Capítulo 12

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Adriana y yo compartíamos más tiempo cada vez, comíamos y hacíamos los trabajos de clase juntas y las tardes eran prácticamente nuestra. Por suerte no tuve que preocuparme por Paola pues, ella estaba la mar de feliz con Guille con el que alguna noche compartía habitación. Además se alegraba como nadie de que yo estuviera con Adriana, de que por fin esté haciendo frente a mis miedos y estuviera disfrutando de un amor. Con Adriana pasábamos los findes de semana entre clases de baile y matemáticas. Yo iba pillándole el truco a las cuentas y ella al ritmo. Por otro lado, Adriana se desenvolvía más conmigo y perdía esa vergüenza que tanto tiene para todo, y a la vez yo me sentía feliz de haberle confiado ese pasado que tanto trato de olvidar...

Aunque aún quedaba algo más, algo que no será tan fácil revelar.





Pasaron dos meses en los que el frío invierno hizo presencia con una nevada que tiñó de blanco el gran roble del patio. Y precisamente allí me encontraba en estos momentos. Laura me había pedido que la esperara allí, pero a pesar de ir abrigada con guantes y un gran abrigo, el frío me hacía tiritar de vez en cuando y estaba deseando que Laura llegara para entrar al interior del edificio cuanto antes. Aunque sabía el motivo de esta cita, y es que hoy cumplíamos cuatro meses y ella siempre me tiene algo preparado. Yo siempre había sido una chica detallista con aquellas personas que quiero, sin embargo de Laura me sorprendió bastante esa faceta suya. El mes anterior me hizo entrega de una caja cuyo contenido era nada, o eso parecía a simple vista. Ella en seguida me dio una explicación a esto:

-Todo lo que he ido contándote de mi, todas las cosas que te he hecho -era aficionada a hacer pulseras, collares, e incluso un cuaderno con todas las hojas dedicadas con frases románticas para mi-. Todo eso lo he sacado de aquí -dijo señalando la caja-. Y ahora está vacío, porque ya no puedo dar más, te lo he dado todo de mi. Feliz tercer mes.

Cada vez que recuerdo esa declaración una inmensa alegría penetra en mi corazón. Esa caja está cuidadosamente guardada en mi armario y dentro guardo todas las cosas que ella me regala. Por las noches abro la caja y las veo recordando cada momento que hemos pasado juntas, y cada noche me enamoro un poco más de ella.

Al poco llegó Laura ataviada con guantes, abrigo y un gracioso gorro de lana que le quedaba estupendo. Me abrazó con energía y me dio un frío beso. Por los labios, me refiero. También pude notar el frío de su cara, y ella odia el frío, pero aún así irradiaba felicidad. Sin embargo yo amo el invierno. Ella prefería el verano y el calor, y yo lo detesto. Así miles de cosas teníamos diferentes, pero nos llevábamos a las mil maravillas y me aventuro a decir que nos queremos más de lo que podamos pensar ambas.

Laura no se demoró en darme el regalo aunque esta vez no era nada material sino simbólico. Del abrigo un punzón y comenzó a tallar algo en el roble. Cuando terminó me encantó ver un A+L rodeado de un corazón casi perfecto.

-En este roble dejo constancia de nuestro amor para toda la vida. Cuando pasen tropecientos años y seamos muy viejas vendremos aquí a ver nuestro árbol y recordaremos que un día como hoy sellamos nuestro amor con el primer beso que nos dimos bajo este milenario roble.

Las palabras de Laura me llegaron de verdad, no me salían las palabras, simplemente la miraba maravillada. Ella era toda una caja de sorpresas, a pesar de que siempre dice que odia las "ñoñerias" era la primera en hacer algo romántico para sacarme una sonrisa. La rodeé por la cintura y la besé con todo el amor que tengo y más, y es que mis regalos comparados con los suyos quedaban en nada, aunque ella siempre decía que le encantaban. Mi primer regalo fue una pulsera de la cruz de caravaca que mi abuelo regaló a mi abuela y, ésta me la dio a mi para que yo se la entregara a la persona que más quisiera en ese momento. En estos instantes esa persona no es otra que Laura. Y desde ese día siempre lleva puesta la pulsera, no se separa nunca de ella. Sin embargo, para este día había pensado en un regalo más especial, algo simbólico. Laura es muy fogosa, siempre trata de meterme mano y yo siempre le decía que no me sentía aún preparada. Aunque ella trataba de provocarme explicando con todo lujo de detalles lo que "me hará" cuando yo sintiera que es el momento. Y creo que ahora me siento totalmente preparada para eso y más. Con ella se me fueron dudas, miedos, timidez, vergüenza. Siento y quiero concederle el mejor regalo que ella quiera tener: Yo misma.





Hacía tiempo que no hablaba con Lucía, pero para esta ocasión lo hice y ella se mostró feliz con la idea que le había planteado y se ofreció a ayudarme. Ni si quiera tuvimos que remover nada del pasado, simplemente pasamos página y nos unimos para preparar algo que yo deseaba hacer desde hacía tiempo. Me ayudó a decorar toda la habitación y me prometió dejarnos a solas toda la noche. Iba a ser la noche más especial para mi y sobre todo para Adriana, y quería que todo saliera perfecto. Todo estaba preparado, ya solo faltaba ella.





Lucía me llevaba casi arrastras por el pasillo, me dijo que tenía que llevarme al cuarto para enseñarme algo increíble, pero se negó a contarme nada, ni si quiera una pista. Cuando ya estábamos frente a la puerta, sacó un pañuelo y me lo puso en los ojos sin previo aviso.

-¿Qué haces? -pregunté confundida.

-Sorpresa -respondió ella con una risita que me puso más nerviosa de lo que ya estaba.

Escuché como daba dos toques en la puerta y acto seguido una bocanada de aire me llegó al abrirse. Lucía me dio un leve empujón hacia delante mientras alguien cogía mi mano y tiraba de mi. Al entrar sentí un calor confortable y respiré una agradable mezcla de olores entre los que distinguí el chocolate y el jazmín. De fondo se escuchaba una suave melodía de lo más relajante. Entonces noté unas manos rodear mi cintura, abrazarme por la espalda y besar mi cuello con dulzura. Mi piel se erizó y mi cuerpo comenzó a temblar de nervios. Mi estómago era una jauría de mariposas haciéndome cosquillas.

-Esta va a ser tu noche especial -susurró Laura pudiendo notar su aliento muy cerca de mi oído.

Se separó de mi un momento sin llegar a soltarme la mano y dijo:

-Vamos a hacer el juego de los cinco sentidos.

Asentí dejando escapar una sonrisita temblorosa.

-Vamos a empezar con el gusto -explicó-. Abre la boca.

Le hice caso y al momento pude notar como introducía algo en ella. La primera impresión es que era duro al tacto. Intrigada lo mordí y al instante descubrí de qué se trataba. Lo mastiqué y saboreé con gusto antes de desvelarlo.

-Chocolate negro del 52%, mi favorito -dije de corrida, sabiéndolo de memoria.

Para ella también se había convertido en su favorito. Aunque al principio le costó hacerse al sabor acabó gustándole incluso más que a mi.

-Muy bien, ahora el segundo. El olfato.

Agarró mi mano y depositó algo en ella. El objeto se notaba medianamente fuerte y largo, con algo suave en la punta. Con curiosidad lo llevé a mi nariz para olerlo y en seguida supe qué era.

-¡Una rosa! -exclamé con entusiasmo.

Nunca me habían regalado una rosa, aquello me hizo verdadera ilusión. Laura rió y continuó con el juego.

-Lo has acertado. Siguiente: El oído.

Sentí entonces como la presencia de Laura se alejaba de mi y la relajante melodía que hasta entonces se escuchaba de fondo cambió a una canción bastante conocida. De hecho creo que es el tango más conocido del mundo: "La Cumparsita". De nuevo la presencia de Laura se colocó a mi lado.

-Ahora viene la "vistaritmo"

-¿"Vistaritmo"? -pregunté absolutamente extrañada.

-Excato.

Entonces sus manos se fueron hasta la parte de atrás de mi cabeza, soltó el nudo de mi pañuelo y...

Enamórate como puedas (Trilogía "Como puedas" Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora