. Cabello castaño, ojos oscuros y rostro pálido.

— Vamos cariño, encaja el colmillo —sus regordetes labios se movieron lentamente, esbozando segundos después una sonrisa socarrona y provocativa. Me incline, pero entonces... — ¡Ya basta! Paren los dos—la primera sombra, la que había estado persiguiendo, apareció entre nosotros. No llevaba ningún tono amenazante, sino conciliador, lo que me hizo suponer, no buscaba pelea en absoluto. Me repetí a mí misma no dejarme engañar. ¿Cuántas veces Aro había empleado el mismo tono conmigo? ¿Y cuántas de ellas no eran más que mentira?— ¿Esta es su chica? La preciada híbrida —fruncí el entrecejo: ¿A qué se refería con "su"? Y por cierto que era la segunda vez en ser llamada "hibrida" de una forma tan despectivamente melosa. La chica se inclinó también. Brazos extendidos y sonrisa amistosa en los delgados labios. Era una copia remasterizada del chico a sus espaldas.

Lazos de Sangre y Ponzoña [EN PAUSA INDEFINIDA].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora