Celos. Él ni sabía qué eran, o al menos no en ese sentido. Había sentido anhelo por ser diferente, sí, por ser otro tipo de persona. Tener otra naturaleza...

Ahora era un anhelo diferente; uno provocado por precisamente aquello que no podía cambiar.

—Oh, bien, porque no tendrías por qué.

Dio otro respingo cuando el alfa cerró los brazos alrededor de su cintura. Quería que lo mirara, pero él se seguía sabiendo abochornado. Inspiró y olía a Harry. Olía a pinar, a fresco, a hierbabuena...

Suspiró y un gimoteo bajo lo acompañó.

—Lo siento...

—¿Por qué? —preguntó Harry afianzando el contacto.

—Por...

No sabía por qué. ¿Por caer en sus instintos? ¿Por ser presa de las inseguridades? Sacudió la cabeza frustrado; turbado.

—Tú eres bonito.

Tembló.

Todo era en sí confuso porque no entendía la sensación. Se volvía a sentir ridículo.

Cuando Harry rozó con su nariz su mandíbula, fue el Omega de Louis el que esa vez gimió primero. Luego lo hizo él.

El alfa buscaba su boca, así que abrió la suya para recibirlo. Olía tan bien; se sentía tan cálido... Sus manos eran tibias en su cintura. Podía llegar a jurar que flotaba sobre el suelo.

Algo dentro de él se volvía a revolver y hormigueaba en su columna vertebral.

—Harry...

Había murmurado sobre los labios llenos y ajenos. Había lamido con timidez su lunar junto a la boca.

—¿Qué? —Harry lo aferraba a él, conteniendo una sacudida—. Dímelo. ¿Qué?

No encontraba las palabras. No se le daban bien...

Estiró los brazos y se colocó de puntillas antes de engancharse al cuello del mayor. Se escondió en su cuello y aspiró. Refregó su mejilla contra la piel.

Olía a él.

Olía a ellos.

—Estoy para ti. Sólo para ti —habló una vez más Harry, con voz ronca y un gruñido grave trabado en el pecho—. Íbamos a entenderlo, ¿recuerdas?

Entender a su Omega.

Louis vibró entre sus brazos mientras el alfa arrugaba la tela de su camiseta. Buscó su lengua porque quería; necesitaba sus besos. Prácticamente se encaramó sobre él.

—C-cama —consiguió balbucear el menor—. En la cama.

Volvió a restregar su mejilla cuando Harry lo alzó con un movimiento y él acopló las piernas alrededor de sus caderas. Podía temblar contra él. Podía sentir que se calmaba.

No sabía exactamente qué era lo que tenía que calmar, pero se sentía apacible.

Cuando cayeron en el colchón ya la camiseta de Harry no estaba. Louis era el que se deshacía de su propio pantalón.

—Para ti...

Soltó un quejido al escuchar a Harry. Mugió impaciente cuando era la necesidad la que comenzaba a decretar.

Era otro él; era el que por mucho tiempo repudió y hasta controló. Pero de repente ya no. Con Harry era imposible; con Harry era más manso y convertía todo en menesteres; exigencias. Y eran suaves y las llegaba a entender; llegaba a saber cómo aquietarlas.

En rutWhere stories live. Discover now