Capítulo 28: Esa voz.

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Jade

Mi amor. Mi todo.

Han pasado treinta y dos horas y Grayson aún no ha despertado. Mientras espero mi angustia va en aumento, y el temor a perderlo es desgarrador. Se siente como si mi vida estuviera siendo consumida y solo él pudiera devolvérmela. Mi temor es comparable al dolor que sentí tras perder a mis padres, pues él me ama tanto como me amaron ellos y perderlo significaría una eterna soledad para mí.

Ya sé que tengo a Liv y también que ella me ama, pero mi hermana tiene a Ben y algún día formará su propia familia y, aunque sé que nunca me abandonaría, ellos necesitarán su espacio.

En cambio, con Grayson es diferente, pues sé que él está hecho para mí, que es mi hombre ideal. Con esos hermosos ojos verdes-grisáceos que me hipnotizan y esa sonrisa que me enamora, él lo es todo para mí.

Sin embargo, aquí estoy, sentada junto a su cama, en esta estéril habitación de hospital. Verlo allí, respirando plácidamente como si estuviera dormido, no me tranquiliza.

La madre de Grayson, Maggie, como prefiere que la llamen, me permitió pasar la noche con él. Aunque esto fue a costa de un par de horas donde le prometía que le avisaría si algo ocurría.

Ben también fue difícil de convencer, pues su lado sobreprotector no quería que yo estuviera aquí. Él opinaba que no descansar podría ser perjudicial para mí, puesto que yo también estuve involucrada en un accidente, aunque no fuera tan grave como Grayson.

Al final se rindió, pues notó que estaba literalmente pegada a la silla y que nadie lograría quitarme de allí. No obstante, sólo se largó tras hacerme un chequeo rápido y obligarme a jurarle que lo llamaría si sentía una mínima molestia.

Ahora estoy aquí. Aplastada en esta incómoda silla de plástico, frustrada por no poder hacer nada para remediar el estado de Grayson.

Sólo espero que, por una vez en la vida, Dios escuche mis plegarias y me cumpla lo que le pedí.

Aunque la promesa que hice mientras rezaba es dolorosa, sé que resistiré con tal se cumpla mi petición. Aun puedo recordar exactamente cada palabra que dije tras entrar en la capilla.


Mi familia y yo siempre fuimos muy religiosos. Mis padres, Liv y yo, nunca faltábamos a las misas dominicales, en especial mi padre, quien fue un católico devoto, siempre apegado a sus creencias. Sin embargo, después de que él y mi madre murieran, Liv y yo nos apartamos de la iglesia. Por eso, tan sólo llegar a la capilla del hospital, acompañada por Angie, mi corazón martillea rápidamente. Solo espero que al entrar Dios me perdone por haberme apartado de él, y pueda escuchar lo que vengo a pedirle.

¿Te importa si entro sola?me giro preguntándole a Angie. Veo que está apunto de negarse, pero, por alguna razón, algo en su mirada cambia y niega con la cabeza.

—No, está bien. Te esperaré aquí afuera por si me necesitasresponde con una débil sonrisa, para luego sentarse en una de las sillas que están frente a la puerta de la capilla.

Doy media vuelta y abro las puertas dobles, blancas, que me separan de la capilla. Al entrar me sorprendo por su interior.

Aunque prácticamente crecí en este hospital, no había entrado a la capilla antes, y considerando que el hospital es un lugar con decoración azul claro en todos sus rincones, estéril y sin vida, la capilla es hermosa. La pared de la izquierda es completamente blanca, pero tiene pegada a ella un sinfín de cartas con lo que supongo son agradecimientos y peticiones. Por su parte, la pared derecha está adornada por hermoso mosaico de la Última Cena. A ambos lados de la sala hay también varios bancos de color caoba, colocados en filas, formando en el centro un pequeño camino hacia el altar, donde se encuentra la estatuilla de Jesucristo crucificado.

Fría como el hieloWhere stories live. Discover now