CAPÍTULO 41-.

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Susan también ha sido testigo de la escena, tiene los ojos vidriosos pero lucha por no llorar, respira un par de veces y se calma.

Le doy un sorbo a mi copa intentando quitarme el nudo que me impide hablar.

— ¿A dónde se lo llevan? — Le pregunto al conductor una vez el nudo desaparece.

— Lo matarán — Responde él con un tono casi alegre — Mersus no puede permitirse sostener a inútiles cómo él, nos regimos por la ley del servicio, si no sirves a Mersus no puedes quedarte.

La rabia nace en mi interior, llena cada espacio de mi cuerpo, el pensar en que esta grandiosa ciudad puede regirse por unas leyes tan crueles me hace sentir impotente. Un crack es lo que me hace salir de mi estado de trance mental.

Dirijo mi mirada hacia el suelo en el que descansan pequeños trozos de cristales y gotas de sangre caen encima de estos ¿De dónde ha salido todo esto?.

— ¡Peter! — La voz de alarma de Susan me hace reaccionar, me coge las manos y observo el destrozo que he ocasionado.

Tengo las palmas de las manos ensangrentadas y con muchos cristales incrustados en estas.

— Déjame, yo te ayudo — La voz de Susan es más relajada ahora y me ayuda a quitarme los cristales de las manos.

No siento nada cuando me los quita, dejo de pensar en la escena anterior y en las ganas que tengo de ocasionarle daños al conductor debido a las crueles palabras y a lo que le parecía divertido de estas. Cojo una venda que me señala el conductor está en un botiquín situado debajo del asiento y me vendo la mano con sumo cuidado, escuece un poco pero no me quejo.

El resto del viaje lo pasamos en silencio, las chabolas de cemento pasan a ser casas de dos plantas, estas a edificios más y más grandes, pasamos de los simple obreros a comerciantes y después a gente enchaquetada entrando y saliendo de grandes rascacielos, al final ya se aprecian los jardines con setos recortados de la forma más intrincada, todo esto rodeado por una valla que alterna el metal con recargados adornos de oro.

El vehículo se detiene antes de llegar a los jardines en un gran rascacielos negro, no tan grande como el principal pero no tiene nada que envidiarle a los que tiene alrededor.

— Hemos llegado, disfruten de su estancia.

Abro una de las puertas, fuera del vehículo un señor enchaquetado de pelo rubio platino de unos treinta y pocos nos espera junto a un señor vestido de botones.

Nos bajamos sin saber muy bien qué hacer, ha oscurecido y el cielo se torna de un azul marino en el que no se puede ver ninguna estrella debido a las potentes farolas. El señor de pelo platino el cual tiene una cara de no querer estar haciendo esto nos dedica una gran sonrisa demasiado forzada a mi parecer.

— Bienvenidos a Mersus, Aswad ha dado órdenes para que os alojéis aquí hasta mañana por la noche que será el festejo — Susan le sonríe y yo intento hacer lo propio también — El botones les acompañará hasta su habitación, pasen una buena noche — Sin dar tiempo a decirle nada se escabulle como una serpiente y se va por uno de los callejones que separan los distintos rascacielos.

Cuando quiero darme cuenta el botones se ha marchado y Susan también, entro a toda prisa por la puerta giratoria del edificio. El interior es bastante lujoso, personas de todas las partes del mundo se encuentran sentadas en el bar o chequeando en la recepción.

— Cada año Aswad invita a gente de todo el mundo a este gran festejo, pasan unos días inolvidables para después borrarles la memoria y volver a sus aburridas vidas — Me asalta el botones con Susan a su lado.

Lo Invisible LI#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora