Fue inevitable el fijarse en los ojos verdes que lo inspeccionaban con calma.

Que los suyos viajaran entonces a los labios ajenos...

—Te espero abajo —volvió a hablar el alfa, haciendo que el colchón se moviera cuando se levantó.

—Vale.

Se mantuvieron la mirada hasta que el mayor abandonó el cuarto, entornando la puerta al adivinar que quizás deseaba algo de intimidad.

Louis largó un pesado suspiro al saberse solo. Se estiró en la cama, sintiendo la necesidad de que un poco de agua fría le cayera en la nuca. No acostumbraba a dormir tanto.

No acostumbraba a dormir tan bien.

Llevaba la ropa del día anterior y no supo en qué momento se había quitado los zapatos. Se sonrojó al darse cuenta de que todo indicaba que lo había hecho Harry. Se levantó y acomodó la sábana para después cruzar el pequeño pasillo que daba al cuarto de baño. Efectivamente, estaba diferente al día anterior. Alguien había corrido la pequeña cortina de la ventana alta y rectangular. Dos toallas se encontraban sobre una estantería blanca.

Se desnudó y sacudió la ropa. Dejó que el agua fría cayera sobre él, dando un respingo por eso. Luego, el vapor de la caliente empañó cristales y azulejos.

Cuando hubo terminado y bajó los escalones, con el pelo aún mojado y lo más peinado posible con sus dedos, escuchó a Harry en la cocina. Hablaba por teléfono.

—No, esta tarde tampoco estaré. Podemos aplazarlo hasta el lunes. No, para eso llama a Londres, ya lo están llevando allí. Bien, de acuerdo. —Harry alzó la vista al sentir a Louis ingresando en la estancia—. Hasta el lunes —se despidió rápido, sin apartar la vista.

El omega tomó asiento en la minúscula mesa de dos puestos. El otro le sonrió.

—Deberías haber ido a trabajar, ¿no? —se adelantó a hablar el recién llegado.

—Lo he arreglado y mandé un poco de trabajo a Londres. Nada preocupante.

Otra sonrisa encantadora que hizo que a Louis le cosquillearan las palmas de las manos. Apartó la mirada.

—Deberías haber ido...

—Louis. —Se las ingenió para que de nuevo lo observara—. No iba a dejarte solo.

Resopló al mismo tiempo que una procesión de aleteos arribaba a su estómago. Se mordisqueó también el labio inferior.

—Fui a una tienda que no está lejos de aquí —comenzó de nuevo el alfa, levantándose para señalar una bolsa de papel que descansaba en la encimera—. No tenía mucho... Pan, unas naranjas y zumo. También traje patatas de bolsa. —Se encogió de hombros—. Ah, y ramen. Nunca falla.

Tuvo que curvar sus comisuras cuando el otro hizo un ademán, enseñándole todo lo que le había nombrado.

—Lo comimos una vez.

Y nada más pronunciar aquello, sintió también el furioso rubor en las mejillas. Los hoyuelos de Harry no tardaron en marcarse.

Lo habían hecho, sí. En una situación tan diferente...

—¿Te apetece? ¿Caliento agua?

—Sí, está bien.

Harry no tardó en dar media vuelta, tanteando los cajones de la pequeña cocina. Recordaba dónde estaban los cazos, así que optó por tomar el que lucía menos viejo. Lo enjuagó bien antes de llenarlo de agua y encender la estufa.

Louis no le podía quitar los ojos de encima.

El alfa era ancho, tanto que parecía estar tanteando una cocina de juguete. Llevaba la camisa blanca remangada hasta los codos y también se había quitado los zapatos, yendo únicamente en calcetines. El pantalón negro se abrazaba estrecho a sus piernas.

En rutWhere stories live. Discover now