Epílogo | Alternativo

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La joven Leila caminaba de una esquina a otra, mordiendo sus uñas y con la mirada perdida, pensando si se llegará a recuperar.

Por favor ---pensó con desesperación---, no me dejes.

Detuvo su caminata cuando se percató que unos pasos y una silueta se dirigían hacia ella.

---Oh, Leila ---lamentó Lilian, la madre de Caleb.

---No lo entiendo ---murmuró en un susurro la joven---, ¿por qué le tuvo que suceder esto a él? ¿por qué lo malo tiene que pasarle a la gente buena?

---Dicen que las peores batallas se las dan a los mejores soldados ---había dicho la mujer.

---Caleb no es un soldado, él es un civil que le tocó recibir el impacto -corrigió lo que quiso decir su acompañante.

La mujer miraba con ternura y lastima a Leila quien no podía evitar derramar una que otra lágrima cada cierto tiempo.

Lilian dudó por unos segundos si entregarle la carta y darle la noticia, pero se le hizo más difícil la decisión cuando la chica, de veintiún años de edad, cuestionó la pregunta más dolorosa para la madre de el chico.

---¿Él está bien?

La mujer, intentando ser fuerte frente a la joven y no llorar, entregó una hoja de papel color azul doblada por la mitad y una pequeña nota adhesiva pegada en la hoja anterior.

---Si quieres hablar de algo, llámame, cariño ---se despidió Lilian antes de acariciarle el rostro dulcemente y emprender el camino a su casa para dar a conocer la deprimente noticia.

Leila, confundida por lo sucedido, observó atentamente ambas hojas. Una de ellas, la nota adhesiva, tenía escrito un número de teléfono y la otra, tenía escrito: Para mi princesa, Leila.

Con las lágrimas intentando contenerlas, guardó ambos objetos en su bolso y se dirigió a la salida del hospital.

(*)

No sabía a donde ir, sólo se dejó guiar por su corazón y sin darse cuenta estacionó su auto en el aparcamiento de la playa.

Caminó entre la arena con los pies descalzos, sus vans en una mano y la carta de su amado en la otra. Se sentó en una roca cerca de la marea, pero no lo suficiente como para terminar empapándola.

Se permitió unos segundos para prepararse mentalmente antes de leer lo que Caleb escribió. Ella sabía que no sería una carta que diría que él está en perfecto estado y en París; como era el sueño del muchacho. Ella sabía que cuando leyera la última palabra, ya no sería la misma que fue antes de que a su novio le diagnosticaran una enfermedad mortal. Sabía que lo que hubiera en esa carta, la hará llorar y preguntarse millones de cosas. Pero decidió ignorar todo lo que se formaba en su cabeza, y empezó a leer:

Para mi princesa, Leila:

Quizás en este momento me estés odiando porque no tuve el valor de hablarte en persona y por apartarte de mí, por no haberte visto por última vez y por no dejar que haya una despedida decente, pero yo no quería que me vieras así, quería que estuvieras en paz y no dañarte con mi sufrimiento.

Durante todo el tiempo que he estado aquí, en el hospital, me he dado cuenta que no soy suficiente para ti. Tú mereces más, tú mereces todo el amor y cariño que exista, tú merecias el universo entero pero me elegiste a mí, y eso es algo que nunca entenderé.

Quiero que aprendas lo que yo siempre quise aprender. Toca el piano y muéstrame que tan hermosa es la canción Kiss the rain siendo tocada por tus delicadas manos. Y puede que tú eres una pequeña chica infantil e inmadura pero eso es lo que te hace ser tú, es lo que te convierte en Leila Cameron. Sin embargo, no sólo eres infantil e inmadura, eres hermosa, eres inteligente, eres audaz, eres sensible, eres honesta, eres adorable, eres... mi pequeña.

Aún recuerdo la primera vez que te llamé "pequeña", tú te enfadaste porque odias tu estatura, pero a mí me parece adorable. Además, amaba sacarte de quicio.
También recuerdo la primera vez que conociste a mis amigos. Alex se aferró tanto a la idea de emparejarnos que reservó en uno de los restaurantes más caros que hay en la ciudad... lamento la tardanza, pequeña.
¿Y cómo olvidar cuándo te pedí que fueras mi novia? Tu padre casi me asesina cuando entré en tu casa y él pensó que era un ladrón. Se tranquilizó cuando vio que mis únicas armas eran 9 ramos de flores. Él me ayudó a llenar tu habitación y la sala con las rosas.

Pequeña, quiero que me perdones por hacer esto. Ya no podía más con el dolor, con el sufrimiento. El doctor decía que mis esperanzas de vida eran muy pocas...

Pedí la eutanasia*.

Sé que sabes qué es eso. Escuché al doctor hablarles acerca de la eutanasia a ti y a mi madre.

Tuve que hacerlo así, no soy tan fuerte como tú, princesa. Yo no puedo salir de los malos momentos con una sonrisa y decir "no fue para tanto". Yo no puedo reír, cuando lo malo ya pasó, de los momentos que dieron risa. Y por eso te pido que, cuando acabes de leer esto, mires hacia el cielo y sonrias, yo con gusto te devolveré la sonrisa.

Quiero que sepas que estaremos juntos para siempre, Leila. No importa dónde estés tú o dónde esté yo, nuestro amor durará para siempre...

Te amo.
-Caleb

Leila, para ese momento, sólo era un mar de lágrimas. Algunas personas pasaban en frente de ella y la miraban, algunos con desconcierto y otros con lástima.

Releyo la carta tantas veces hasta que empezó a oscurecer. Decidió que era mejor idea volver a casa.

(*)

02:00a.m.
La joven era incapaz de conciliar el sueño, le era imposible relajarse cuando recibió la peor de las noticias esa misma tarde. Dándose por vencida, se levantó de la cama y se dirigió a la cocina por algo de beber.

Cuando volvió se percató que uno de los cuardenos que reposaban en su estantería, estaba en el suelo. Se acercó a él y lo recogió.
<Si lo puedes escribir, lo puedes conseguir> Decía en la portada.
Leila recordó que aquel cuaderno Caleb se lo había dado por su primer aniversario, eso junto con un viaje a Colombia, el cual había sido uno de sus sueños.

Acarició con las yemas de sus dedos la portada hecha a mano por su amado Caleb. Lo abrió y ojeó varias páginas, dándose cuenta que todas estaban en blanco.

Caminó lentamente hacia su silla en frente de el escritorio, y se sentó ahí para luego colocar el cuaderno en frente de ella con un bolígrafo.

Y a partir de ahí empezó a escribir:

No sé cómo sentirme después de esto. No sé cómo debo de actuar. Si actuar con indiferencia, como si nada me hubiera afectado, o demostrar algo que no sé cómo definir.

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Eutanasia: es la acción u omisión que acelera la muerte de un paciente desahuciado, con su consentimiento, con la intención de evitar sufrimiento y dolor.

El &quot;Para siempre&quot; de un SegundoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt