II

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...

—¿Ya nos vamos? —preguntó la pequeña, el mayor la observo detenidamente y sonrió.

—Si, hay mucho por hacer —respondió con ternura y ella lo tomó de la mano, él al principio se sorprendió un poco, pero lo dejo pasar, era tan solo una niña.

—¡Vamos, entonces! —exclamó con emoción, su rostro deslumbraba a quien la viera, la pequeña desprendía un aura de felicidad contagioso.

Salen de la habitación, se encuentran con un pasillo extenso de color salmón, habían varias ventanas cubiertas por cortinas de un blanco casi opaco, estás dejaban pasar la luz del día dando un toque más natural al brillo de las linternas.

—¿Dónde estamos? —comenzó la niña con curiosidad, paseaba su mirada por todos lados intentando no perderse de ningún detalle.

—Este es el templo del Dios supremo, cuando un dios renace, aparece en la silla dónde estuviste hace unos momentos —explicó en lo que giraban en una esquina y abrían otra puerta, está daba con el exterior.

—¡Oh, esto es muy lindo! —ella se emocionó aún más, el exterior consistía en un campo extenso con arreglos florales, jardines, árboles sakura y una hermosa fuente en el centro.

—Si que lo es —concordó el castaño, siguieron hasta dar con lo que parecía ser el arco de una puerta, sin la puerta claro, a través de este se veía un lugar diferente.

—¿Qué es eso? —señaló el arco, sus ojos azules se dirigieron directamente a los del mayor.

—Es un portal que separa el templo del mundo humano —menciono como si nada, la pequeña lo observó y luego al arco. —Vamos, se hará más tarde.

Cruzaron aún tomados de las manos, Bulma se mareo un poco, no estaba acostumbrada a esa sensación abrumante, cuando sus ojos se abren, nota que ya no están en el templo y que ahora se encuentran en un lugar muy poblado, grandes estructuras se alzaban frente a sus ojos, las personas iban y venían ignorando su existencia, no eran conscientes de ella.

Ya estaba cayendo el sol, el cielo se tintaban de un naranja rojizo, acompañado de la blancura de las suaves nubes. La pequeña estaba maravillada, era la primera vez que veía algo así y sentía que podría verlo todos los días sin falta.

Cuando pensaron en avanzar, Sakakibara se detiene abruptamente, la peliazul pone atención a lo sucedido, al principio iba distraída mientras veía a todos lados, pues la oscuridad resaltaba las luces de los edificios dando un hermoso toque brillante a las calles. Un extraño chico se encuentra frente a ellos, la segunda reacción del mayor es poner a Bulma detrás de él.

—Vegeta... ¿Qué haces fuera a estas horas? —su voz no suena muy amigable y Bulma no puede evitar su curiosidad por lo que se asoma al costado del torso del castaño.

—Iba a preguntar lo mismo, pero creo entender lo que sucede, ¿Ahora eres maestro? —la burla en sus palabras es más que evidente, la joven siente el irrespeto en cada sílaba, eso le molesta.

—¿Donde quedaron tus modales? A los mayores no se le habla de esa forma, grosero —su suave voz sorprendió a los masculinos, Sakakibara no dice nada por unos segundos, pero el contrario si.

La Leyenda de la Diosa de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora