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Los pétalos de las rosas caían dando vida a un paisaje dorado, el marco perfecto para celebrar el tercer cumpleaños del angelito.

Todos alrededor de Anthony, no solo celebraban un cumpleaños más, celebraban un año más de máxima dicha. Esa felicidad se vio empañada por un triste acontecimiento, Rose Mary tuvo una fuerte recaída, todo paso en un abrir y cerrar de ojos, ese momento marcaría un cambio absoluto y total en esa pequeña familia.

Después de año nuevo los cambios se hicieron presentes, Vincent no podía hacer a un lado sus compromisos adquiridos, pero tampoco quería dejar en manos extrañas a su familia, así que recurrió a la única persona que podía ayudarle.

Una mañana de febrero un elegante carruaje cruzaba la entrada de la mansión, posteriormente descendió una elegante dama, su rostro expresaba algunos surcos, dando a entender que la mujer tal vez pasaría de los cuarenta años, era un rostro duro, mirada retadora. Entro a la mansión dando órdenes, los empleados obedecían sin objetar, con la mirada en el suelo, no se atrevían a mirarla. Esa elegante dama era Elroy Andrew, matriarca de la familia Andrew, quien manejaba con toda libertad la inmensa fortuna de los Andrew, era quien tomaba las decisiones en esa adinerada familia.

Platicó unos minutos con Vincent, quien partió ese mismo día. La gran señora se dirigió a la alcoba de Rose Mary.

-Te ves muy mal querida, pero ya estoy aquí, todo cambiará y será para bien, ya lo veras.

-Gracias Tía Elroy por venir, pero no era necesario... esto pasará pronto... y seguiré con mis obligaciones, el cuidado de mi casa... de mi esposo, de mis hijos – dijo Rose Mary con dificultad.

-No lo creo querida, tan solo mírate, no puedes ni hablar y... ¿tus hijos?, solo tienes un hijo y William es tu hermano y como futuro patriarca tienes que respetarlo. A partir de este momento la educación de William estará a mi cargo y mientras te recuperas, la de tu hijo también será mi responsabilidad. Afortunadamente es un varón, lamentablemente no es un autentico Andrew, pero de mi cuenta corre que se comporte como tal.

-Tía... es solo un pequeño, tan solo tiene tres años.

-La edad perfecta para educarlo severamente. No hablemos más, descansa... iré a la cocina a ordenar lo que se comerá el día de hoy y no te preocupes por nada.

-Esta bien tía – respondió resignada Rose Mary.

Ese día pasó rápidamente, Elroy comió sola, Rose Mary en su habitación, Albert y Anthony no aparecieron en todo el día.

Por la noche Elroy daba las buenas noches a Rose Mary y se dirigió a la habitación de los chicos quienes se encontraban dormidos.

-Hoy fue tu último día de travesuras William. Rose Mary te tiene muy mimado, yo me encargare de meterte en cintura – Elroy desvió su atención hacia una pequeña cama – así que tu eres Anthony – el pequeño se encontraba destapado, así dormido, parecía un angelito y por primera vez la mirada de Elroy destello ternura y esos labios que nunca sonreían lo hicieron, inmediatamente se encariño con ese niño de dorados cabellos y mirada celeste, lo cobijo y se retiro.

Al siguiente día Albert y Anthony bajaron rápidamente al jardín a cumplir su primera tarea del día. Minutos más tarde una voz autoritaria irrumpió en la escena.

-WILLIAM ALBERT ANDREW, VEN AQUÍ INMEDIATAMENTE.

El chico volteo sorprendido, no reconoció de momento a la señora que le llamaba, se acerco y la mujer le tomo del brazo de una forma brusca.

-Nada tienes que hacer aquí, estas obligaciones son de los sirvientes, tú como patriarca de los Andrew tienes que darte tu lugar.

-No, no quiero, ¿quién es usted? – preguntó furioso Albert.

Un Regalo del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora