5-. Nuevos amigos y viejos enemigos

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El rey Richard ya no vivía, y en su lugar, una reina había ascendido al trono.

Las impactantes noticias llegaron rápidamente a nuestros oídos cuando desembarcamos en Aqua, la ciudad con el puerto más crucial de Draconis. Aunque podría pensarse que tales novedades alegrarían a cualquier pirata, en la plaza principal se erguía un ominoso escenario, listo para colgar a más de cuatro corsarios al unísono.

En aquel sombrío lugar, se alzaba un inquietante edicto que destacaba las razones por las cuales cualquier individuo acusado de piratería, colaboración con un pirata o poseer información relacionada con asuntos piratas sería condenado a muerte, sin importar su posición social, creencias o nacionalidad. Junto a ello, se exhibía un macabro recuento de cuántos filibusteros habían sido ejecutados desde que la nueva soberana ascendió al trono.

—Entonces, en menos de noventa días, han perecido doscientas almas. Imagina qué escenario deben presenciar cada domingo.

Mi comentario no fue del todo bien recibido por Gibbs, quien se alejó de mí y se retiró hacia la estrecha callejuela por la que habíamos llegado. Con una actitud algo nerviosa, siguió caminando hasta el final de la calle. Yo, por mi parte, también experimentaba una inquietud latente, pero sabía que adentrarnos en este lugar que olía a muerte era nuestra única alternativa.

—Capitán, ¿por qué eligió este lugar? En medio de tantas ciudades, ¿tuvo que escoger la peor de todas?

—Elegí Aqua porque, según el mapa, es el punto de partida. Al ser un puerto de gran importancia en el reino, es probable que tengan conocimiento de la leyenda de Arthur Gells.

—¿Y cree que encontrará a alguien vivo que pueda narrar la historia de ese pirata?

Gibbs tenía razón. Tal vez ya no quedaba nadie con vida para contar esa leyenda. Todas las tabernas permanecían cerradas, y en las callejuelas más desoladas, no se avistaba ni una sola alma buscando ansiosamente un trago de ron. Nos aventuramos aún más en la ciudad, y notamos que los habitantes se habían refugiado en sus hogares, dejando solo a unos pocos jóvenes cadetes que custodiaban el muelle y el mercado.

La tarde se desvaneció temprano, y las calles comenzaron a adquirir un aspecto oscuro y poco confiable. Decidimos regresar al mismo lugar donde habíamos pasado la noche. El bosque parecía haber salido de las páginas de un cuento de brujas, con una extraña niebla flotando en el suelo y perturbadores sonidos provenientes de las profundidades del lugar. Reunimos a diez miembros de la tripulación para que se unieran a Gibbs y a mí en torno a una fogata. Su misión era buscar pistas, pero resultó en vano, ya que descubrieron que nadie en la ciudad se atrevía a abrir siquiera la puerta de sus casas.

Uno de los piratas mencionó haber escuchado rumores sobre un ataque a la capital, pero las noticias eran tan imprecisas que no podíamos confiar en esa información.

Dormimos hasta bien entrada la mañana, momento en el que la niebla se había disipado y nos permitía apreciar nuevamente la belleza oculta del bosque. Cientos de pinos nos rodeaban, resguardándonos de la llovizna que caía. Desde el otro extremo, se escuchaba el sonido del mar golpeando las rocas y la playa, llevando consigo una brisa que tenía un sabor salado y fresco a la vez.

En esta ocasión, nos dirigiríamos al lado opuesto, adentrándonos en el bosque y sus entresijos, ya que en la capital buscábamos lo que el puerto no nos había proporcionado. El lugar se percibía peligroso si no se sabía con precisión hacia dónde dirigirse, pues apenas había senderos que indicaran una dirección específica; predominaban la vegetación, la lluvia, el fango, los insectos y pendientes que parecían llevar a un abismo sin fondo.

Calculo que habíamos caminado unas tres horas cuando el pirata más joven de nuestro grupo descubrió a una mujer recostada en una cueva. Me acerqué a ella y deduje que se había estado escondiendo de alguien antes de caer y golpearse la cabeza. Un revoltijo de cabellos rubios le cubría el rostro, y presentaba una herida en la frente de la que brotaba sangre; su vestido estaba hecho jirones y tenía las manos encadenadas. Gibbs la recogió y la sacó de la cueva, revelando así su delicada condición tras haber pasado horas a merced del frío.

Piratas (En Reedición)🚩Where stories live. Discover now