Capítulo XXVIII

Depuis le début
                                    

—Ya, Lou... Sabes a qué me refiero.

El omega se cruzó de brazos.

—Niño pijo.

El alfa apoyó una mano en la encimera, cepillando su labio inferior con los dientes antes de mirar de nuevo al de ojos añiles.

—Sí. Es una tontería, pero... no sé, me sentía especial o algo así.

Louis tragó saliva, sonriendo y negando con la cabeza. Harry se le había acercado, con una ceja alzada en la expresión divertida.

—Niño pijo... —repitió Louis, batiendo sus pestañas mientras el otro asentía.

Sonreían.

—Aunque nunca fui pijo.

—Oh, vamos...

—¡Es verdad! ¿Por qué soy pijo?

Louis se vio en la necesidad de controlar la carcajada.

—Mírate. Siempre aplicado en tus colegios privados, arreglado y con tu coche para todos lados. Ahora con el proyecto de la empresa de tu familia... y con secretaria y todo.

El alfa identificó cierta ironía en su tono. De nuevo.

—Ajá, ¿y eso es ser pijo?

—Para mí sí.

—Ya...

Harry se mordió el labio cuando tuvo que luchar con sus comisuras. Louis se había girado, rebuscando algo en la cocina. Apartó un poco de pan y removió los platos con los huevos fritos. Estaba repentinamente ofuscado y eso el alfa lo notó. Se acercó con cautela, notando cómo Louis daba un respingo cuando le depositó un beso en la nuca. Bufó, pero también lo sintió relajarse casi al instante.

Acarició el largo de uno de sus brazos...

—N-no me hagas así...

El alfa volvió a dejar otro beso.

—¿Por qué?

—P-porque... yo estaba enfadado.

—¿Por qué estabas enfadado?

Louis terminó soltando un pesado resoplido al voltearse. El semblante de Harry era risueño. Sus ojos verdes brillaban y su sonrisa era preciosa.

—No lo sé. —Le apartó la vista, aun sintiendo el toque del alfa en su brazo—. T-tu secretaria es bonita.

Se quiso morder la lengua tras haber pronunciado aquello. ¿Qué estaba diciendo? ¿A qué venía eso? Deseó tirarse de los pelos.

—¿Ah, sí? No me he fijado.

Un suspiro se obturó al final de su garganta. Notó el nudo en su estómago; algo revolviéndose.

—Olía dulce...

Le cosquilleaba la nuca.

—Que insulso.

Tuvo que levantar la vista y observar el semblante despreocupado del otro.

—¡Harry!

—¿Qué?

—Ay, no sé —volvió a bufar.

Se sentía ridículo y sus mejillas comenzaban a arder por eso. Si la tierra se abría en ese momento y se lo tragaba no le importaría en lo más mínimo.

—No tienes por qué estar c-

—No estoy celoso.

Cerró los ojos cuando notó indispensable el interrumpirlo. ¿Por qué demonios se había metido en una conversación así?

En rutOù les histoires vivent. Découvrez maintenant