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Los Leagan, una familia burguesa, no contaban con la misma posición social que los Andrew, pero igual era una familia honorable. La Sra. Leagan siempre al pendiente del que dirán. El Sr. Legan era un hombre un tanto débil, siempre cumpliendo los caprichos de su esposa. Este matrimonio contaba con dos hijos, una jovencita de nombre Elisa y un chico de nombre Niel. Shara, la honorable señora Leagan, era hijastra de la matriarca de los Andrew. Elroy contrajo matrimonio con un hombre viudo de buena posición social, él cual murió cinco años después, una enfermedad acabo con su vida y dejo al cuidado de Elroy a su única hija.

Anthony, Stear y Archie, no se llevaban muy bien con los jovencitos Leagan, ya que estos eran unos niños mimados, caprichosos, acostumbrados a tener lo que sea en el momento que sea; eso molestaba enormemente a Anthony.

Albert llegaba a la residencia Leagan, sus manos posadas en los gruesos y fríos barrotes, deseando ver a su "hermanito". En ese momento salía de la casa un joven de cabellos dorados, pareciera que Albert llamo con el pensamiento a su sobrino.

Anthony desde la puerta buscaba con desesperación a alguien, descendió los tres escalones para dirigirse a la reja, pero la voz de una jovencita pelirroja detuvo su camino.

-Anthony, Anthony, entra hace mucho frío aquí afuera.

-Sentí que alguien me llamaba.

-Anthony, pero que cosas dices, ya lo ves no hay nadie, entremos.

-Si entremos.

Una voz de una anciana se escucho.

-Que esta noche buena este llena de mil alegrías para ustedes, por favor una caridad, esta noche mis nietos no tienen que comer.

Anthony dio media vuelta y entro a la residencia, mientras Elisa despedía cruelmente a la anciana.

-Váyase de aquí no este molestando, aquí no acostumbramos a mantener gente de su clase – la anciana observaba con lastima a la joven pelirroja – que no me escucho... lárguese, fuera de aquí.

La anciana dio media vuelta y se alejo a paso lento.

-Que gente tan horrible – Elisa se disponía a entrar cuando Anthony salía con una enorme canasta.

-¿Y la anciana?

-Se marchó.

Anthony a toda prisa salio y a lo lejos vio a la anciana y corrió hacia ella.

-Espere... espere por favor... aquí tiene...

Con lágrimas en los ojos ella le dijo.

-Muchas gracias, es usted muy bondadoso, que su vida este llene de mil bendiciones... puedo darle un beso.

-Claro que si.

La mujer poso su mano izquierda sobre la mejilla de Anthony al tiempo que besaba su frente. El chico sintió como si ese beso se lo hubiera dado su madre, miro los ojos de la anciana los cuales eran de un azul hermoso, como los ojos de su madre.

-Que Dios te bendiga.

Dicho esto la anciana partió.

-Espere, déjeme acompañarla.

-No hace falta ya has hecho mucho por mi, hasta pronto.

-Hasta pronto.

Anthony vio alejarse a la anciana, Elisa lo veía desde la entrada de la casa, hizo una mueca de desagrado y entro a la residencia. Anthony regreso pensando en esa mujer, en las mil penurias que pasaría día a día y en la entrada se encontró con Albert.

Un Regalo del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora