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El otoño llego y con él el octavo cumpleaños de Anthony. Al siguiente día por la tarde, el pequeño buscaba a su madre con desesperación, veía como el viento deshojaba las rosas sin piedad.

-¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡MAMÁ!!!

-Que pasa Anthony, por que gritas.

En cuanto esa mirada celeste vio a su madre, se arrojo a sus brazos, sus tiernos ojos lloraban. Ella cargo a su pequeño y se sentaron en una banca.

-Vamos cariño... ¿por qué lloras?

-Las rosas morirán – decía el pequeño entre sollozos.

-Las flores son bellas porque se deshojan, crecen y caen, crecen y caen... y viven para siempre – la hermosa dama con su pañuelo tomo las lagrimas de su pequeño – ellas no mueren.

-Y... ¿tú tampoco? – pregunto el pequeño.

-Con un nudo en la garganta y conteniendo el llanto, contesto con la mas bella de sus sonrisas – Si yo muero... viviré siempre en tu memoria.

Otra persona escucho las palabras de ella, cuando Anthony salio buscando a su madre, ella platicaba con Albert.

Las hermosas rosas de la mansión de Lakewood, lloraban amargamente, Rose Mary murió. En su sepelio estaban Vincent, Anthony y Elroy, solo ellos. Albert, como siempre, se conformó con verlos de lejos, su corazón lloraba amargamente, quería acercarse, consolar al pequeño Anthony que no paraba de llorar y que gritaba con el alma desgarrada por su mamá, quería verla. Minutos después se marcharon. Albert se acerco a paso lento y al estar frente a la tumba de ese ser que solo le brindo cariño, termino por caer de rodillas, sus bellos ojos no paraban de llorar.

-Te voy a echar de menos, gracias por tu cariño, gracias por tus cuidados, por las palabras de consuelo que me diste cuando las necesite, gracias por aquel regalo que pedí con el corazón, te juro que cuidare siempre de él, te lo prometo.

Albert vestía el traje típico de Escocia, el kilt y en sus manos llevaba una gaita, la cual toco solo para ella. Después abordo el auto y pidió a George que lo llevara a su colina favorita, al llegar al lugar Albert descendió y empezó a tocar la gaita, quería desahogar su dolor de esa manera, las lágrimas muy difícilmente volvieron a aparecer en el rostro de ese joven, quería sentirse alegre, quería recordarla de esa manera, ya que su hermana solo emanaba eso, alegría.

Albert detuvo su andar y con ello dejo de tocar, sus pasos lo llevaron a una pequeña, la cual tendría seis años, cabello rubio sostenido en dos esponjosas coletas y sobre su pequeña nariz algunas pecas jugueteaban. La pequeña se encontraba tendida en el verde pasto, se encontraba llorando y al oír la melodía se sentó, volteo a todos lados hasta que su mirada verde se topo con el elegante jovencito y le pregunto.

-¿Y tú quién eres?

-¿Quién crees que soy?

-Pareces un astronauta.

-¿Astronauta?

-Eres varón pero usas pollera y tienes una pipa con un estomago.

-¿¡Pollera!?... esto es un kilt la vestimenta típica de Escocia y esto es una gaita nuestro instrumento musical – dicho esto el joven toco la gaita.

Aquella pequeña escuchaba atenta la melodía y comento.

-Suena como si un montón de caracoles se arrastraran.

-Caracoles, has dicho caraco... - Albert ante tan gracioso comentario comenzó a reírse a carcajadas y esa pequeña también río a carcajadas. La hermosa colina se inundo con la risa de ambos. Sus tristezas desaparecieron en ese momento.

Un Regalo del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora