Capítulo 11: Réquiem.

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"El dolor de hoy, mañana será tu fuerza"



Los murmullos, más allá de los inquietantes ronquidos de Jacob, fueron los responsables de mí madrugar. 

Observé a mi alrededor primero que nada. No podía evitar seguir sintiéndome desubicada. No fue demasiado difícil dejar la cama. Jacob se mantenía lo suficientemente alejado de mí para no morir de inanición. Supuse que no la estaría pasando de lo mejor por la forma en que el sudor aperlaba la mayor parte de su cuerpo. Comprensible. 

Descalza, me aventure fuera de la habitación. Si papá se daba cuenta que había pasado la noche con Jake, intentaría asesinarlo, y con el temperamento que poseía el hombre lobo, seguramente las cosas se pondrían muy mal. Mientras avanzaba a mí recámara, los murmullos de la habitación junto a la mía me detuvieron. Papá y mamá estaban despiertos, hablaban muy bajo, pero no lo suficiente para alguien sobrenatural.

— Lo cremaron Richard... ni siquiera pude ver su cuerpo por última vez. Me lo arrebataron. No era su decisión, era nuestra —mi madre sollozaba, pero su tono de voz era amargo, prácticamente de reproche— No estoy justificándolos, pero ella tampoco la está pasando bien. Era su hermano... —los pasos fueron y vinieron por la habitación. Estuve segura que mi padre había vuelto a sentarse por la forma en que un resorte del colchón rechino— ¡Pero era mi hijo! ¡Mío! Mi Danieel —el llanto se volvió más intenso. Me oprimió el corazón y avance hacia adelante. Sentía el impulso de entrar y consolar a mi madre. Me detuve al saber que si lo hacía, yo también rompería en llanto. Era demasiado sensible. Débil— Aún podemos despedirnos de él cariño —negué con la cabeza y los dedos incrustados en el marco de madre puerta— No, no podemos. Solo tenemos un montón de cenizas —y era mí culpa.

— Podemos y lo haremos —sentenció con voz autoritaria mi padre— Ni siquiera sé cómo murió. Mi niño murió y yo no estuve ahí para aliviar su dolor —el pálido rostro de mi hermano siendo torturado por los Vulturi de la manera más atroz, apareció en cuanto cerré los ojos. Dolía solo imaginarlo. Yo tampoco había estado ahí para él. Para aliviar su dolor. 

Un pinchazo en la palma de la mano fue lo que me trajo de nuevo a la realidad. Abrí rápidamente los ojos y observé mi mano derecha sobre el marco trozado de la puerta. Lo había roto.

— ¿Escuchaste eso? —retrocedí todavía sin despegar la palma de la madera, tratando de arreglar un poco el desastre y evitar levantar sospechas. 

Mi madre avanzó, podía diferenciar sus pisadas con las de mi padre. Eran más delicadas; como si llevase tacones pero iba descalza. Mis piernas reaccionaron por si solas. Para cuando parpadeé, estaba entre las sabanas de mi habitación luchando por controlar el desbocado corazón que amenazaba con salir de mi pecho. Volvía a tronar detrás de los oídos. Rogué porque mi madre no lo escuchará aún detrás de la puerta. No entendía porque estaba tan alarmada, ella era una simple humana. Volví a sentirme una tonta. Una niña pequeña escondiéndose por una travesura. Por escuchar detrás de la puerta. Respiré con regularidad. Ya no era una niña. Mucho menos tenía porque dar explicaciones después de que ellos no lo habían hecho con nosotros. La puerta de la habitación junta se cerró con pestillo. Los murmullos fueron aún más bajos, pero no me resigne-.

— ¿Y qué pretendes hacer entonces? —Papá suspiró por quinta vez en la conversación— Él debe quedarse con nosotros. Está en casa —planeaban quedarse con las cenizas.


×××    

Bajé las escaleras lentamente, mi madre daba instrucciones para que acomodasen las flores en la sala de estar. Papá estaba a su lado, y fue el único en advertir mi presencia al pie de la escalera.

Lazos de Sangre y Ponzoña [EN PAUSA INDEFINIDA].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora