Caminó entre las carpas sospechosas, los payasos y los góticos motorizados como si paseara por un jardín de niños, y yo lo seguí queriendo que nadie me mirara.

Obviamente, la gente lo miraba mucho e intentaba llamar su atención, y él parecía un niño, yendo de un lado a otro cada vez que un payaso lo llamaba para venderle algo. Imaginé a una banda de pedófilos bajo esos disfraces, así que no me acerqué a ninguno por precaución.

Keim volvía con algo más horrendo que lo anterior, entre ello, unos lentes de sol con ojos saltones y una máscara espantosa que debía representar a la criatura de las pesadillas de cualquier superhéroe o villano. Con colmillos, una lengua morada y enroscada cayendo hasta su barbilla, nariz ganchuda y ojos enormes y con colores hipnóticos.

Gracias a Dios él la dejó sobre su cabeza, porque si me volvía en cualquier momento y se la veía puesta iba a darme un infarto seguro.

—¿No es esa que está fumando marihuana por allí?

Me volví como el exorcista, y Keim bajó su mano.

—No, no es, ¿crees que me dé un poco si le pido?

Seguí caminando, tirando la chaqueta de Keim y mirando alrededor. Quizás ignorarlo por un momento lo haría callarse.

Iba a proponerle volver a las carpas para buscar allí cuando la vi, donde menos quería verla. Cerré los ojos, suplicando por estar equivocada, y seguí caminando.

—Keim, dime qué no está allí.

—¿Quién? Ah, si, esa es, la que está a punto de subirse a la montaña rusa obviamente a punto de caerse a pedazos. ¿Desde cuándo está tan loca?

Caminé hacia ella, alzando la mirada lentamente hacía la aterradora construcción que acumulaba la mayor concentración de adolescentes esa noche. La montaña rusa.

Sentía vértigo de sólo mirarla.

Ether hacía fila en los primeros lugares, y caminé directo hacía ella ignorando las groserías y malas miradas de los demás.

Tomé su hombro para llamar su atención, y ella se volvió con una expresión huraña, seguramente pensando que era algún chico de la fila.

—¿Qué estás intentando? —le dije, alto para que escuchara—. ¿Piensas matarte o que?

—Elleonnor —entornó la mirada de mi a Keim—. ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas demasiado deprimida para acordarte de tu amiga.

—Uuuh —se burló Keim.

Lo golpeé en las costillas con mi codo para callarlo.

—Ether, es peligros, volvamos a tu casa.

—No quiero.

Se volvió, sin mirarme.

Apreté mis labios, conteniendo mi preocupación.

—Ether, lo siento, no quería dejarte sola, ¿si? Esto es una tontería, vamos.

—Estàs equivocada si piensas que voy a deprimirme contigo a tu casa.

—Vamos a cualquier lugar —le insistí, tomando su chaqueta desde la muñeca para volverla hacia mí—. Te prometo que no estaré triste, y vamos a pasarla bien. Haremos lo que quieras.

Me miró un segundo, y supe que la estaba convenciendo. Pero entonces los gritos de la gente llamaron nuevamente su atención y se volvió.

El pequeño tren de la montaña rusa se detuvo en las vías frente a nosotras, y todo el mundo empezó a bajar de él, mareados y corriendo a vomitar, intentando no caerse de los cubículos. Cómo las puertas no servían, tenían que saltar sobre ellos para salir.

𝐴́𝑛𝑔𝑒𝑙𝑒𝑠 𝑦 𝐷𝑒𝑚𝑜𝑛𝑖𝑜𝑠  [#1/COMPLETA ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora