3.Sueños

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El viento se colaba desde la escalera cercana al calabozo, y los hacía tiritar de frío. Un guardia custodiaba la puerta. Habían colocado a Noy y Erial en un sitio distinto al erelio, y ya habían transcurrido varias horas sin que les trajeran ni aun un plato de comida.

-¿Cuánto piensan retenernos aquí? -preguntó Noy a través de la mirilla.

En ese momento, oyeron pasos acercándose.

-Abre la puerta -dijo una voz.

El cerrojó se corrió con un sonido estridente, y un hombre entró en la celda. Tenía el cabello largo y oscuro, ojos verdes y una coraza de placas sobre una cota de malla. El hombre cerró la puerta detrás de sí.

-¿Quiénes son?

Noy estaba por responder, pero Erial se adelantó.

-Mi nombre es Erial -dijo-, y él es Noy. Venimos de Ivendra.

-¿Ivendra? ¿Esperan que les crea? ¿Qué hacían en compañía de un erelio?

-Nuestro carro fue asaltado en el camino por unos bandidos. Este erelio pasaba por allí y nos defendió.

-¿Un erelio los defendió? -el hombre dio una risotada-. Esa sí es una historia para reír. ¿De dónde conocen al erelio?

-La señorita ya te lo ha dicho -intervino Noy, poniéndose de pie-. Nos lo encontramos en el camino.

El hombre se acercó a Noy y lo forzó a sentarse de un empujón.

-¡Respondan la pregunta!

-Señor, lo que he dicho es cierto -dijo Erial-. No tenemos nada que ver con el erelio. Tampoco entendemos cuál es el problema. ¿Acaso ha habido algún conflicto?

-Dimelo tú, son ustedes los que venían con él.

-Escuche, señor guardia. Mi padre es Haredon de Ivendra, ¿le suena ese nombre? -el rostro del hombre se tensó de pronto-. Así es, es quien sostiene las actividades de la guardia de la ciudad. Usted y yo nos hemos saludado con la mano equivocada. ¿Por qué no empezamos de nuevo?

El guardia lo miró detenidamente.

-¿Cómo sé que lo que dices es cierto?

-No lo sabes. Puedes averiguarlo. ¿Realmente quieres buscar a mi padre para comprobarlo?

-Soy el capitán de la guardia -dijo el hombre, acercándose y agachándose frente a él-. Si no tienes más respeto por las autoridades, podrías acabar en el calabozo de todos modos.

Sin decir nada más, tumbó a Noy de un puñetazo y se retiró de la celda.

-Noy -dijo Erial mientras lo ayudaba a incorporarse-, creo que debes pulir tu diplomacia.

Noy se limpió la mejilla raspada.

-Él tendrá que pulir su carrera.

-Aquí estoy -dijo John, entrando en la sala. El hombre desconocido estaba despierto, con la mirada fija en el techo. Lentamente, giró la vista hacia el detective.

AusentesWhere stories live. Discover now