✐ O C H O ✉

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Querida tú:

Considero que en una relación hay diferentes niveles que deben cruzarse para saber qué tan enamorado estás; hay parejas a las que les toma meses o años sentir un tipo de confianza absoluta o sentir que conocen plenamente a su pareja. Contigo a veces pienso que lo nuestro se dio tan rápido que fue maravilloso, sinceramente creo que la vida nos dio todos los niveles pronto porque sabía que no habría tiempo para tomar las cosas con calma.

Hay un nivel muy lindo cuando las cosas empiezan a ponerse muy personales y es el de compartirnos la música, mostrar las canciones que nos erizan la piel con la expectativa de qué reacción tendrá el otro; muchos consideran ese tipo de detalles como determinantes sobre si encajan o no con una persona.

Te mostré mi música y la escuchaste con atención, sin una pizca de burla o de aburrimiento, con el interés que solo muestran los que saben lo significativo que puede ser el paso de escuchar melodías recomendadas por otro.

Hubo una en especial que te gusto: The heart never lies y te gustó tanto el ritmo que buscaste la traducción de la letra en internet y luego la descargaste para ponerla de tono en tu celular para mis llamadas y mensajes. Fue la mejor elección que pudiste hacer como canción que nos representara; al menos para mí esa canción habla de ti.

«Si quieres luchar, estaré a tu lado; el día que caigas estaré tras de ti para recoger los pedazos y si no me crees, mira mis ojos, porque el corazón no miente».

Es como si yo la hubiera hecho para ti.

Otro de los niveles del amor se cruza cuando empezamos a hablar de sueños, de metas y de recuerdos de la infancia.

No creo que exista alguien con mayor entusiasmo que tú al hablar de lo que le apasionaba. Amabas a los animales, tu mayor sueño era ser veterinaria; querías conocer el mundo, viajar, comer todo tipo de alimentos, aprender a hablar portugués y francés.

Siempre tenías en mente que todo eso eran sueños y no metas; veías muchas trabas, muchos obstáculos pero no querías dejar de lado los ideales así fuera solo para la imaginación. Yo tenía mi propia lista de sueños, igual que todas las personas, pero desde ese entonces en cada imagen y en cada escena creada por mi mente también estabas tu.

No eras un sueño para mí, eras una realidad con la cual quería soñar y alcanzar los más improbables cielos. Esperaba que tú me vieras de la misma manera, esperaba que en el palacio de fantasía en el que todo es perfecto, me vieras como la compañera que te toma la mano para explorarlo.

Así como hay niveles que cruzar en el amor, también hay algunos que nunca hay que superar, como ese impulso de sonreír o de decir te quiero, o las ganas de suspirar y de cerrar los ojos para solo sentir el corazón del otro; ese tipo de niveles nunca deben morir para que el amor siga vivo. Y hubo uno que jamás superé contigo.

Te había visto cada sábado durante seis semanas, tres lunes en medio, cuatro jueves y dos viernes y nunca pude superar mi atontamiento al verte hablando. Me pregunté con frecuencia por qué nunca te burlaste de mí si en mi mente era más que obvia la expresión de ensimismamiento que ponía al escucharte.

El sutil movimiento de tus labios era más hipnotizante que el truco de cualquier ilusionista.

Hablabas con tanta pasión de las historias de tus libros, de las películas que amabas, de las series que veías y de las canciones que escuchabas que creo que para cualquier persona hubiera sido imposible no prestarte atención o al menos no sorprenderse de tu voz, su tono y su volumen; narrabas las escenas románticas de cualquier tipo con tanta añoranza que eras capaz de convencer al mayor de los incrédulos de la existencia del amor verdadero.

Te conmoviste tanto con esa escena de los faroles en Enredados que me dieron ganas de verla y aprendérmela aún cuando ni siquiera la había escuchado antes, luego me di cuenta de que era una película animada infantil y a cambio de pensar que estabas loca, sentí una adoración tierna por ti mayor que antes. ¡Una película de niños, Gaby! Eras lo más dulce de este mundo y de todos los mundos que puedan existir.

Te admiraba cuando te enamorabas de los amores de la ficción y por eso deseé ser yo quien te diera alguna historia, relato o anécdota romántica, una que pudieras contar más adelante con la misma pasión y amor que narrabas los amores ajenos.

Y lo iba a hacer. Mis dotes románticos nunca estuvieron en la lista de mis cualidades predilectas pero sí que lo iba a intentar por ti. Todo por y para ti.

 Todo por y para ti

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Sarang •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora