Capítulo N° 3

En başından başla
                                    

Esa noche, su hijo menor empeoró. Su respiración se hacía pesada y su fiebre incrementó. Sin medicina ni alimentos no podía durar mucho tiempo. Alejandro se sentía indefenso mientras observaba a sus hijos como luchaban por las sobras de comida. Su familia se derrumbaba a su alrededor. Miró a Camila, que estaba sentada en la esquina, con sus ojos de Chocolates casi cristalizados por estar tan cansada y hambrienta.

Alejandro: Camila hija mía, ven aquí - Dijo suavemente. Camila se levantó lentamente. Sus brazos eran delgados y se podían ver sus pómulos sobresalir claramente. La levantó en sus brazos y la sentó en su regazo. Camila siempre había sido tranquila, ella era su tesoro, su pequeña princesa. Intentó no pensar en lo que el Conde iba a hacer con ella - Mañana es tu cumpleaños, Camila - Dijo fingiendo optimismo - ¿Hay algo que desees en particular?
Camila: Quiero que Vladimir esté mejor – dulcemente respondió. Su padre tragó duro ocultando su vergüenza. Camila lo miró con confianza y sus centelleantes ojos marrones chispeaban de alegría.
Camila: Daría cualquier cosa para verlo mejor - Él la abrazó fuertemente para memorizar cómo se sentía en sus brazos, lo delgada que estaba, lo frágil que parecía. Él se intentó convencer a sí mismo que ella estaría bien alimentada, bien cuidada, pero que no cambió en su mente lo que realmente quería el Conde.
Alejandro: Te amo, Camila- besando su frente.
Camila: Si, papá - respondió, brincando en su regazo. Ella volvió a tomar su lugar al lado de sus hermanos en el piso y durmió tranquila. Alejandro se acostó al lado de su esposa y de su bebé. No pudo dormir, girando una y otra vez en su cama. La decisión pesaba fuertemente en su mente. Escuchaba la tos de Vladimir y los gemidos de sus hijos en la noche. El Conde tenía razón, que sus hijos no iban a crecer si no hacía algo pronto. Aun así, sentía odio hacia sí mismo por lo que iba a hacer.


Cuando llegó la mañana, Alejandro se despertó temprano. Su corazón estaba pesado con la decisión. Tranquilamente, se levantó de la cama y despertó a la niña dormida.

Camila: Papí?- Ella bostezó.

Alejandro: Vamos, Camila, es hora de irnos - Le susurró. Camila frotaba sus ojos.
Camila: Ir a dónde? - le preguntó. Alejandro contenía las lágrimas lejos de sus ojos para que Camila no lo notara.


Alejandro: Tu regalo de cumpleaños - le respondió - vamos a conseguir tu regalo de cumpleaños cariño. Camila parpadeó varias veces y Alejandro le mostró sus brazos para alzarla.
Alejandro: Puedo llevarte cargada hasta que lleguemos -Camila abrió los brazos y su padre la levantó y la acunó. Caminaban lentamente por la escalinata y abrió la puerta, la madera crujió lo suficientemente fuerte como para despertar a su esposa.


Sinu: Alejandro?- Preguntó ella, notando el espacio vacío al lado de la cama -Alejandro? - Se levantó y miró a su alrededor en la oscuridad. Se levantó y miró hacia donde dormía Camila y sus otros hijos y notó que faltaba. Su corazón latió fuerte y corrió hasta la planta baja para salir corriendo hacia la puerta -Alejandro? Camila? - Ella gritó, pero no había nadie a la vista.

La caminata a la casa de subastas fue bastante larga y durante la mayor parte del camino, Camila durmió. Su padre la llevó cuidadosamente hasta que ella despertó. Teniendo la oportunidad de disfrutar sus últimos momentos con su preciosa hija, caminó lentamente y la dejó explorar cuanto quiso. Sus piernas se lastimaron el caminar pero aun así él la perseguía juguetonamente a través de los campos y ella se reía alegremente mientras su padre lograba alcanzarla. Pararon delante de un arroyo y recordó los pequeños renacuajos en el agua.
Acarició su cabello y había visto su sonrisa brillante y sus ojos alegres cuando ella lo miró de nuevo. Miró hacia atrás, pero sabía que si regresaba ahora, Vladimir iba a morir y sus otros hijos podrían seguir su ejemplo. Por el bien común... pensó para sí mismo, pero que no hizo nada para consolarlo.
Cuando la casa de subastas llegó a vista, Camila saltaba hacia arriba y hacia abajo con entusiasmo, señalando y exclamando:

Camila: Allí es, papá! - Tomó su mano y la apretó firmemente.
Alejandro: Yo siempre te amaré.
Camila: Lo sé, papá - contestó, apretando sus manos hacia atrás. Juntos, caminaron a través de las puertas gigantes y hacia la gran sala.

Una Caja Musical me Llevo a TiHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin