1.- Una esposa para el Rey.

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24 años atrás.

Dicen que, si el día de una boda llueve, es presagio de que la novia será desdichada en su matrimonio. Las lágrimas fluirán de manera incesante, acompañando situaciones que ningún ser humano podría soportar sin desmoronarse. Aunque en este lugar donde me encuentro, el sol apenas se asoma, la premonición de mi destino no requería de creencias, pues me dirigía directamente hacia el oscuro y desolador abismo de las desgracias.

El escenario que me rodeaba era lúgubre, como si el mundo hubiera quedado atrapado en una eterna penumbra. Las nubes grises colgaban pesadamente en el cielo, arrojando sus lágrimas interminables sobre la tierra reseca. Un manto de tristeza parecía cubrirlo todo.

Mi desdicha comenzó antes de mi nacimiento, ya que en ese momento se dictó cuál sería mi destino: convertirme en la futura reina de un poderoso pueblo llamado Draconis. La mera mención de ese nombre evocaba imágenes de un reino majestuoso, con castillos imponentes y dragones legendarios que merodeaban sus tierras. Pero, a medida que avanzaba en mi reflexión, ese esplendor se disolvía en un amargo sabor. Era un destino que se avecinaba como una tormenta amenazadora en el horizonte.

Fue exactamente hace seis generaciones que se acordó un matrimonio entre una mujer de la familia Anersen y el heredero al trono. Este acuerdo se mostraba equitativo para una familia que había surgido de la miseria hacia la riqueza en su forma más exuberante. La memoria de la ancestral promesa se mantenía viva, pero a medida que me acercaba a la fecha de la boda, me embargaba una sensación de inquietud, como si los ecos del pasado estuvieran tejiendo su influencia sobre mi incierto futuro.

Durante cinco generaciones, el pacto y su gratitud se habían disfrutado sin que nadie considerara que la próxima generación sería víctima de una profunda catástrofe. Las antiguas paredes de nuestra mansión ancestral, que antes irradiaban una sensación de calidez y tradición, ahora parecían estar cargadas de una tensión que flotaba en el aire como un espíritu inquieto. Los retratos de mis antepasados miraban desde las sombras de sus marcos, como si ocultaran secretos oscuros que solo yo estaba destinada a descubrir.

Fui la elegida, la joven destinada a aceptar sin objeciones el mandato casi sagrado que pesaba sobre nuestra familia. Mi padre, cuyo rostro había perdido su habitual expresión serena, intentó rescatarme del inminente abismo que me aguardaba. Sin embargo, sus esfuerzos se vieron frustrados, y solo pudo articular una breve disculpa que se perdió en el silencio abrumador de la habitación en la que fui confinada. Los muros parecían cerrarse sobre mí, como si quisieran tragarme en su oscuridad.

Mi abuelo, un hombre de mirada implacable, había ordenado mi reclusión. La habitación en la que me encontraba estaba impregnada de un aura sombría, con sus cortinas pesadas que apenas permitían la entrada de la luz. La sensación de encierro se hacía más agobiante con cada minuto que pasaba, como si el mundo exterior se desvaneciera, y mi hermano y yo estuviéramos a punto de zarpar lejos de casa, en un intento desesperado de escapar de un destino que parecía irremediable.

Cada palabra obscena que mi abuelo profirió resonó en mis oídos como un eco maldito, marcando una cicatriz en mi memoria. Recordaría por siempre cómo él, con sus palabras afiladas como dagas, me había arrebatado la posibilidad de vivir una vida plena, de amar y de encontrar la felicidad.

Sus amenazas, en lugar de doblegarme, encendieron una antorcha en mi corazón, una llama ardiente que crecía día tras día, instándome a nutrir mi sed de venganza con las promesas que había hecho, esperando pacientemente el momento en que ocupara el trono como reina.

Finalmente, llegó el día en que cumplí esas promesas. Con determinación fría como el acero, lo sumí en la más absoluta pobreza y desgracia. Mi venganza fue un festín amargo, pero dulce al mismo tiempo. Sus súplicas de perdón se convirtieron en música celestial para mis oídos, ya que, después de todo, él fue quien tuvo que humillarse y arrodillarse ante mí en busca de compasión. La sala en la que se encontraba parecía estar cubierta por una sombra amenazante que contrastaba con la satisfacción en mi corazón. La venganza, mi leal compañera, había traído la victoria que tanto anhelaba, y mi triunfo resonaba en cada rincón.

Piratas (En Reedición)🚩Where stories live. Discover now