Ruptura

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La lata de cerveza cayó estrepitosamente y comenzó a rodar calle abajo. Las farolas del alumbrado público alcanzaban a bañar el pavimento con su tenue luz. La noche estaba cálida. Los tres habíamos bebido de más.

En el edificio de al lado, dos pisos arriba, la fiesta seguía desarrollándose con naturalidad. A través de la ventana podía verse el errático ir y venir de las luces. La cortina ondeaba a pesar de que no hacía viento. Apenas alcanzábamos a escuchar el ruido de la música. Una chica descansaba cerca del barandal, sólo era apreciable su silueta y la del vaso que sostenía en la mano y que no se había empinado ni una tan sola vez en los últimos diez minutos.

—Sólo pasó —murmuré.

Simon se sobaba la quijada. Johan, en cambio, se movía de un lado a otro, de extremo a extremo del auto. Balbuceaba como loco.

—Joder, Carol, estas cosas no «sólo pasan» ¡Qué demonios tienes en la cabeza! —golpeó el auto con el puño y se alejó, medio arrepentido. Se detuvo un par de metros después.

—Oye, hombre...

—¡Tú ni me hables! ¡Demonios!

—Estamos algo colocados —intervine—, lo mejor es seguir con esto mañana.

Johan metió las manos en uno de sus bolsillos y agitó las llaves que guardaba dentro, haciéndolas titilar. Las extrajo y las quedó viendo, confundido. Luego nos miró a Simon y a mí. El odio seguía ahí, brillando en sus ojos. No dijimos nada.

Y tampoco dijimos nada cuando Johan se subió a su automóvil y lo puso a andar de repente. El sonido de las llantas sobre el asfalto consiguió asustarme, se me erizó la piel. Me abracé a mí misma y suspiré. Simon seguía sobándose.

Volví a suspirar. Tenía calor y sudaba en exceso, pero creo que fue más por el nerviosismo. Jamás me había peleado con Johan, las cosas no tenían por qué suceder así, sin embargo...

—Ha sido todo culpa mía —dijo Simon. Se acomodó la ropa y se acercó a la acera. Se sentó. Escondió, un momento nada más, su rostro entre sus manos. Maldijo casi en silencio.

—Si ha pasado es por algo —dije yo, acercándome a él—. ¿Te arrepientes?

—Joder, no, Cary. Es sólo que... no sé, no debió enterarse así.

—Habría reaccionado igual —comenté ausente—. O no sé, al menos eso creo.

—Y tú... ¿te arrepientes?

Simon tenía un tatuaje en el hombro. Lo vi la noche que tuvimos sexo por primera vez. Antes de eso jamás lo había visto sin camisa. Ese día no había pasado nada en particular. Nos encontramos por pura casualidad en el centro comercial, el saludo obligatorio, había una persona que nos conectaba después de todo. Y sí, nos llevábamos bien cuando estaba Johan presente, porque nos agradábamos, pero sin él con nosotros, establecimos una distancia, como si inconscientemente supiéramos que algo podría pasar. Y entonces pasó. Comimos. Caminamos. Platicamos tanto y nos sentimos tan a gusto que decidimos seguir la fiesta a solas. No habíamos probado ni una tan sola gota de alcohol cuando comenzamos a besarnos. Cuando menos lo supe ya estaba sin ropa, ida en el tatuaje extraño que Simon tiene en el hombro. No pensé en Johan ni una tan sola vez.

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⏰ Última actualización: Jun 08, 2017 ⏰

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