✐ O N C E ✉

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Querida tú:

Como si el día bautizado por mí como " el día de las mariposas del primer amor" no hubiera sido lo suficientemente lindo, lo mejoraste todo.

Aún hoy pienso en eso y a veces me convenzo de que lo imaginé; pero al evocar lo que me hiciste sentir, sé que fue real: no tengo tanta imaginación como para recrear un momento así inventado.

Fue como el picor de una abeja; apenas escuchaba que se acercaba y de repente, ¡zas! lo sentí en la piel, quemando... ardiendo, solo que a diferencia de una abeja, no me dolió, es más, me enamoró.

Tú, Gaby Trescot, tomaste la iniciativa y me besaste.

El beso no me lo imaginé; pero los fuegos artificiales, las ovaciones de la gente y el viento a nuestro alrededor sí fue producto de mi enamorada cabeza. Fue tan mágico que casi pude imaginar ese hilo rojo uniendo nuestros sentimientos; estaba allí, sutil y delgado pero fuerte e inquebrantable.

Las mariposas volaban sobre nuestras cabezas pero una que otra hallaron la manera de entrar a mi estómago y revolverlo todo.

Tú revolviste todo.

De ahí en adelante todo se volvió una dulce amargura; dulce porque te tenía, porque eras mi novia y era dueña de tu corazón pero amarga porque debía ser en secreto, porque tu mamá me veía como tu mejor amiga y como tal me trataba; solo así me quería, me apreciaba. Había días en que no pensaba mucho en eso pero otros en los que lo veía injusto; yo amándote, tú amándome y que nadie lo supiera.

¡Yo quería que el mundo lo supiera!

Quería gritar al mundo que eras mi novia, quería decirle a tu madre que amaba a su hija, quería caminar frente a tus compañeros de colegio tomadas de la mano, quería darte un beso sin que nos miraran raro.

Dios, Gaby, quería tantas cosas contigo. Corrijo: quería todo contigo.

No sé si cuente celebrar mesversarios pero contigo quería celebrar hasta cada hora que podíamos contar como pareja. La primer vez de todo siempre es memorable y nuestro primer mesversario no fue la excepción.

Me regalaste un relicario de plata en forma de corazón. Al abrirlo vi que había una foto tuya en una de las caras y una mía en la otra. No medía más de dos centímetros pero llenó mi corazón como si fuera la más grande joya del mundo. Eso hace el amor: enaltece lo pequeño y encoge las minucias.

Aún lo conservo como mi más grande tesoro. De hecho, lo tengo abierto mientras te escribo; saliste sonriente y un mechón tapa un poco de tu ojo. Tienes un moño azul en el pelo y muestras tus hoyuelos. La foto por lo pequeña no logró inmortalizar el brillo de tus ojos pero a veces, cuando me esfuerzo mucho, con mi recuerdo puedo llenar ese espacio en la foto.

Eres tan preciosa.

Y más precioso es mi recuerdo de ti conmigo en nuestro primer Halloween juntas. ¡Te disfrazaste de abeja! Aunque debo decir que una abejita muy hermosa. El amarillo de tu falda resaltaba tus ojos, las alas transparentes y la brillantina que te esparciste en las mejillas... divina.¿Lo mejor? Que combinamos sin planearlo; yo fui Winnie Pooh... bueno, no se puede decir que combinamos en sí, pero Winnie y las abejas tienen que ver con miel, eso es suficiente para mí.

No preguntes por qué fui de Winnie Pooh.

La foto que nos quedó del recuerdo es épica, creo que es una de esas que pasan a la posteridad como las más graciosas, una imagen bella de un oso amarillo cargando en brazos a una abejita sonriente.

Si lo hubiéramos planeado, no habría salido tan perfecto.

¿Ves? Estábamos destinadas en todo, desde las clases de guitarra hasta el disfraz de halloween.

¿Sabes qué es lo único negativo de haber compartido todo contigo? Que cada cosa me recuerda a ti y no puedo mirar al cielo, al suelo o mi rostro sin verte a ti en él.

El amor es una deuda que se adquiere al entregar el corazón y se empieza a pagar el día en que el amado se va. Te amo con tanta fuerza que temo que no me alcance la vida para pagar el precio.

 Te amo con tanta fuerza que temo que no me alcance la vida para pagar el precio

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Sarang •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora