- no podemos permitirnos más hijos! Van a morir de hambre como ellos - Camila observó a su madre romper histéricamente en llanto mientras que sus hermanos menores también lloraron de hambre y tristeza. Sin decir ninguna palabra, corrió hacia fuera de la puerta por las calles ya bañadas de oscuridad por la noche. En el exterior, era tranquilo y fresco; Camila secó sus lágrimas con la palma de su mano mientras vagaba sin rumbo. Un vigilante en su turno de noche la miró, pero no podía ser molestado por una niña perdida, llorando en la oscuridad; había visto muchas personas así, que más daba una más. Así que Camila seguía caminando hasta que se topó con una iglesia. Su familia nunca había sido religiosa; ellos generalmente trabajaban todo el día, incluso cuando todo el mundo iba a la iglesia a orar.

Camila nunca había entrado a una, pero cayó sobre sus rodillas en uno de los bancos con las manos juntas sobre su mentón y cerrando sus ojos aprisonadamente para que así sus súplicas fueran escuchadas donde quiera que fueran en aquella noche sus palabras.

Camila: Por favor, Dios - susurró - Salva a mi familia.

Su deseo no se hizo realidad inmediatamente. Sus hermanos habían crecido y ya tenían edad suficiente para salir a trabajar en la calle pidiendo dinero como ella lo hacía. Su madre, había dado a luz a una niña. Camila estaba muy contenta ya que finalmente tenía a una hermanita después de haber tenido a cinco hermanos, así que se prometió a si misma que haría todo lo que fuera por cuidarla. Había nacido un mes antes de su cumpleaños así que la trató como si fuera el más preciado de los regalos de cumpleaños que jamás hubiera tenido.

Era una mañana de fría niebla y muy espesa, dificultando toda la visibilidad posible cuando los niños salieron a la calle. Camila y uno de los gemelos estaban en su esquina habitual cuando apareció un perro corriendo, unos pasos más adelante de ellos. Excitado y curioso, su hermano pequeño dio un chillido de placer y se apresuró a correr detrás de él. Camila al escuchar los sonidos de los cascos de un caballo y los chirridos de las ruedas de un carruaje fue al encuentro rápidamente.

Camila: No! Alto! - gritó, corriendo tras él, haciendo que los caballos abrieran más sus ojos y darle tiempo a Camila de agarrar a su hermano para protegerlo del peligro. Los caballos hicieron una parada abrupta y entre relinches de protestas hicieron que al conductor se le escaparan un sin fin de maldiciones. Cuando Camila abrió los ojos, ella y su hermano estaban a salvo.

Camila: Le pido perdón señor! - dijo, empujando a su hermano detrás de su espalda para protegerlo en caso de que el conductor bajara del carruaje a golpearla. Las cortinas del lado del carro se separaron y un hombre gordo, viejo y calvo la miraba con enojo.

X: ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué hemos parado tan repentinamente?
Conductor: Lo siento Conde York, este mendigo corrió frente al transporte y estuvo a punto de morir.
Conde: Bah!!! debería haber dejado que los caballos siguieran adelante, que más se puede perder? - bufó molesto. Justo cuando estaba a punto de cerrar las cortinas púrpuras, vio a Camila, haciendo que sus ojos se redujeran y la mirara totalmente perplejo. El conductor iba a reactivar los caballos cuando el Conde interrumpió.

Conde: Conductor, espere.
Conductor: Si conde - dijo para aflojar nuevamente las riendas de los caballos.

El conde comenzó a mirar inescrupulosamente a Camila quien empezaba a inquietarse bajo la profunda mirada de aquel hombre. El Conde le hizo una señal al conductor para que dejara el asiento y fuera a abrirle la puerta del carruaje ayudando a aquel hombre a bajarse mientras no le quitaba la vista de encima a Camila.

Conde: Niña, ven aquí - Le hizo señas con la mano pero al ver que ésta no se movía, caminó hacia ella.

Camila fijó su mirada dentro del carruaje, percatándose de que adentro estaba sentada una chica joven, aparentemente un poco mayor que ella sentada en el asiento donde anteriormente estaba el conde. Su cabellos eran un desastre y llevaba maquillaje pesado, y el rostro manchado ya haya sido por llorar o sudoración. Su vestido lo tenía subido más arriba de las rodillas pero al fijarse que Camila la miraba, lo alisó lo más rápido que pudo. La chica miró a Camila con una mirada de tristeza, desesperanza y piedad. Camila nunca olvidaría la manera como ella la miró. El Conde caminaba en círculos alrededor de Camila. Su panza era incomparable y su olor a comida y su perfume barato eran de lo peor. Sus manos estaban decoradas con anillos de colores, de varias formas y tamaños. Su vestimenta estaba hecha de piel suave, bordado con joyas. Camila quería gritar pero ella se mantuvo calmada y sobre todo, protegía a su hermano.

Conde: ¿Cuál es tu nombre? - Preguntó, pero Camila permaneció en silencio. Miró sobre su hombro el cabello Castaño y sucio del chico que estaba bajo los brazos de Camila mientras les dirigía una mirada prepotente. El muchacho nunca había visto a alguien como él. - Dime, joven, ¿cuál es el nombre de tu hermosa hermana?

- Su nombre es Camila- Su hermano pequeño se escondió después de haberle develado el nombre. El Conde sonrió de una manera que a Camila la llenó de intranquilidad. Nunca se había dado cuenta que una sonrisa podría enviar desagradables escalofríos por su espina dorsal. Su padre, cuando sonreía, siempre la hacía sentir bien y la sonrisa de su madre era lo que generalmente veía al acostarse por las noches. No importaba lo difícil que hubiera sido la vida pero sus padres, siempre le dedicaban las mejores sonrisas.


Una Caja Musical me Llevo a TiWhere stories live. Discover now