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Yoongi estiró la rosa blanca hacia el muchacho, su brazo temblaba y tenía sus cerrados

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Yoongi estiró la rosa blanca hacia el muchacho, su brazo temblaba y tenía sus cerrados. Se encontraba demasiado nervioso; tanto que sentía que podría vomitar su almuerzo en cualquier minuto.

No quería abrir los ojos y ver al castaño, porque estaba seguro de que no podría musitar palabra alguna si lo hacía. Cada vez que veía a Jungkook, se quedaba paralizado; porque, maldición, el chico era jodidamente hermoso y tierno, y Yoongi se sentía desfallecer cada vez que lo veía sonreír.

Probablemente ahora Jungkook lo miraba como si de un loco se tratase, porque llevaba un buen rato —la verdad no— parado ahí, con su brazo estirado, sin decir nada. Pero no podía encontrar las palabras correctas para confesarse, además de que cada vez que lo hacía, algún percance sucedía.

— M-Me gustas mucho, J-Jungkook —habló, aún con los ojos cerrados. — ¿Te gustaría salir... conmigo?

Los segundos pasaban y no recibía más que silencio. Frunció el ceño, pensando que tal vez no lo había escuchado; sintió pánico, creyéndose capaz de no poder volver a pronunciar aquellas palabras.

Abrió los ojos con lentitud, encontrándose con nada más ni nada menos, que un pasillo completamente vacío.

Dejó caer el brazo a la vez que resoplaba. se dio la vuelta, un poco molesto; vio a lo lejos que Jungkook era arrastrado por su mejor amigo. ¡Genial! estaba tan absorto en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta cuando Jungkook se fue.

Soltó un suspiro y se acomodó bien las gafas, preguntándose el por qué de su mala suerte.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         
Una sonrisa se formó en los labios de Yoongi cuando vio a Jungkook sentado en el pasto, leyendo algo en su cuaderno. Se encontraba solo y sin ninguno de sus dos fastidiosos amigos a su alrededor, esta era su oportunidad.

Limpió el sudor de sus manos en su pantalón, tomó aire y se dispuso a caminar hacia el menor. Sostenía una pequeña bolsa con galletas dentro, puesto que había descubierto que al menor le gustaban mucho.

«Tú puedes, vamos. No entres en pánico».

Su corazón comenzaba a latir cada vez más rápido a medida que se acercaba a Jungkook, inclusive podía sentir los latidos golpear contra su pecho. Una vez que estuvo frente a Jungkook, esperó a que éste notara su presencia; sintió que se iba a desmayar cuando Jeon levantó la mirada y le sonrió.

CONFESIONES ARRUINADAS Y LENTES ROTOS.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon