Capítulo O9

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Esa noche logramos que Mateo cocine pizzas. Pusimos varias cervezas sobre la mesa ratona frente al sillón, unos almohadones para los que quisieran sentarse en el suelo (como Lucas), compramos helado para los amantes del chocolate (como Gemma y yo) y finalmente trajimos la humeante pizza hecha por un Dios (como Mateo)

—Realmente no tenían que hacer esto— dijo Brat cuando nos vio sentados alrededor del televisor con el partido recién empezando.

—Las chicas pueden hacerlo y ustedes también —Gemma se encogió de hombros y le sonrió.

Comenzamos a comer, esto estaba delicioso. Gemma me hacía gestos diciendo que el pollo frito era mejor y ambos reíamos ante nuestra broma interna.

La noche fue pasando, realmente no entendía nada sobre futbol pero me alegro saber que los hombros de Brat se habían relajado y que de vez en cuando podías escucharlo maldiciendo o carcajeándose con los comentarios inocentes de Lucas.

Brat seguía firme a su estricta dieta sin grasa o alcohol y también entrenaba ocho horas por día, seguro de que el entrenador entraría en razón al saber que él realmente se esforzaba por esa entrevista.

—¿Sabes? Yo no entiendo un pomo sobre esta cosa donde se pasan al chihuahua marrón pero cuando quieras podemos ir a nuestro patio, robar el chihuahua de la Señora Heckings y pasárnoslo— dijo el oxigenado guiñándole un ojo. Todos reímos ante la imagen del pequeño animal siendo lanzado por los aires.

A la hora de dormir fue mi turno de lavar los platos. Brat se despidió con una sonrisa de verdadero agradecimiento.

Alessandro se quedo conmigo tecleando en su computadora.

—¿Ya has pensado en algo? — dijo sin despegar la vista de la pantalla.

—No sería de tu agrado— le respondí.

—Podría prometerte que no te voy a juzgar, pero de todas maneras lo haré.

—Voy a ir con mi hermano.

El moreno levanto la vista hacia mí.

La idea se había clavado en mi frente como el acné que tenia a los 15. Si realmente quería que Brat tuviera su entrevista, solo había una forma de lograrlo que no incluía al necio del entrenador Dough.

—Lo único que conseguirás es un humor de perros.

Mis amigos odiaban a mi hermano tanto como yo.

—Él no tiene nada que ver, su trabajo sí.

El ceño de Alessandro se frunció en compresión. Y luego se profundizo en desaprobación.

—El entrenador Dough no caerá en tu trampa.

—Ya lo veremos— seque mis manos con un trapo y marche a mi habitación.


🐵🙈🙉🙊🐒


Mi hermano vivía en un pent-house en el centro de la cuidad, a dos horas de mi universidad.

Su recepcionista me había dicho que este ahí a las 7:30 por lo que tuve que salir a hurtadillas a las 5 de la mañana de mi casa. A las 7:00 ya me encontraba frente a las puertas de vidrio donde se alzaba un edificio resplandeciente y lujoso. Estaba seguro de que alquilar un mes aquí era equivalente a comprar la casa que compartía con mis amigos.

—Ya le hemos avisado al Señor Cook, puede subir.

Me adentre en el elevador hacia el último piso. Las manos me sudaban y no podía evitar agitar mi pie con nerviosismo. Mi hermano era una de las pocas personas que me ponían tan nervioso. Sus ojos calculadores, su aura de superioridad y su lengua afilada de serpiente. Él era tan malhumorado, insoportable y vengativo como yo solo, que él tenía un punto a favor: no tenía amigos que ablandaran su corazón. Tal vez era más un punto en su contra.

La casa de los monos [ EN PROCESO ]Where stories live. Discover now