CAPÍTULO 3: Guerra de pizza.

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-Aprendí bastante cosas de ti hoy... 

-¿Cuáles?

-El efecto que produzco en ti.

-No produces ningún efec...-me interrumpo cuando se acerca demasiado a mí y me mira directo a los ojos. Trago saliva. -...to. Ningún efecto. -me hago la desentendida y sigo lamiendo mi helado.

-También sé que lloras por películas de hechos ficticios.

-¡Le rompió el corazón y luego ella murió sin su amor! ¿Qué clase de persona no llora por ello?

-Y sé que amas la sal.

Sonrío. -Eso es lo único veraz que has aprendido. Podría comer sal sola, y es más, lo he hecho.

Pone cara de asqueado y río. Caminamos fuera del centro comercial y en dirección a su auto. Se detiene en seco cuando me ve abrir la puerta. -¿No piensas entrar en mi mega-preciado auto con un helado, no?

-Oops, sí.

-Matáme si permito eso. 

-Pero no lo derramaré... -le pongo mi mejor puchero y lleno mis ojos de lágrimas. 

-Mierda , Hope. No juegues conmigo.

-Yo sólo quiero comer mi helado...

-¡Jesús! ¡Está bien! Pero no manches mi carro, y menos que menos, bromees con que me rendí.

-Gracias -lo abrazo y me corresponde, rodeándome con sus brazos la cintura. 

-Em...¿Hope?

-¿Sí?

-Tu helado se está derritiendo en mi remera.

-¡Oops! Perdón. 

Lo suelto y me meto al carro. Hace lo mismo y maneja. -¿A dónde? -pregunta.

-Em... a donde quieras.

-¿Quieres volver a tu casa?

-No...-y es verdad. No quiero volver (y no es por la tarea y los exámenes, no sé por qué)

-¿Un parque?

-¡Sí!

Sigue manejando y frena cerca de una plaza.

-Vamos.

Bajo del auto y nos sentamos en las hamacas, yo a terminar mi helado, y él... ¿a observarme?

Atrapa un mechón que vuela por la brisa y lo coloca detrás de mi oreja. -No quiero perder la oportunidad de decirte que eres hermosa. 

¿Qué? En serio, me estoy perdiendo, no sé qué es real y qué no.... ¿Por qué no lo dijo en su tono de seductor?

Me está volviendo loca... no malinterpreten, me refiero a loca de estresada, no loca por colada por él. 

¿Ven? Ni siquiera sé expresarme bien a su lado.

***

Después de un rato, de hablar de nuestras vidas, lo que amamos, y después de que yo me diera cuenta de que pensé mal de él, está anocheciendo, y tengo que volver a casa.

-Yo te llevo -me dice, cuando le explico que estoy cerca de casa y puedo ir caminando.

-Está bien, yo voy sola. Tú ve a tu casa, seguramente también tienes tarea.

Le beso la mejilla y comienzo a caminar, pero me abraza de atrás, me gira, y así, de repente, sus labios estaban a milímetros de los míos.

Claro, cómo no, mis vellos se erizan, mi respiración se entrecorta y me pierdo en él.

Maldito patán.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora