Capítulo 33✔

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Cuando llegamos al campamento y pasamos la reja negra, todo se veía normal

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Cuando llegamos al campamento y pasamos la reja negra, todo se veía normal. Al menos eso parecía.

Taylor fue la primera en pasar, ya que tenía que estar segura de haber sacado bien su campo de fuerza. Llevaba el arco cargado y estaba seria, atenta a cualquier ruido. Sara y Javier iban con sus potestatem al descubierto; y yo estaba listo con mi cuchilla.

-Algo está mal -murmuró Javier, mirando a todos lados.

Había demasiada paz para mi gusto.

Se acercó a la cabaña más cercana y lo seguimos de cerca, cubriendo su espalda. Javier tocó la cabaña y todos vimos como su imagen se movió antes de volver a su aspecto de antes.

-Son...

-Hologramas ─terminé por Sara.

Taylor tensó su arco, lista para disparar.

Se escucharon pasos, alguien venía corriendo en nuestra dirección. Preparé mi cuchilla.

-¿Lucia? ─preguntó Javier porsiacaso.

Nadie respondió.

Retrocedí. Los pasos seguían corriendo, cada vez más cerca de nosotros. Sara miraba al frente, intentando saber de dónde venía el sonido.

Hasta que todo cambió de repente.

Por fin vimos cómo estaba de verdad el campamento. El holograma desapareció y en vez de las bonitas cabañas y las flores, estaba todo destrozado. A las cabañas les faltaba el techo, la mayoría de las flores estaban quemadas y algunos lugares tenían fuego o humo.

Esto era definitivamente muy, pero muy, malo.

Javier maldijo con todas sus fuerzas y buscó el origen de los pasos. Sara cruzó una mirada conmigo y corrió tras de él.

El sudor de mis manos empató la esfera.

-Taylor ¿dónde va la esfera?

-Sígueme ─dijo y salió corriendo en dirección opuesta a Javier.

Corrimos atentos a cualquier sonido extraño.

Me llevó al comedor y quedé quieto de espanto. Estaba lleno de los campistas grises, que se habían recuperado de su noqueo. Comían y destrozaban todo como animales.

Nos vieron y parecieron recordar que nosotros les habíamos hecho daño. Se levantaron al mismo tiempo y buscaron sus armas. Gritaron y corrieron hacia nosotros.

-¡Escala! -gritó Taylor, tirándome de la polera.

Reaccioné. Me afirmé con fuerza de la enredadera que llegaba hasta el techo del comedor y empecé a subir, con la cuchilla flotando a mi lado gracias al guante.

Las clases de escalada eran nada al lado de esto. Como el techo era una cúpula, el terreno era curvo por donde debíamos escalar, además de yo seguía con la esfera pegada a la mano. Taylor iba a mi altura subiendo. Había colocado el arco en su espalda y afirmaba las flechas con sus dientes, como si fueran lápices. Paraba cada tanto para lanzarles olas de aire a los campistas para que retrocedieran.

Campamento DeíteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora