4. Los cigarrillos no son buenos.

Start from the beginning
                                    

—Estaba pensado en eso...

—Peter es una buena opción, los dos podrían ir y así...

—No.

—Pues entonces consigue a alguien en menos de dos semanas o irás con Peter te guste o no.

Asiento y salgo de su oficina, observo como los hombres de Marck meten a unas cuantas chicas de 15 o 16 años a su oficina, las que no calificaron en ninguna área y ahora irán a la zona rosa. Eso es lo que pasa si no le sirves a Marck para nada, niego. Siempre trato de evitar estas situaciones, la primera vez que vi este tipo de escenas intenté ayudarlas a escapar y claro que no me fue para nada bien, terminé con las mejillas rojas y mucho trabajo, más una gran amenaza y unos cuántos golpes más por parte de Marck.

Camino hacia mi Nick, pero algo me detiene y es un rubio sensual que habla con mi hermano como si se conocieran de toda la vida. Frunzo el ceño, pero me detengo nuevamente frente a la gran pared en donde hay flores, fotos, cartas y muchas cosas más, intento contener las lágrimas pues siempre evito esta pared. La pared a la cuál llaman el cementerio es donde están los nombres y algunos recuerdos de los que han muerto y su fecha de partida a un lado, algo masoquista pero no puedo evitar llorar cuando paso y veo la foto de Leo ahí, una foto en donde se encuentra feliz y lleno de vida.

—No te tortures, Abby.

Me giro encontrando a Adam detrás de mí, sonrío ocultando las lágrimas que por primera vez en mucho tiempo no cayeron por mi mejilla.

—Estoy bien.

—No es cierto.

—Adam, te juro que estoy bien, sólo que es inevitable que pase por aquí y no sentirme mal cuando veo la foto en la que Leo me pidió que fuera su novia.

—Abby...

—Estoy bien. —Repito asintiendo tratando de convencerme que lo estoy.

Me despido de un Adam no muy convencido y camino junto a mi hermano al igual que a su acompañante.

—Chico histérico, ¿Qué te trae por aquí? Porque no tienes pinta de corredor.

—Bueno —Sonríe—, tal vez sólo vine por una pelirroja gruñona.

—Lástima que a las pelirrojas de aquí no les interesas.

—Soy Ed, Ed Donovan.

—Sí, definitivamente no tienes nada que hacer aquí.

— ¿Me estás corriendo? —Parece impresionado— ¡Vaya!

—Amigo no la encuentro por ningún lado... ¡Oh! —El castaño que acaba de llegar me observa con los ojos abiertos—. Eres Abigail Furgerson. —Afirma.

—Según la última vez que revisé, lo era.

—Soy Kaleb McBeltron

—Que apellidos, parecen de la realeza.

—Eres la mejor corredora —Me encojo de hombros—. Me impresiona tanto lo que has logrado tan joven, todas las carreras ganadas, ir a la Career Monster y haber ganado, la trágica muerte de tu novio...

Mi corazón se encogió en el momento en el que esas palabras habían salido de su boca, fue como una bofetada que me hizo regresar a la realidad en la que vivo.

—No es como si hubiera ganado un premio Nobel. No lo hago porque quiera, lo hago por necesidad, porque nosotros no tenemos los bonitos autos que ustedes conducen, nosotros no vivimos con las comodidades con las que ustedes cuentan, no cargamos con nuestras carteras llenas de tarjetas y plata. No todos tenemos la vida resuelta, algunos tenemos que sacrificarnos por otros.

Destrozos del alma© [ IL#1 ]Where stories live. Discover now