Capítulo 4

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Por la tarde los sonidos de los ajetreados movimientos que provenían de la avenida comercial de ciudad Azafrán se volvieron un obstáculo para la calma de las oficinas empresariales de las cercanías.

En una modesto edificio de cuatro plantas, un cansado hombre de camisa blanca con manchas de diversas bebidas para aguantar las jornadas que una de las editoriales en ascenso de la región le imponía sin piedad, en sus manos llevaba un vital café recién hecho al igual que un paquete de donas variadas como un desayuno, decente en comparación a las dosis de azúcar de los días pasados.

Abrió la puerta de temática rustica para dar una visión casi extraña de su lugar de trabajo, solo un par de personas trabajando en medio de la inmensidad de escritorios, a lo lejos algunos teclados eran perezosamente accionados, casi todos los miembros o habían ido a esperar a las celebridades en los hoteles, entrevistar a los organizadores del Gran festival o solo habían ido a entrevistar a coordinadores despistados por la calle.

En una esquina iluminada por la gracia de los rayos de la mañana dibujaba una imagen por la cual hizo el esfuerzo de correr al otro lado de la ciudad por las mejores donas con glaseado de bayas. En un escritorio una joven rubia castigaba las teclas de su computador a velocidades inhumanas, puede que incluso mayores a las de un pokémon. La chica llevaba varios días encerrada en la oficina terminando reportes y artículos que saldrían en la revista en su próxima edición, a pesar de poseer un bello parecer sus ojeras y la ferocidad con la que movía sus manos además de lo abierto que tenía sus ojos, daban un imagen de un enfermo mental en un manicomio.

El chico en cuyo gafete llevaba el nombre de Robert corrió hacia ella, intentando disimular su cansancio.

—Buenas tardes novata—dijo riendo.

En más de una ocasión por ese simple gesto había logrado conseguir el número de cualquier chica, pero su compañera solo se limitó a arrebatarle de las manos sus cargamentos, hambrienta por otra dosis de cafeína y azúcar.

—Al menos podrías fingir escuchar lo que te digo... ¿Abbie?

—Te escucho, te escucho—mientras metía la mitad de una rosquilla en su boca —algo acerca de tu ex ¿no?

— ¿Cómo rayos supiste eso? — interrogó.

Era uno de los talentos de Abigail, el obtener todo tipo de información de todo tipo de personas, a veces resultando extraño lo mucho que sabía de todas las personas. Algo indispensable para cualquier joven reportera.

— Lo siento, no revelo mis fuentes —respondió.

Para cunado Robert se planteó seguir con la conversación, sin embargo, Abigail dio un salto de su silla para tomar una pequeña mochila y su abrigo, su cabello largo fue la única prueba de la velocidad con que realizo todo, no sin antes regresar hasta la mesa para tomar otra rosquilla.

—Nos vemos chico amable—le sonrió—luego te pago.

—Allá es una locura—se quedó perplejo observándola dirigirse a la puerta.

— ¿Por qué crees que voy?

Abbie tomó ruta a la zona centro en donde tenía lugar la inscripción, en él había un horario específico para que las estrellas aparecieran y pudieran dar una entrevista para los medios. Desde la popularidad de las reinas regionales y de los maestros coordinadores, muchos otros artistas se habían sumado a la ola.

Pero para tener acceso a los personajes importantes del evento se tenía que tener un boleto especial y sus precios eran demasiado elevados como para que se lo otorgaran a una novata.

—Supongo que entrevistaré a algunos coordinadores que se vayan a inscribir ahora—se animó a si misma—solo espero que me paguen lo suficiente para sobrevivir hasta final de mes.

Pokémon: Sweet and Bitter StepsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora