8-. Malos augurios

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Cuando escuché que Mariam había aparecido, una mezcla de felicidad y tranquilidad se apoderó de mi corazón. Durante toda una semana, supliqué a los dioses que la joven apareciera sana y salva, que los desalmados piratas mostraran compasión al darse cuenta de que no era la persona que buscaban. Pero todo cambió cuando, a través de la ventana, presencié la dramática escena que Mariam estaba a punto de desplegar para enfrentar a los soldados y defender a los piratas. A mi lado, el honorable Sir Williams también observaba esta angustiosa situación. Era evidente que Mariam había sido coaccionada por aquellos villanos para actuar de tal manera.

—Esta pobre niña debe haber sufrido enormemente para ser forzada a comportarse de esa manera. —comentó Sir Williams con tristeza en su voz.

Mantuve silencio frente al comentario de Sir Williams, enfocado en la situación y en cómo Steve priorizaba su papel como oficial por encima de su relación familiar. Me di cuenta de que cualquier intento de abogar por Mariam sería en vano; Steve tomaría las riendas y actuaría según su propio criterio, como siempre lo había hecho.

—Si Lord Dave Rowland se llega a enterar de esto, no sé qué medidas podremos tomar. Él mismo sabe que nadie sería absuelto por actuar de la manera en que lo hizo Mariam.

—Estoy convencido de que ese hombre no se enterará. Y si por casualidad se llega a enterar, confío en que comprenderá que una mujer que ha sufrido un secuestro puede reaccionar así; y no solo una mujer, sino también un caballero. —respondió Sir Williams, con un matiz de confianza en su voz.

Desvié mi atención de los piratas. Parecían más bien un grupo de mendigos deambulando por la ciudad en busca de alimento. Su aspecto distaba mucho de la imagen que yo tenía de cómo deberían lucir los piratas. En vez de la ropa raída y sucia, esperaba verlos vestidos con sedas tejidas con hilos de oro, adornados con joyas exquisitas, y una tripulación sacada de las historias más temibles.

—Sir Williams, ¿no le parece que estos individuos ni siquiera tienen el aspecto de verdaderos piratas? A excepción del hombre con el mono en los hombros.

—Las apariencias suelen engañar, querida. No hay duda de que son piratas, no conviene darle más vueltas al asunto.

Uno tras otro, los piratas fueron encadenados y conducidos al calabozo. Mañana enfrentarían su destino, condenados por la lectura de su sentencia y un nudo en la garganta. Era seguro que todo el pueblo se agolparía para presenciar la ejecución, disfrutando del hecho de que un peligro más fuera eliminado. Yo declinaría la invitación para asistir, con la firme intención de regresar a Rex y dejar atrás esta pesadilla.

—Regresar a la capital será completamente seguro, majestad —aseguró Sir Williams con voz tranquilizadora.

Me volví hacia Sir Williams, observando cómo los piratas se alejaban en compañía de los soldados y el capitán Van Dort. El alboroto había llegado a su fin y la calma volvía a reinar en el lugar.

—Eso es precisamente lo que deseo, Sir Williams. Necesito regresar a Rex y restaurar el orden que se ha visto perturbado desde mi llegada aquí. Por cierto, espero que Lord Rowland llegue hoy. Tiene algo importante que discutir conmigo, algo que, según se ha informado, cuenta con un fuerte respaldo del parlamento.

Van Dort abrió la puerta. Su rostro reflejaba una mezcla de enojo y, supuse, miedo. Rara vez perdía la compostura de esa manera, pero, por supuesto, el alboroto que había causado su prima justificaba su reacción. Estaba allí para interceder por ella, para argumentar que una semana lejos de casa había afectado su juicio y que los piratas le habían lavado el cerebro haciéndole creer que estaba luchando por una causa justa.

Debo admitir que Mariam posee una voluntad y una fortaleza admirables; es una persona decidida y difícil de persuadir. Aunque siempre hay una primera vez. O quizás esta sea ya la segunda, recordando cómo parecía estar dominada por las palabras y el encanto de William Albertson.

Piratas (En Reedición)🚩Where stories live. Discover now